«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

El verdadero efecto Puigdemont

25 de marzo de 2024

Hace casi 7 años, Carles Puigdemont huyó de la justicia española escondido en un maletero. Protegido en el neblinoso corazón de Europa, el prófugo se rodeó una pequeña corte, con juglar incluido, papel que recayó en el rapero Valtonyc, que a finales del año pasado anunció que volvía a España, al Estado español, tras prescribir su condena por haber animado a disparar a la Guardia Civil.

Aunque después del golpe del 1 de octubre, el Gobierno de Rajoy activó un 155 blandengue, superficial y breve, confieso que durante un tiempo creí que el golpista languidecería en un autocalificado exilio financiado por un colectivo de fanáticos capaces de alimentar la efímera república catalana a la que este pícaro dotó de un Consejo acorde con el habitual boato que rodea al secesionismo catalán. A pesar de que, para desengaño de beatos europeístas, las maniobras legales chocaron una y otra vez con trabas no exclusivamente belgas, Puigdemont nunca se planteó cruzar los Pirineos. Quienes se jactan de conocer los arcanos del secesionismo catalanista afirman que el almidonado presidio disfrutado por los Junqueras, Turull y demás indultados, causaba pánico en el gerundense. Sea como fuere, lo cierto es que el prófugo no ha pisado, de momento, la cárcel, aunque no la ha eludido definitivamente, toda vez que el magistrado del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, mantiene vigente una orden nacional de detención contra él.

Asuntos penitenciarios al margen, lo cierto es que Puigdemont ha conseguido sentar al Gobierno español o, por mejor decir, a un representante de la coordinadora de deslealtades radicada en Ferraz, en una mesa belga a la que se ha sentado, para descrédito de nuestra nación, un relator. O lo que es lo mismo, Puigdemont ha logrado lo que tantos otros sediciosos han anhelado durante años: presentar a España como a una monarquía bananera. Alcanzado semejante éxito, ERC no ha tardado en salir al paso de esas vergonzosas reuniones calificadas como discretas, haciendo públicas las que el PSOE ha mantenido con ellos en un sentido parecido, por mucho que los propagandistas hablen de la apertura de un nuevo tiempo de convivencia: reimpulsar el golpismo. La revelación, que por parte del PSOE, es decir, del PSC, busca la división de un bloque secesionista sólo unido por su rupturismo, ha servido para conocer la celebración de hasta tres reuniones supervisadas por el pertinente observador internacional.

El frente amplio del golpismo lucha por el liderazgo de la hispanofobia cultivada en Cataluña. Mientras tanto, así lo indican las encuestas, esa nadería apellidada Illa, ese ministro del que muchos encarecían su seny, entendiendo sus susurros como una manifestación de esa supuesta seña de identidad catalana, lidera las encuestas de pago. Illa promete lo de siempre: marginación del español en Cataluña y privilegios para Cataluña bajo la fórmula, siempre invocada, pero nunca definida, del federalismo, principal credo ideológico del socialismo español que se mantiene postrado ante el supremacismo al que, al parecer, ha prometido la celebración de un referéndum que supone, de facto, el reconocimiento de la soberanía de Cataluña. Este y no el número de votos que alcance el 12 de mayo, es el verdadero efecto Puigdemont: el debilitamiento de España, tarea para la que ya se prepara un salvador que, de conformar gobierno, lo será de Sánchez.

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