«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

El ‘wokismo’ en el banquillo

24 de febrero de 2024

Desde estas líneas hemos insistido con que la caída del Muro de Berlín fue interpretada por Occidente como el triunfo definitivo de las ideas de la libertad. En parte es cierto; fue un avance enorme de la civilización y, a la vez, un gigante retroceso para el modelo de la opresión; pero lo que no se tuvo en cuenta fue que el pensamiento totalitario siguió vivo y trabajando contra el modelo de vida occidental. La libertad, en cualquiera de sus formas, siguió significando el enemigo. El relajamiento posterior a aquella gran victoria facilitó el avance del comunismo por otros medios. Abandonaron las armas, la violencia extrema, la imposición de sus ideas por la fuerza (aunque no dejaron de adiestrar, proveer y modernizar a sus fuerzas armadas) y fortalecieron la vía pacífica de colonización ideológica.

Así transcurrieron las décadas siguientes, con una avanzada cultural a la que, lamentablemente, Occidente fue permeable. Impusieron consignas, palabras, valores y premisas como válidas y construyeron un férreo rechazo social a quien no las incorporara. Se apoderaron de las banderas del feminismo, el ecologismo y de la ética; las izquierdas determinan lo que está bien y lo que está mal; alentaron la delegación de la educación de los niños en el estado, particularmente en el caso de la ESI; resignificaron la noción de «derechos humanos» y fijaron una posición favorable frente a las migraciones masivas del mundo musulmán hacia Europa.

Sin embargo, ante tanto adoctrinamiento, las reacciones empezaron, de a poco, aisladas al principio hasta encontrar el formato para ser visibles. Hoy, la resistencia es fuerte y visible desde muchos ámbitos.

Estos fenómenos de resistencia y rechazo a tanta cultura woke responden, sin lugar a dudas, a la exacerbación de las campañas de la izquierda y del globalismo. Los descontentos cada día son más. Los ciudadanos quieren una Europa menos burocrática y menos contaminada de aluviones migratorios, más libertad para el ciudadano y menos imposiciones arbitrarias de parte de la burocracia transnacional. La Unión Europea, por su parte, se defiende y negocia voluntades y apoyo a sus políticas ejerciendo presión económica sobre los países con la amenaza de quitar ayudas a quienes no adoptan las medidas pensadas en Bruselas.

Pero esa Unión Europea nació con el espíritu de la cooperación entre los países miembros y se fue transformando en un sistema híbrido de gobierno transnacional; un ente burocrático conformado por siete instituciones y comprometido, según declaró el propio gobierno de Olaf Scholz (Alemania) en una evolución hacia un «estado federal europeo». La ayuda prevista inicialmente no resultó tan efectiva como se imaginó en los inicios y, por el contrario, cada vez más ciudadanos encuentran reparos en ese armado que devino en un instrumento de presión caro e ineficiente.

El Brexit fue el primer llamado de atención concreto al disgusto que la Unión Europea estaba provocando. Si bien el Reino Unido no era un socio pleno, desprenderse por completo de aquella sociedad le significó un importante ahorro a las arcas públicas (o sea a los ciudadanos, que son los que sostienen con sus impuestos el gasto público) y la recuperación de la libertad absoluta para el comercio, al liberarse por completo de la abultada burocracia y las reglamentaciones que impone la UE.

Las masivos tractoradas que se vienen sucediendo en toda Europa tienen que ver con ese mismo reclamo: las imposiciones de Bruselas, el aumento de la burocracia, las condiciones y complicaciones a la hora de comerciar, la competencia desleal que se plantea a partir de los acuerdos económicos que la Unión Europea firma e impone a los países miembros y la caída de la rentabilidad de los sectores más productivos de la cadena alimentaria. El llamado «Pacto Verde» y la Agenda 2030 son percibidos como una injerencia socialista perniciosa que perjudica al campo de modo directo.

La fuerte y espontánea reacción que se está viendo en Bélgica, España, Francia, Países Bajos o Alemania es una denuncia explícita contra sus administraciones políticas que, con acuerdo, anuencia e impulso de la Unión Europea y sus principales burócratas, están intentando desmantelar los sistemas tradicionales de producción de alimentos en detrimento de las poblaciones locales y para beneficio de grandes corporaciones y países que, desde las sombras, apuestan a la futura dependencia alimentaria del continente.

El partido Alternativa para Alemania es otro ejemplo de esta reacción. Apunta directamente a una salida de la Unión Europea. Alice Weider, líder de la formación, calificó en una entrevista como «absolutamente correcta» la aprobación del Brexit en el Reino Unido y dejó claro que si su partido llegara al poder activaría un proceso similar para su país. «Poder adoptar una decisión soberana como aquella es un modelo para Alemania», declaró.

Sus detractores intentan contrarrestar con la receta típica: el miedo. Sostienen que eso es una fantasía económicamente desastrosa que significaría un colapso del modelo exportador alemán. Sin embargo, Alternativa para Alemania se encuentra en pleno ascenso en los sondeos de opinión y sus dirigentes barajan la posibilidad de organizar un referéndum sobre la salida del país de la Unión Europea si llegaran al poder. Esas mismas mediciones lo ubican desde hace varios meses en segunda posición en el plano nacional (concitando alrededor del 22% de las preferencias electorales), delante de la socialdemocracia del canciller Olaf Scholz y apenas detrás de los conservadores. El partido también se opone a la ola de migrantes llegados a Alemania en el contexto de la crisis migratoria en Europa y el aumento del apoyo popular que viene experimentando coincide con que dicha problemática es una preocupación concreta y creciente de la población europea.

Todo indica que el proceso de rechazo a esas políticas no tiene retorno y es esperable que así sea. Hay algunos, todavía pocos, líderes políticos que han entendido y acompañan el reclamo. Viene al caso recordar las palabras con las que Santiago Abascal, presidente de VOX, terminó su discurso tras un evento electoral. En aquella oportunidad hizo una advertencia: el trabajo será largo y difícil, y cerró su exposición con una clara convocatoria: «¡Bienvenidos a la resistencia!».

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