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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Eliminar los servicios religiosos

14 de marzo de 2016

“Interesante, cordial y tranquilizador”. Así ha calificado el líder regional de Podemos en Castilla-La Mancha, José García Molina, su encuentro con  el arzobispo de Toledo, Mons. Braulio Rodríguez, después de que aquel mostrara su voluntad de retirar cerca de medio millón de euros destinados a los servicios religiosos en hospitales o centros de discapacitados, porque estas prácticas, según Molina, “no recogen el espíritu de un tiempo político nuevo y de una sociedad madura”, y porque hasta ahora el dinero público sólo ha beneficiado “a unos pocos”. Sabe bien Molina que para cumplir sus deseos se deberían eliminar antes los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, donde se recoge que “el Estado reconoce y garantiza el ejercicio del derecho a la asistencia religiosa de los ciudadanos internados en establecimientos penitenciarios, hospitales, sanatorios, orfanatos y centros similares, tanto privados como públicos”.

El líder podemita no sólo considera necesario separar la fe y el destino del dinero público, “que es de todos y no tiene confesión”, sino que incluso se ha permitido el lujo de abordar con frivolidad el espinoso tema sobre “razón y fe”, para afirmar que ese “conflicto clásico” nadie lo ha sabido solucionar, citando entre otros a Santo Tomás de Aquino. Le sobraba, cuando menos, el estéril esfuerzo intelectual, ya que para Santo Tomás y la tradición precedente, la fe y la razón no eran esencialmente distintas, puesto que ambas no son sino diferentes grados de participación en le mente de Dios.

Pero también se equivoca en manifestar que la fe no tiene que mezclarse con los asuntos humanos. Habría que decir más bien lo contrario: o se mezcla, o no es fe. Porque, ¿acaso los católicos, que son mayoría, no pagan sus impuestos o no forman parte de ese “todos” del que debieran verse beneficiados? ¿Vivimos los católicos en el cielo y las conquistas sociales sólo a unos cuantos corresponde realizar, alejados el resto de toda contaminación materialista, como si el “no acomodarse al mundo presente” de san Pablo significase desinteresarse de lo humano? ¿No entienden los podemitas que el Evangelio debe encarnarse para transformar todas las realidades sociales y que la Iglesia no puede ser expulsada del espacio público porque es una comunidad universal, católica, que se preocupa de los intereses de “todos”? ¿Por qué la fe no proporciona una explicación satisfactoria de la realidad y habría que dejar ésta subordinada al sistema ideológico?

Si el intercambio de bienes se resuelve en lo material, desgajándolo de lo religioso, como si la asistencia religiosa fuese una actividad más y no algo que sostiene la vida del hombre; si el reparto igualitario depende de lo que Molina considera valioso, un intercambio de beneficios puramente materiales, ayunos de humanidad por cuanto se encuentran mutilados de ellos los bienes religiosos; si lo intrínsecamente bueno para la persona es lo que el pueblo elija por medio de la sola razón, arrinconando en sus casas o en su conciencia la fe, que no sirve ya para vivir, entonces la política que garantiza el actual gobierno de Castilla-La Mancha no busca potenciar el bien común, dar a cada uno según sus necesidades, un intercambio y un ordenamiento justos, capaz de respetar lo que no está a nuestra disposición, el bien absoluto de la asistencia religiosa, sino la exclusión de quienes no aceptan sus códigos y medidas de materialismo craso, el triunfo del poder puro y del control sobre los deseos del pueblo por medio de la manipulación.

 

 

 

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