Cuando comenzaba esta crisis económica, en la que aĆŗn estamos inmersos, la mayorĆa de los analistas siempre complementaban este hecho con el argumento de que la crisis económica estaba unida a una crisis mĆ”s profunda de valores.
La crisis económica dicen que va remitiendo, pero ¿La crisis de valores remite o se agrava?
A mi entender la crisis de valores se agrava, pues todo aquello que se analizó, como la crisis demogrÔfica, la crisis de la familia, la rupturas de parejas, la falta de sentido comunitario, la falta de responsabilidad con el otro, no solo no ha remitido, sino que aumenta por momentos en una sociedad que desprecia y no comprende el valor de la familia, pues esos valores chocan con el individualismo mÔs atroz.
Los polĆticos de todos los colores, incluido el PP que antaƱo diagnosticaba la crisis de valores, desprecian cualquier medida para cambiar la situación, incluso traicionando su programa.
Hay mĆ”s tolerancia social, hay mĆ”s aceptación en el ambiente, hacia una pareja de hecho con perro o gato, viajeros y sobradamente preparados, que hacia un matrimonio que se esfuerza cada dĆa en sacar adelante a sus hijos. En esta sociedad casi no puedes protestar si un perro hace sus necesidades en la puerta de tu casa, a la vez que debes extremar el cuidado para que tus niƱos no ofendan con sus juegos, o con inocentes riƱas, la tranquilidad de los adultos. Solo el dinero y el Ć©xito individual imperan en la sociedad de hoy.
Una sociedad complicada para crear una familia y educar a tus hijos
Ya no solo es que EspaƱa estĆ© a la cola en ayudas a la maternidad y a la familia, es que a la vez estamos a la cabeza en ayudas a la imposición de la ideologĆa de gĆ©nero y somos punteros en legislación sobre esta ideologĆa en detrimento de la familia natural, difuminando y relativizando su esencia.
El miedo a la pĆ©rdida de trabajo, la precariedad manifiesta, las nulas polĆticas para la conciliación familiar y laboral, alimenta el miedo al compromiso con un proyecto de vida que incluya la creación de una familia.
Aparte de lo anterior, la sociedad ha cambiado y existe una mayor dificultad para la educación de los hijos.
La escritora sobre materia educativa Murphy Witt describe esta situación en unos interesantes pÔrrafos:
āEn la actualidad, los niƱos ya no crecen espontĆ”neamente. Han cambiado demasiadas cosas en nuestra sociedad. No hace mucho tiempo se decĆa: āLo que llegue, bien recibido serĆ”ā. Pero hoy en dĆa no quedan prĆ”cticamente familias con una visión tan distendida. Abuelas que prefieren viajar por todo el mundo en lugar de ocuparse de sus nietos, pisos pequeƱos y condiciones adversas para los niƱos, falta de oferta para cuidarlos y una presión continua, tanto en tĆ©rminos de tiempo como de rendimiento, para combinar trabajo y familia: Ā”los padres de hoy no lo tienen precisamente fĆ”cil!
No solo falta un apoyo Ćŗtil, sino que tambiĆ©n la vida diaria de las familias es cada vez mĆ”s complicada: comida rĆ”pida y faltaĀ de ejercicio fĆsico, culto a las marcas y consumismo, televisión publicitaria y videos violentos, Internet y juegos de ordenador, conductas agresivas en el parque y mobbing en el colegio, dificultades para leer y dĆ©ficit de atención, trastornos alimentarios y Ć©xtasis: el mundo de nuestros hijos es multiproblemĆ”ticoĀ».
Datos objetivos
Los datos son objetivos y alarmantes pero nadie dice nada. Existe la falsa convicción en el ambiente de que estos cambios contribuyen a la felicidad individual
El Instituto Nacional de EstadĆstica (INE) dio a conocer, el verano pasado, los datos sobre nacimientos del aƱo 2015. Y aunque hacĆa aƱos que se venĆa advirtiendo, finalmente las predicciones se hicieron realidad en 2015 y por primera vez en 75 aƱos se registraron mĆ”s muertes que nacimientos, sumiendo a EspaƱa en una grave crisis demogrĆ”fica
Según datos recientes el número de hogares con un núcleo conyugal sin hijos se ha triplicado entre 1977 y 2015 al pasar de 1,5 a 4,4 millones, y representan ya el 25% del total frente al 17% de hace cuatro décadas. Por su parte, los hogares unipersonales se han quintuplicado (3,8 millones frente a 700.000) y suponen en la actualidad el 22% del total frente al 8% de 1977
¿Es solo un problema económico?
Sergio FernĆ”ndez Riquelme, profesor de PolĆtica Social de la Universidad de Murcia, trata de dar una explicación que va mĆ”s allĆ” de lo estrictamente económico:
āā¦el Ā«invierno demogrĆ”ficoĀ» no se debe de manera exclusiva a cuestiones socioeconómicas o prestaciones estatales; las personas con mĆ”s recursos no son necesariamente los que mĆ”s hijos tienen, ni las sociedades mĆ”s ricas tienen mayor población que las mĆ”s pobres.
La polĆtica social demuestra que, fundamentalmente, y mĆ”s allĆ” del determinismo de Malthus, lo demogrĆ”fico viene determinado por principios socioculturales referidos a la visión colectiva sobre la vida y el matrimonio de un paĆs y de un tiempo. Las comunidades que sitĆŗan como valor nacional fundamental a la familia, bien como factor de progreso bien como factor de supervivencia, ofrecen cifras sostenidas de estabilidad demogrĆ”fica, tanto en contextos de bienestar como de crisis. La historia, magistra vitae, demuestra esta mĆ”xima. Y EspaƱa, quizĆ”s alumno aventajado individualismo liberal-consumista como ideal de progreso en el siglo XXI, aparece como ejemplo paradigmĆ”tico: la progresiva destrucción de la unidad familiar espaƱola como referente vital, jurĆdica y simbólicamente, presenta evidentes consecuencias demogrĆ”ficas. AsĆ, este Ā«inviernoĀ» viene determinado, empĆricamente, por el acelerado desprestigio de Ā«lo familiarĀ» (como otras instituciones y referentes colectivos) en las postreras generaciones de la democracia espaƱola, que se traduce en el acuciado descenso de la nupcialidad (caĆda de la tasa casi a la mitad entre 1981 y 2012, situĆ”ndose en el 3.36%), en el incremento de las rupturas matrimoniales (aumentó hasta 105.893 en 2014), en el imparable ascenso de los hogares unipersonales (el 25% en 2015), el descenso sistemĆ”tico del tamaƱo de los hogares espaƱoles (bajando hasta el 2,51, solo superando la cifra de 3 las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla), en el aumento de la violencia intrafamiliar (tanto domĆ©stica como filioparental, doblando esta Ćŗltima las denuncias en un lustro) y en las evidentes dificultades de conciliación de la vida laboral y familiarĀ».
Sociedad anti-familia
Por todo lo anterior podemos concluir que EspaƱa es ya una sociedad anti-familia o refractaria hacia ella. Sin un cambio radical de paradigma socio-cultural, se difuminara cada vez mĆ”s la institución familiar como nĆŗcleo social, que segĆŗn la evidencia de los datos, se estĆ” descuidando. La excesiva exposición de datos macroeconómicos en esta crisis contrasta con los datos reales de mĆnimas ayudas a una institución natural que contribuye a la contención del gasto social, renueva la población para hacer viable el sistema, conforma la estabilidad de un paĆs y contribuye a la cohesión social de manera indudable.
O volvemos a dar prestigio a la familia natural y a la natalidad, o nuestra sociedad estĆ” destinada a desaparecer.