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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Estados Unidos no puede caer en suspensión de pagos

15 de octubre de 2013

El pulso entre Obama y los republicanos entra en su recta final y los mercados están, de momento, tranquilos, lo que da a entender que la sangre no llegará al río y al final se impondrá la sensatez y se alcanzará un acuerdo. El sentido común apunta en ese sentido, y más en un mundo que, al margen de la vieja Europa, todavía sigue siendo muy dependiente de la política y de la economía de Estados Unidos y del privilegio del dólar como todavía moneda única de reserva mundial. Ayer mismo Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), advertía de que si Estados Unidos termina sometiéndose a la suspensión de pagos, la economía mundial se vería abocada a una “interrupción masiva”.

Quizás resulte algo exagerado, pero la verdad es que la opinión pública asiste atónita a este teatro político a la espera de ver quién pestañea primero, si lo hace el presidente Obama o el Partido Republicano, porque a nadie en su sano juicio le parece prudente el recurso continuo a la ruleta rusa cómo fórmula más razonable a la hora de gobernar un país. Desde 1997 el Congreso no ha aprobado en plazo un presupuesto, y en 74 ocasiones ha sido necesario elevar el techo de la deuda, que hoy asciende al inabarcable guarismo de 17,6 billones de dólares. Obama, hasta la fecha, ha utilizado el poder para llevar a cabo una transformación en dirección estatista, lo que implica un gasto público siempre creciente como porcentaje del PIB, una expansión de las exacciones fiscales para financiarlo sin llegar ni aproximadamente a conseguirlo y, en consecuencia, una deuda pública cada vez mayor no ya en términos absolutos sino, una vez más, como proporción de la riqueza nacional. Una situación que, como ha ocurrido en España, amenaza la capacidad de EE UU de obtener dinero barato de todo el mundo.

Con la amenaza de no autorizar en el Congreso el aumento de ese límite, los republicanos que consideran que el Gobierno de Obama es el problema y no la solución, han lanzado un órdago para cobrarse una pieza mayor, el llamado Obamacare o reforma de la sanidad, y asestar un golpe definitivo al inquilino de la Casa Blanca, además de proporcionar una ventaja considerable al senador republicano Ted Cruz, quien ya está pensando en las presidenciales de 2016. Pero la situación se puede volver en contra de los republicanos porque, a medida que pasan los días, el descontento popular con esta situación aumenta y recae cada vez más sobre los opositores del presidente, el cual ha visto mejorar ligeramente su popularidad. Por ello, al final –como ha pronosticado brillantemente el multimillonario Warren Buffett– “iremos hasta el punto de la extrema idiotez, pero no lo superaremos”. 

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