«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Nada de esteladas, fue el tornillo

23 de mayo de 2016

Ay Mariano, contigo empezó todo. Y no me refiero a Rajoy. Esta vez, ni el Presidente del Gobierno pudo hacer chiste tuitero como cuando el Sevilla alcanzó la Europa League esta semana. Me refiero al gran jugador del club sevillano al que, en un arranque de locura, Emery sacó del campo dejando al club hispalense a merced de los blaugranas. Ahí empezó la caída definitiva del Sevilla. Supongo que si a alguien se le había pasado por la cabeza proponer a Unai sustituto natural de Del Bosque lo habrá anulado ya de su lista y de su mente. Hacer ese cambio y dejar desasistido el cauce Banega, que dio lugar al cataclismo final, es imperdonable. Decepcionante el planteamiento del Sevilla de Emery. No fue ese equipo orquestado y bien armado. ¿Qué buscaba, aguantar hasta los penaltis? No se puede jugar con fuego. Y, aún más, sabiendo que desde la Federación, Villar te hace nulo favor poniendo la Copa tres días después de Europa mientras el Barcelona lleva días, meses (ni lo sé, he perdido la cuenta), preparando esta Final. Sobre todo Neymar, yéndose a cada fiesta que le ha surgido en el camino. Y miren cómo corría el brasileño, como un gamo, tan pronto le quitaron de en medio a Mariano, pero, Unai, con Mascherano, expulsado, Messi, conmocionado tras impacto y Luis Suárez, lesionado… si así se las ponían a Fernando VII. Cómo se abrazaban los culés, como si de un abrazo de gol de Champions fuera…

En fin. Afortunadamente, el juego se impuso a la caterva de ‘absurdeces’ que tuvimos que escuchar a lo largo de la semana a cuenta de banderas varias. Chapeau a las aficiones. Nunca pasa nada, ya lo sentenció Pérez de Ayala: “El pueblo español está acostumbrado a ver los toros desde la barrera, a camorrear en los tendidos, y de aquí no pasa nada”. Anoche era seguidor del Sevilla hasta el bético más indomable. Hasta Carlos Herrera, del Betis hasta las trancas, subió una foto a las redes luciendo la bufanda del Sevilla. No hubo que lamentar destrozos más allá que el anunciado y ridículo empeño en deshonrar a la bandera española y al Rey. Felipe VI acudió a la Final y su cara, de nuevo, era un poema. Y mira que intentaba poner la de su título de Príncipe de Girona y lució la corbata verde V.E.R.D.E. Viva El Rey de España, pero ni con esas. Esta vez, acudió con Doña Letizia que, por lo visto, aún no tiene claro qué es un fuera de jeugo ¡qué manera de hablar constantemente al Monarca! Letizia, que parece en ocasiones que ha estudiado en el Actor’s Studio de Nueva York, se mantuvo hierática cuando comenzó el concierto de pitos que aderezó con una risa histriónica que no entendió nadie. Recuerden que, además, la pareja Real celebraba su aniversario de boda y aquel año diluvió sobre Madrid lo que no estaba en los escritos. Anoche, tuvieron que soportar otro chaparrón más como lágrimas de lluvia, a lo Blade Runner. La Reina salvó el momento como esta semana esquivaba con esos taconazos el empedrado de Villanueva de los Infantes, como digo, con una risa que parecía decir, ‘eh, a mí no me pitéis, que yo no tengo culpa de nada. Que yo he estado esta semana con Penélope Cruz y Fernando Trueba’ (curiosamente, se abrigaba con el mismo ‘trench’ del día del rodaje). Un Fernando Trueba que, recordemos, ya dejó claro aquello de “nunca me he sentido español, ni cinco minutos de mi vida”. Ay, ese nacionalismo de campanario y cabra, como dijo en una ocasión Ruiz Quintano. Qué poca memoria tienen esos culés, pero si hasta Cruyff soltó que a los que pitan el himno de España les falta un tornillo. Los jugadores, mientras, miraban al frente en pleno himno y escuchaban los pitos como el que se queda mirando una pared en blanco o con esa mirada de la vaca que observa un tren pasar.

Finalmente, Carmena (errata de Carmona, Ruiz Quintano dixit) acudió al palco pero le salió mal la colocación estratégica del protocolo. Se le fastidió la noche ‘cuchipandi’ que esperaba con su amiga Ada Colau, a la que sentaron en el otro extremo del córner y que, por cierto, horas antes, no se cansó de repetir, amparándose en la libertad de expresión, lo de ‘no soy independentista. Ni catalana ni española”. Se enviarían WhatsApps, digo yo. Eso sí, antes plasmaron encuentro junto al alcalde sevillano y Ada escribió tuit remarcando lo de “en nuestra primera final de Copa juntas”. Pelín optimista veo a Ada, piensa que habrá más finales coperas con presencia catalana. No sé qué opinaría Manuela, la alcaldesa madrileña, de la pitada (algo atenuada por el tarareo “lolololo” de los sevillistas) al himno al que su líder, Pablo Iglesias, denomina “esa pachanga fachosa” y a la bandera “esa bandera de derechas”. Como escribió Francisco Umbral, “si nadie es profeta en su tierra, parece que nosotros somos piratas en la nuestra”. ¡Que parece que tenemos que estar pidiendo perdón por querer y respetar a nuestra bandera! Puigdemont subía un tuit al final del partido: “El Barça gana la final de las estelades”. Es lo que tiene el cerrilismo político, no hay más ciego que el que no quiere ver. Si ya lo firmó Galdós, “nuestros mandarines se parecen a los toreros medianos; ¿sabe en qué?, pues que no rematan. La política de entonces, como la de ahora, no era terreno propio para lucir las supremas dotes de inteligencia: era un arte de triquiñuelas y de marrullerías”.

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