«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.
Marcial Cuquerella (Cartagena, 1977). Ingeniero Industrial e Ingeniero Informático. Hermano, hijo, nieto y bisnieto de marino. Vinculado toda su carrera al mundo de los medios, fue director de Intereconomía de 2005 hasta 2014. Hoy inversor en empresas de tecnología y asesor estratégico en compañías de comunicación.

Esto vir / Sé hombre

30 de marzo de 2021

Hay días en los que necesito recuperar la fe en la humanidad. Nada trascendental, simplemente, me apetece degustar un poco de nobleza y sencillez, fuera de tanta complicación argumental en la que estamos metidos. En un siglo en el que todo tiene sus implicaciones, su escala de grises, sus ofendiditos y sus víctimas, en el que hasta los héroes tienen su lado oscuro (muy distinto a sus caídas), la vida se puede hacer menos complicada si te pones una película de Spencer Tracy, y yo hice eso el otro día: La Mujer del Año, se la recomiendo encarecidamente a mi paciente lector. Menudo hombre. 

Claro, en un mundo en el que se nos presenta como ejemplo de virilidad un hombre como Pedro Simón, o como Pablo Iglesias (no miento), es muy complicado tratar de reivindicar el sombrero de Cary Grant o los andares pateando el suelo del Duque. Aunque ellos mismos sí que podrían ponerse como ejemplo de masculinidad hoy día, porque a uno le queda muy bien ese sombrero y el otro… bueno… era John Wayne. Pero Spencer Tracy… eso sí que era un hombre. Dicen que cuando le presentaron a Katherine Hepburn esta le dijo “me temo que soy demasiado alta para usted, señor Tracy”. Su respuesta hoy no pasaría los filtros del chupiministerio de Irene Montero.

Todos esos, Grant, Tracy, Wayne, Stewart, Bogart… son los restos de un pasado nada lejano en el que se sabía lo que era un hombre de verdad. Que sí, que todos vemos como el ataque parece que se centra en desfeminizar a la mujer, pero es tan obvio y tan burdo (y tan importante) que no nos damos cuenta de que el ataque también se produce contra el hombre, contra la esencia de lo que es ser hombre, “esto vir” que decía San Bernardo. Es como si el mundo se estuviera centrando en androginizarnos (verbo completamente inventado por el que suscribe), descafeinando los atributos morales de unos y otras, como ocurre con el centro político.

El proceso ha sido muy rápido y muy sutil. Primero nos engañaron en la adolescencia diciéndonos lo que tenía que ser un hombre, y luego nos quisieron convencer en nuestra madurez de que teníamos que odiarnos y reconstruirnos. Hay pocas excepciones a esto aunque uno piense que no, que ha sido inmune a la propaganda, lo normal es creer que la masculinidad depende del tamaño de los músculos, de otros atributos físicos o de tu éxito en la cama. 

Hemos perdido el concepto de masculinidad, porque nos han dicho que es algo tóxico. Primero nos engañaron diciéndonos lo que era un hombre… y luego nos quisieron convencer de que teníamos que odiarlo. Dejamos que este mundo que no tiene ni 40 años definiera la masculinidad de siglos.

Ese mismo mundo que nos convenció de que la fe era cosa de beatas, nos dijo que lo que te define como persona es que eres Piscis. El mismo que te dijo que entregarse a la devoción a la Virgen era una superstición, trata de hacer que te entretengas con la explotación de las mujeres a través de la pornografía en sus muchas y muy diversas facetas.

Ese que te dice que el tamaño de tu alma no es importante, te dirá que importa el tamaño de tus músculos o de tus genitales. El mismo mundo que te dice que no te comprometas o te signifiques por tus convicciones, te dirá que cualquier cosa es digna de hacer, si es por dinero.

Pero después, una vez que has comprado esa definición te dirán que eres tóxico, dirán que eres un opresor, que tienes que deconstruirte. Y probablemente tengan razón, pero la culpa es suya. Ellos fueron los que te convirtieron en un perpetuo adolescente. Y es difícil recuperar esa masculinidad real si no tienes un referente concreto. Muchos despistados con buena voluntad creen que todo radica en ser un caballero, pero como dijo John Wayne en McLintock! “tienes que ser un hombre antes de ser un caballero”.

Lo más impresionante en un hombre es demostrar unas virtudes que le cuesta conseguir y por las que está siendo duramente probado.

En su libro “Honor Romano”, el doctor Carlin Barton señalaba que en la antigüedad, un hombre que vivía en la pobreza involuntaria no era respetado por su frugalidad, y el «hombre impotente no tenía crédito por su continencia. Más bien, el autocontrol era más digno de elogio donde menos se esperaba». Cicerón tuvo esta idea cuando dijo: «En la medida en que la moderación es más rara en los reyes, en esa medida es más elogiada». En otras palabras, lo más impresionante en un hombre es demostrar unas virtudes que le cuesta conseguir y por las que está siendo duramente probado. No tiene mérito ser abstemio si no te gusta el alcohol, no tiene mérito ser austero si eres pobre. Si un hombre poco atractivo lleva una vida discreta y se mantiene fiel a su esposa durante 50 años, creemos que es digno de elogio. Pero si decimos lo mismo de un político que está sujeto a millones de tentaciones, estaremos mucho más impresionados. En el primer caso, la bondad del hombre puede deberse más a la falta de oportunidades, mientras que en el segundo lo que apreciamos es una evidencia clara de energía y fuerza de voluntad. Como dijo el escritor y filósofo del siglo XVII Francois de La Rochefoucauld:

«Nadie merece ser elogiado por la bondad a menos que sea lo suficientemente fuerte como para ser malo, porque cualquier otra bondad suele ser meramente inercia o falta de fuerza de voluntad»

Es decir, hombre es aquel que pudiendo hacer el mal, no lo hace. Y yo diría más: un hombre es aquel que preparándose para hacer daño, es capaz de no hacerlo. ¿Prepararse para hace daño? Sí, prepararse para hacer daño.

El dinero por el dinero nunca ha protegido a una familia de absolutamente nada

Porque tu puesto, hombre, está en la trinchera que separa el mal de tu familia. Esto es básicamente lo que quería decir en esta columna hoy. Que tu función en el mundo es esa: proteger a tu familia de los males que les puedan acechar.

Prepararse para eso no es fácil. Las amenazas son muchas, y aunque poco a poco van siendo menos violentas y más sutiles, no es de recibo que no estés tanto física como espiritualmente fuerte para afrontarlas si llegan. Por eso el deporte, por eso la oración. Por eso las tentaciones fuertes hacia el hombre van más por la vía convencernos de que el abandono espiritual es cosa de mujeres (ir a misa o rezar en familia.) y de que lo que realmente debes hacer es ganar dinero. Pero el dinero por el dinero nunca ha protegido a una familia de absolutamente nada.

Tenemos tiempo de recuperar las virtudes humanas y sobrenaturales que son necesarias como hombres y como mujeres, siempre que los hombres eleven la verdadera feminidad al puesto que le corresponde, y las mujeres hagan lo mismo con la virilidad. Teniendo siempre en cuenta que las tentaciones, ni son las mismas, ni la respuesta a ellas es siempre igual. Y no solamente hay tiempo, sino que es algo por lo que merece la pena vivir.

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