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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Fran Nicolás: medias verdades, grandes mentiras

27 de octubre de 2014

 

Qué Fran Nicolás era un tipo listo lo sabe ya media España. Que actuaba, en muchas ocasiones, por cuenta propia y, tal vez en alguna, por cuenta de otros, lo puede deducir la otra media. A partir de ahí, que en éste país nuestro de porteras, la imaginación más desbordante -por no tocar el mundo de las redes sociales- se haya desatado entre el respetable era de prever. Dicho lo cual conviene no mezclar la realidad con la ficción, o al menos con datos no suficientemente contrastados, e involucrar a personas e Instituciones honorables en un tinglado mediático en el que sólo parece tener valor la última historia, que a ser posible debe ser más gorda que la anterior para conseguir más ‘clicks’ o vender algún ejemplar suplementario.

Lo digo porque quienes a éstas alturas tenemos ya un conocimiento, más o menos, cabal de la historia y sobre todo de algunas de las personas que han tenido que ver con ella, siquiera de forma muy tangencial, no podemos dejar de sorprendernos de como algunos medios dan por buenos y encajan en sus composiciones nombres y cargos de profesionales acreditados cuya participación en los hechos que les atribuyen no tienen comprobada ni mínimamente.

Es por ejemplo el caso de un prestigioso abogado del Estado que presta desde hace años sus servicios en la CNMV y al que se atribuye, poco menos, el ser uno de los grandes mentores de Nicolás. Cuando quienes le conocen e insisto, tienen una idea ya cabal de éste asunto, saben  que sus oficios -en éste caso respecto a las gestiones encaminadas a la desimputación de la Infanta- se limitaron a introducir al joven ‘conseguidor’ en el conocimiento de los responsables de ‘Manos Limpias’, sindicato que ejerce la acusación particular en el citado procedimiento.

Bastaría una conversación -y unas mínimas comprobaciones- con aquellos a los que se atribuye un papel ‘estelar’ en la ‘trama’ para saber que si hubo alguna gestión fue a título personal, sin involucrar a la Institución para la que trabajan, que nada tenía que ver con semejante asunto. Y que si la hicieron fue, en todo caso, para servir a España y ante la preocupación que les producía el hecho de que en cada viaje a Nueva York, sus colegas de la SEC les trasladaran la extrañeza y la perplejidad que por aquellos pagos suponía el ver en cuestión la excelente imagen del Rey Juan Carlos por un asunto que más parecía tener que ver con un yerno golfo, pero que estaba amenazando la estabilidad de la primera Instiución del Estado: la Corona. Pero…¿ qué más da? Qué la realidad no te estropee un buen titular, aunque sea falso ni una historia morbosa. 

Igual ocurre a la hora de decir, o de escribir, sobre las presuntas ‘relaciones’ de Fran Nicolás con altas Instituciones del Estado. Aquí ya los ‘rumorólogos’ de guardia se vuelven locos y dan a entender -cuando no directamente por ciertos- hechos que, éstos sí, no van a tener forma de comprobar en su vida desde sus humildes atalayas. Demos por bueno que el intrépido joven se haya presentado como ‘enviado especial’ de una alta instancia gubernamental, que es cosa diferente. Lo de si tenía o no que ver con el CNI, antes CESID, lo dejamos para una mediocre novela de espías.

Y aún algo más; para que haya estafa, debe existir algún documento falso; de compraventa o de lo que sea… alguien que entrega voluntariamente una cantidad a cambio de algo, o a cambio de nada, no puede considerarse estafado. En principio. Si hay algo que no sepamos, papel o similar, no estaría de más que nos lo fueran enseñando. Si no, la historia, dejará de ser definitivamente creíble. 

 

 

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