Durante el último tercio del siglo XIX los Imperios ruso e inglés protagonizaron en una parte de Asia una competición directa política y bélica a través de sus aliados, que con un cierto esnobismo se llamó el Gran Juego (aunque la palabra inglesa ‘game’ también podría ser traducida por cacería). Los que son actualmente Afganistán e Irán fueron los principales territorios de acción y nunca quedó claro quién fue el ganador.
Un siglo más tarde, a finales de los años 70 del siglo XX, la Unión Soviética y Estados Unidos competían en lo que el director de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, Zbigniew Brezezinski, denominó “el arco de la crisis”, que empezaba en Turquía y acababa en Pakistán. El cambio de régimen en Irán, del Sah a Jomeini, fue el principal escenario que después pasó a Afganistán en los años 80. Otra vez tablas.
La zona de conflicto se entrelazaba con el conflicto árabe-israelí desde los años 50. Con la caída de la Unión Soviética y la invasión de Kuwait por Irak, comenzó el dominio de la zona en solitario por Estados Unidos y sus aliados suníes. Los atentados de 2001 y la II Guerra de Irak, abrieron un nuevo conflicto EE.UU, suníes y shias, que sin solución de continuidad, hoy se ha convertido un nuevo Gran Juego (cacería) desde Turquía a Yemen.
Dos Estados preexistentes, Siria e Irak, han sido menos mutilados; aliados durante los dos últimos decenios como Arabia Saudí y EE.UU están en crisis; enemigos de los últimos decenios como Irán y Estados Unidos han firmado en 2016 un tratado nuclear; nuevas fuerzas étnicas o religiosas han pasado a ser muy relevantes (como los kurdos o ISIS) y Estados Unidos y Rusia tienen ya tropas sobre el terreno. En el caso de Rusia por primera vez desde los años 80.
Varios países europeos forman parte de los llamados aliados en Siria e Irak. Turquía tiene tropas desplegadas en esos países, Irán también. Ciudades como Alepo, Mosul o Sanaa, son sitiadas y bombardeadas por países extranjeros. Un mar de refugiados inundan el Mediterráneo y plantean un grave problema humanitario y político a la Unión Europea, que es además el principal campo del terrorismo islámico en territorio de países occidentales, lo que ha sido calificado como ‘guerra’ por varios máximos líderes europeos.
Esta semana The Economist recordaba cómo hace cuatro años el candidato republicano a la Presidencia norteamericana, Mitt Ronmey, afirmaba que Rusia “era el principal adversario de los EE.UU”. Hoy nadie lo discute, incluido el Presidente Obama. Pero a diferencia de la Guerra Fría, Europa Occidental no clarifica cuál es su posición respecto a Rusia, pese al conflicto de Ucrania y lo que está sucediendo en Alepo, calificado por varios líderes europeos como “crimen de guerra”.
Muy a menudo se ha ligado la producción de petróleo con los conflictos en esta zona, muy probablemente con acierto. Pero no parece que sea la única explicación. Enfrentamientos sectarios étnicos y religiosos, luchas por el liderazgo regional y un continuo Gran Juego entre Rusia y EE.UU influyen tanto como el petróleo. Sin embargo Rusia y Arabia Saudí, adversarios en todo esto, acaban de acordar respecto a la producción de petróleo.
Nadie sabe qué herencia aceptará respecto a esto el próximo Presidente norteamericano, sí sabemos que posición tuvo Obama y cuál tiene ahora: la contraria.La posición europea con respecto a Rusia puede ser capital en cómo evolucione la estrategia norteamericana. ¿Cómo podrá la UE formular esa política, con un vecino como Rusia?.
El intento durante los primeros años del 2.000 de integrar a Rusia en el G8 ha fracasado. Los enfrentamientos sobre Ucrania, el despliegue nuclear en Kaliningrado, la división respecto a un nuevo gasoducto Nord 2 entre los países del este y los del sur con Alemania, son solo parte de una agenda europea que no es similar a la de Estados Unidos.
¿Qué confianza se puede tener en la UE para aportar a un Gran Juego que le afecta tan directamente a la inmigración y al terrorismo? ¿Puede la UE formular una política estable respecto a Turquía, miembro de la OTAN y candidato teórico a la UE?. El manejo del reciente intento de golpe en Turquía ha sido un mal precedente en todo esto. La UE tiene a Turquía como interlocutor prioritario en muchos de sus actuales problemas. Rusia ha pasado en pocos meses de tener un enfrentamiento bélico aéreo a una interlocución presidencial con Turquía. La UE tiene aquí un desafío geopolítico que puede ser existencial.
Nuevos mandatos en Alemania, Francia, Holanda, España y puede que Italia se van a producir en los próximos 12 meses. Una vez más las opiniones públicas no parecen conscientes de la necesidad de que sus futuros gobiernos se enfrenten a decisiones de este calibre. El miedo al terrorismo islámico se conoce, pero no se formula más allá de la seguridad interior.
Las decisiones políticas sobre Rusia, Turquía o Irán están fuera del debate político en los países europeos, no así en Estados Unidos. No parece posible que la delegación de la seguridad europea en la OTAN/ EE.UU siga siendo la habitual y menos de cara al futuro. ¿Puede la UE ignorar este Gran Juego?