«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

¿Ha tocado techo Vox?

24 de junio de 2022

Prometer resultados electorales es algo que la dirección de Vox ya debía saber que es muy arriesgado. Pasó en en junio de 2019, cuando los 24 disputados que logró Vox supieron a poco, sobre todo por las expectativas que el propio partido había creado sobre su explosivo crecimiento. Y ha vuelto a pasar ahora con las andaluzas del domingo pasado, em las que un crecimiento de dos escaños y casi cien mil nuevos votantes sabe a poco porque la campaña se ha hecho desde la convicción (algunos podrían decir soberbia) de que Vox estaría sí o sí en el nuevo Gobierno andaluz. El llamado “efecto Olona” y la tentación por parte de Moreno Bonilla de jugar con el PSOE llevaban a pensar que habría desencanto con el PP y que eso se traduciría en un crecimiento de Vox. No orgánico, sino exponencial. La reciente experiencia de Castilla y León, a pesar de las diferencias, permitía ser optimista. 

Pero el optimismo se ha mostrado más bien como ingenuidad: a pesar del indiscutible crecimiento, Vox es hoy menos determinante en Andalucía que hace cuatro años. En Lugar de mirar a Castilla y León, se debería haber mirado a Madrid y prever que, con la implosión de Ciudadanos, un nuevo tsunami podría aupar a Moreno como alzó a Díaz Ayuso en su día. A pesar de las diferentes personalidades y orientaciones políticas.

Habría que poner el énfasis en cómo Vox llevaría adelante políticas radicalmente diferentes, desde la emigración a la viogen, por citar dos casos

Es verdad que siempre se ha dicho que Vox sale mejor parado en las generales que en las autonómicas (cosa que no es cierto del todo, pero en fin); que ha sido la guerra de todos contra Vox, que sí es verdad; y que los medios no ayudan, como era de esperar. Olona ha declarado que se sintió en algunos momentos como David frente a Goliat. Y yo la creo. Pero David supo llevar adelante lo que hoy los militares llaman una estrategia asimétrica y sacó ventaja de su movilidad frente a la pesada armadura de Goliat. Y no es menos verdad que según la narración bíblica, David venció al gigante armado. Ahora se escucha que Vox equivocó la estrategia, que si debía haber sido más agresivo con la izquierda que con el PP; que si debía haber aceptado asuntos propiamente andaluces y no traer a líderes internacionales a hablar como en unas generales; que le ha sobrado chulería y le ha faltado humildad. Yo no sé. Imagino que el comité político, ese tipo de órgano que los partidos tienen al margen de sus estructuras formales pero que son los verdaderamente ejecutivos, sacará las conclusiones que tenga que sacar. Aunque lo fácil es siempre culpar a los demás.

Lo que sí está claro es que Vox tiene claro cómo servir de irritante de la izquierda, del buenísimo y del globalismo —y lo hace muy bien—, pero que no ha encontrado aún cómo entenderse a la vez que distinguirse del PP sin sobreactuar y confundir a los votantes. Cierto, las bases de Vox consideraban al PP una extensión de la izquierda, pero demonizar a un adversario con el que se aspira a entrar en una coalición de gobierno tiene que hacerse con mesura y sensatez. Y no es muy difícil: basta con no apelar continuamente a sus traiciones y sí poner el énfasis en cómo Vox llevaría adelante políticas radicalmente diferentes, desde la emigración a la viogen, por citar dos casos. Y no se puede olvidar que cuando uno se plantea realmente estar en el gobierno, tiene la obligación de concretar las medidas que va a llevar adelante y cómo piensa hacerlo. No hay mejor dosis de credibilidad. 

Y hay algo más. Para mi, la denuncia de Vox a Santillana por los libros de texto donde se dice que Vox son los herederos del fascismo, ha sido una gran noticia. Muchos han sostenido durante demasiado tiempo esa altanería de que “si no me llaman fascista 30 veces por la mañana, no me encuentro tranquilo”. Ya sabemos que Vox no tiene nada que ver con el fascismo, la anticonstitucionalidad y el autoritarismo, pero dejar que venza esa imagen que muchos con la ayuda impagable de los medios quieren proyectar de Vox, es un error estratégico. 

Servir como el vigilante del PP para evitar su permanente tentación socialdemócrata no es baladí, pero no es suficiente

¿Ha tocado techo Vox tras Andalucía? No lo creo. A pesar de todo, no sólo ha aguantado su base, la más fiel de todos los partidos, sino que ha atraído contra viento y marea a cien mil nuevos votantes. Pero contentarse con eso tiene un claro y alto riesgo: quedarse en el partido del 15 por ciento, con una digna representación parlamentaria y con presencia en todos los niveles institucionales, pero incapaz de ser percibido como una alternativa de gobierno. Servir como el vigilante del PP para evitar su permanente tentación socialdemócrata no es baladí, pero no es suficiente como para sostener de segundón a ningún partido permanentemente. Si miramos en nuestro entorno, las fuerzas de la llamada nueva derecha o derecha alternativa han caído tan rápido como subieron. No creo que sea el caso de España donde Vox nace para dar respuesta a problemas concretos que en otros países no existían. Pero en política conviene no dar nada por hecho (que le pregunten a Iglesias, o a Rivera… o a Casado).

A la frustración de los resultados en Andalucía han contribuido cuestiones tácticas, de campaña, y estratégicas (qué quiere hacer Vox con el PP). Espero, confío y deseo que la dirección del partido de la sensatez y el sentido común, extraiga las lecciones necesarias y dé con las claves para salir victorioso en los próximos comicios, sean cuando sean.

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