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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Han cantado nacionalcatólico

21 de abril de 2024

El control cultural del Régimen, previo a la política y marco de la misma, ha tenido en el grupo PRISA a su mejor gestor (encargao) y a pesar de su notoria decadencia, sigue acudiendo fiel a su cita con la sanción cultural. Salen al corte como Rudiger. Son los Rudiger gramscianos de la organización.

No es lo normal. Lo normal es el silencio. A lo que resulta incómodo o simplemente impertinente, el mandarinato cultural le suele aplicar el ostracismo, pero hay ocasiones en que eso ya no es posible. Hay obras o autores sobre las que ya se debe decir algo y esto le sucede felizmente al director José Luis López-Linares, que estrenó Hispanoamérica, canto de vida y esperanza  con éxito y asistenciadel Rey, lo que rasgaba el velo de ostracismo.

Así que el diario ElPaís, intelectual orgánico del régimen de la Transición primera y de la segunda etarra, le dedicó una página. Llamó para ello a un ‘experto’ (en el Covid aprendimos a conocer la mecánica y límites de la expertez). Tratándose de una película, el experto normalmente sería un crítico cinematográfico, pero llamaron a un historiador a mirarle detrás de la oreja. La obra de López-Linares requería del mayor rigor porque contiene un artefacto sospechosísimo: la Hispanidad.

Las ideas que expresa López-Linares no se pueden dejar circular sin más. Así que el experto historiador aplica un repaso tan sesgado como puntilloso, llegando a reprochar que no se haya tenido en cuenta el «imperialismo ecológico». Se trata de apabullar: aplicar a una película unas exigencias propias de un trabajo académico. Qué riguroso todo, pensaríamos, si no fuera porque despacha la recensión (las películas suelen tener críticas, no recensiones) con la palabra mágica: nacionalcatólico. ¿Con qué precisión, con qué justificación?

Para Martínez Shaw, la leyenda negra se desmontó ya en la academia, de modo que referirse a ella solo puede tener el objetivo de levantar en su lugar otra versión igual de equivocada. O sea, como lo negrolegendario es una filfa, ¡no se hable más de ello! No se hable más, pero recoja López-Linares en su película de nuevo todas las atrocidades, resistencias, desencuentros…

La Hispanidad esperanzada, se nos acaba diciendo, también es nacionalcatolicismo, lo que tiene dos vertientes. Una es exterior. Hispanoamérica es para la política del régimen, de la que ElPaís es infalible comisario, un espacio estricto de contrición y ciencia histórica de autolacerante neutralidad objetiva. Pero también espacio de negocio. Porque PRISA bien que ha hecho negocios editoriales por allí. Para hacerlo ha mantenido una visión de lo hispano coincidente con la de los imperios posteriores, como si fuera el tributo a pagar por explotar económicamente las posibilidades del unitivo español allí. ¿Es la Hispanoamérica del 78 una concesión de explotación que otorga un colonialismo distinto?

La lengua española prisaica es lengua de sumisión y esa subordinación político-cultural necesita de los historiadores, que controlan de esta forma la historia-aplicada.

La Hispanidad es concepto tabú y subversivo para el régimen y provoca que los historiadores salgan con sus mangueras. La Hispanidad acaba donde los negocios de PRISA en América. Toda proyección o especulación hispanófila adicional es ya mala historia y nacionalcatolicismo, que es otra manera de llamar facha, franquista, fascista.

El mandarinato cultural unos días manda un cómico, otros días un historiador. A veces un Broncano, otras un Martínez Shaw. El nacionalcatolicismo (nacionalcatólico oe, nacionalcatólico oe) es la forma de desactivar cualquier cosa, así que se trata de una etiqueta importantísima y utilísima. ¿Y qué es concretamente? No solo el franquismo en sí, sino cualquier fase de la historia española sospechosa de ser mirada con lentes franquistas. Nacionalcatólico puede ser algo del siglo XXI observando el siglo XVI. La cláusula nacionalcatólica ejerce así un poder de veto sobre nuestra historia entera. El franquismo no solo fue, sino que sigue siendo y además se proyecta retrospectivo sobre el pasado. Es conocido: el pasado domina el futuro y el presente domina el pasado (esto dibuja un intento de proporción áurea). Para extender el franquismo por la historia entera como un paté camboyano están los historiadores, ¡los Broncanos de los archivos con sus jijijajá de intempestiva erudición! Con su dominio firme sobre 40 años de la vida española, ejercido a partir de un mandarinato historiográfico (que ha de ser atroz si observamos lo atroz que es todo lo demás), el régimen controla España entera. Pero repitamos, insistamos: es el control historiográfico, cultural e ideológico de 40 años y su potestad de administrar la sanción de lo «franquista» o «nacionalcatólico» lo que les permite controlar toda visión de España. Lo nacionalcatólico, en última instancia, no es solo lo nacionalcatólico sino lo nacional y lo católico, por separado, y por lo primero no entendemos la forma política (que también), ni por lo católico la Iglesia ni la estricta observancia. Son las manifestaciones antiguas y modernas, modernas y premodernas de lo español. Cualquier consideración orgánica, unitaria, genealógica, reproductiva, amorosa, proyectiva, existencial, enaltecedora de España está motejada de fascista en lo político, risible en lo cultural, y antihistórica en lo científico. ¿Puede, entonces, algo que sea bueno no aspirar hoy a ser, precisamente, nacionalcatólico? Honor a López-Linares por merecerlo.

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