«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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(Madrid, 1983). Diputado Nacional y Vicesecretario de Coordinación Parlamentaria de VOX. Doctor y licenciado en Derecho, doctor en Ciencias Políticas, de la Administración y Relaciones Internacionales, así como licenciado en Historia. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Profesor.
(Madrid, 1983). Diputado Nacional y Vicesecretario de Coordinación Parlamentaria de VOX. Doctor y licenciado en Derecho, doctor en Ciencias Políticas, de la Administración y Relaciones Internacionales, así como licenciado en Historia. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Profesor.

Historia y prospectiva. El futuro de todos

11 de diciembre de 2023

Saber historia sirve, y mucho, para analizar la actualidad. Por ello la historia ayuda a conocer el presente por medio del pasado. Los hechos del pasado, en definitiva, la Historia, influyen tanto en el presente como en el futuro. Una sociedad o una comunidad política no se inicia cada día. No nace cada mañana. Mas, al contrario, siempre es resultado de los acontecimientos pasados, y lo que somos hoy es, en parte, resultado de las experiencias anteriores.

El pasado y el presente configuran el futuro. De hecho, la propia experiencia y la naturaleza humana, junto con el principio de causalidad y la fórmula estímulo-respuesta, nos enseñan, también, las tendencias que pueden acontecer. Es por ello por lo que Sánchez Albornoz escribió que “la historia no es la ciencia de los muertos, sino de la vida, porque el hombre no es al cabo sino historia”.

Los datos y las acciones políticas causan unos resultados. Conocer el pasado y estudiar el presente nos pueden hacer intuir el futuro, aunque, sin duda, no lo determine. El futuro está condicionado por el presente y pasado, pero el futuro no está nunca ni escrito ni definido, por mucho que algunos lo quieran inducir.

La prospectiva y sus estudios no están para predecir el futuro, pero sí nos pueden ayudar a construirlo. Toma por eso sentido la famosa frase de Unamuno de que «procuremos más ser padres de nuestro provenir que hijos de nuestro pasado«. El futuro está por hacer. Por eso El Final de la Historia de Fukuyama siempre fue falso. En un sentido opuesto a Fukuyama, Jacques Attali en su Breve Historia del Futuro, presentó su tesis sobre la evolución mundial en los próximos años que se resume en el enriquecimiento de las élites y en la degradación social y económica de millones de personas. A esta misma forma de proceder, pero con otras conclusiones, responde también el libro de Harari, Homo Deus. Breve historia del mañana.

No cabe duda entonces de que cada generación es depositaria de los errores y de los logros de las generaciones pasadas. Si el futuro está por hacer, todos deberíamos tomar conciencia de lo que cada día nos jugamos también en política. En definitiva; que cada acción política que se emprende, que cada política que se impulsa y que cada día que se publica una norma en el boletín oficial influye en nuestro porvenir y en el de las futuras generaciones.

Desde luego que Sánchez y sus socios tienen muy claro el camino por el que transitan y el destino al que quieren llegar. Si así no fuera, nadie podría entender el permanente afán de la izquierda española por hacer ingeniería social, pretendiendo cambiar las mentalidades y la cosmovisión de la cultura occidental tradicional por otras más acorde con sus ideologías. Dos ejemplos muy claros. Uno, las leyes de memoria, normas que pretenden permear e infundir en las futuras generaciones una supuesta verdad histórica acorde con el relato político del socialismo, el comunismo y el separatismo, logrando, además, en definitiva, estigmatizar como «enfermo» o «loco» al que tenga otra versión de la historia reciente. En conclusión, con este tipo de normas se procura que la historieta llena de lagunas de unos cuantos fanáticos acabe siendo la memoria oficial del Estado. Otro ejemplo lo forman las leyes que limitan y prohíben poner en funcionamiento toda la capacidad industrial de la nación, inspiradas por el fanatismo ecologista que impide hasta investigar y explorar nuestros recursos, o la decisión de Sánchez de no abaratar la energía con centrales nucleares.

A esto tenemos que sumar la constante actividad de los separatistas con el propósito de construir su supuesta nación. No nos engañemos. Los pasos que dan junto con el Partido Socialista les hace seguir avanzando en la creación de nuevos privilegios territoriales y de extremar las diferencias para intentar hacer ver que las regiones en que actúan sus respectivos partidos son naciones. Como si las diferentes tradiciones fueran de por sí manifestaciones de genuinas realidades nacionales. Ambos elementos alimentan su ideología y les hace aumentar sus posibilidades de éxito. Y todas estas actuaciones las llevan a cabo con la descarada complicidad del socialismo español, que ni es capaz de proteger los derechos de todos en esos territorios.

En España, los pactos de Sánchez con los separatistas nos revelan tanto la España que quiere el Partido Socialista como las consecuencias que, de no remediarlo, aparejarán para España y los españoles. Favorecer de esta manera a los que quieren terminar con España, a los que desprecian nuestra unidad y cohesión, y privilegiar a los desleales a costa de todos, no es fruto del azar. El PSOE ha decidido pactar asuntos fundamentales con los separatistas; estos pactos nos ilustran sobre la España que tendremos si no reaccionamos quienes conservamos una mínima conciencia nacional. Las decisiones políticas son así: tienen consecuencias para el presente y el futuro. 

Estamos ya viviendo bajo una Constitución política que no se cumple. Se han dinamitado principios como el de seguridad jurídica, la separación de poderes, la independencia judicial, o que no existan privilegios económicos y sociales entre regiones.

El PSOE pretende configurar junto con sus cómplices separatistas una nueva realidad ya totalmente desconectada de las previsiones constitucionales, lo cual equivale a una derogación de facto de la propia norma fundamental. Quizá el intérprete de la Constitución, hoy sin disimulos un tribunal dirigido por el poder político y desprestigiado al máximo, haga interpretaciones creativas y pintorescas para decirnos que lo que la nación entendía de una manera, resulta que ahora es de otra. Esa realidad es la diseñada por los separatistas, Sánchez y los comunistas.

El PSOE sabe que el modelo no está ajustado a la Constitución, pero en vez de hacerlo por medio de la reforma, prefiere hacerlo de facto, y quizá dentro de un tiempo venga queriendo adaptar a la letra del texto constitucional la nueva situación territorial. De momento está aplicando ese modelo ignorando la letra y el espíritu de la Constitución, y ello con tal de seguir en el poder y de poder moldear España a su antojo e intereses. Y esto solamente desde el punto de vista territorial.

Desde otros frentes, Sánchez atacará las convicciones morales y religiosas de la mayoría de los españoles. Embestirá contra nuestra identidad y tradiciones. Reducirá la clase media para hacerla más pobre. Nos adentrará en ciudades con barrios distintos a los que conocíamos. Seguirá alentando a la inmigración ilegal de culturas incompatibles con la nuestra. Crecerá, sin duda, la inseguridad. El campo se ahogará más y, en cambio, el ecologismo radical reducirá nuestras libertades individuales y colectivas. En definitiva: menos industria y más miseria; menos prosperidad y más ideologías. Y, por supuesto, se inventará nuevos problemas. 

Para dar la batalla y resistir, para después reconstruir, son necesarias la convicción y la determinación de querer cambiar el rumbo de España. Los tibios y los que miran para otro lado no servirán para la nueva tarea de cambiar la dirección enfurecida y a toda velocidad que han marcado Sánchez y los separatistas. Ya sabemos la que es. Van a por una España sin España. Más pobre, más triste, menos social y menos orgullosa de sí misma. Sufriremos mucho. De hecho, ya sufrimos al ver que nos duele España, y que, sabiendo de nuestras posibilidades, estamos enfrascados en una espiral que nos limita como nación y como gran empresa de todos. Sólo depende de nosotros cambiar el triste destino al que nos lleva Sánchez. Debemos. Lo lograremos.

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