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Alfonso Ussía Muñoz-Seca. Madrid 1948 Escritor. Premios. Mariano de Cavia, González-Ruano, Jaime de Foxá y Baltasar Iban. Especial Ejército, Fundación Guardia Civil y FÍES de periodismo. 53 libros. Distinciones. Gran Cruz del Mérito Naval. Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. Medalla de Oro de Madrid. Cruz de Plata de la Guardia Civil. Entre ABC, Tiempo, Época, y La Razón, más de 20.000 artículos. Pluma de Plata y Pluma de Oro.
Alfonso Ussía Muñoz-Seca. Madrid 1948 Escritor. Premios. Mariano de Cavia, González-Ruano, Jaime de Foxá y Baltasar Iban. Especial Ejército, Fundación Guardia Civil y FÍES de periodismo. 53 libros. Distinciones. Gran Cruz del Mérito Naval. Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. Medalla de Oro de Madrid. Cruz de Plata de la Guardia Civil. Entre ABC, Tiempo, Época, y La Razón, más de 20.000 artículos. Pluma de Plata y Pluma de Oro.

La envidia del poeta

21 de marzo de 2021

Termina de editarse un gran libro, impulsado por el europarlamentario de Vox y gran escritor, Hermann Tertsch y coordinado por Pedro Fernández Barbadillo. “Memoria Histórica, Amenaza para la paz de Europa” en el que he tenido la fortuna de colaborar. Mi capítulo se refiere al asesinato en Paracuellos del Jarama de un inocente entre seis mil inocentes más. Se trata de mi abuelo materno, Pedro Muñoz-Seca, el gran comediógrafo y heroico español que murió perdonando a sus verdugos. Pero no fueron sus verdugos exclusivamente los que dispararon a los inocentes. El máximo responsable del genocidio, en obediencia al camarada Stalin, fue Santiago Carrillo Solares. Pero la nómina de los verdugos es extensa.

Rafael Alberti fue un poeta portentoso. Para mí, que soy más albertiano que lorquiano, junto a Federico ocupó la cumbre de la gongorina Generación del Veintisiete. Sus poemarios de la juventud, especialmente “Marinero en Tierra” y “A la Pintura”, son fabulosos. Su poesía en la guerra, deplorable. Se recupera en el exilio argentino con sus “Canciones del Paraná” y plenamente en Roma con “Roma, Peligro para Caminantes”. Casi siempre en sus versos, su nunca vencida nostalgia del mar, la bahía de Cádiz y el Puerto de Santa María.

Pepín Bello reveló que a Rafael Alberti le carcomía la envidia que sentía de Federico García Lorca

Quien más trató, quiso y fue bien tratado y querido por toda la generación de aquellos grandes poetas –Lorca, Alberti, Cernuda, Salinas, Giménez Caballero, Prados, Altolaguirre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Bergamín-, fue Pepín Bello, que falleció pocos años atrás, casi centenario. Bello, que era liberal, dislocó el tópico comunista cuando afirmó que Federico no lo fue jamás. Y en una entrevista, hablando de Alberti, ya sin pelos en la lengua y con la valentía que concede la cercanía del fin, Pepín Bello reveló que a Rafael Alberti le carcomía la envidia que sentía de Federico García Lorca. “Rafael era sólo un gran poeta. Federico, además de un gran poeta, era un personaje con un atractivo y una simpatía excepcionales-. 

Vicente, que no era comunista, insistió e insistió en favor de don Pedro, pero Rafael no movió un dedo

Además de envidioso, Alberti no estaba metido en el cuerpo de un hombre bueno. En una cena con don Antonio Garrigues, Eugenio Suárez, el que firma y José Bergamín en el Club Financiero Génova, Bergamín, que era un simpático bicho, opinó que Alberti siempre se comportó como una mala persona. Bergamín todavía vivía en Madrid y no se había trasladado a la casa de Alfonso Sastre, el gran tonto, y Genoveva Forest, terrorista en el atentado de la calle del Correo, para morir en Fuenterrabía y ser enterrado como un dirigente cultural de Herri Batasuna y la ETA. El señorito madrileño-malagueño que se retrataba con mono de miliciano recién estrenado –jamás se acercó al frente-,murió como un batasuno amargado por su propia desfachatez.  

«Vicente, no sigas dándome la lata con Perico Muñoz-Seca. Ya lo hemos matado»

Cuando fue detenido don Pedro Muñoz-Seca, su hermano menor, el doctor pediatra don José Muñoz-Seca, le rogó a Vicente Alberti, hermano de Rafael, que intercediera por el autor portuense. Los Muñoz-Seca y los Alberti eran paisanos del Puerto de Santa María, y compañeros de colegio. Vicente, que no era comunista, insistió e insistió en favor de don Pedro, pero Rafael no movió un dedo. Al fin, un día de diciembre de 1936, Rafael Alberti llamó a su hermano. “Vicente, no sigas dándome la lata con Perico Muñoz-Seca. Ya lo hemos matado«.

En el palacio incautado de los Marqueses de Heredia-Spínola, en la calle del Marqués del Duero de Madrid, se celebró a principios de diciembre la cena de la Alianza de Escritores Antifascistas, bajo la presidencia –siempre presiden los que pagan-, del embajador ruso, Iliá Ehrenburg y el Gran Comisario Koltsov, el representante de Stalin en Madrid durante los inicios de la Guerra Civil. Se sirvió caviar, langosta, colas de cigalas, “pescaíto frito” y jamón serrano. Los españoles, entre ellos Alberti y Carrillo, se atiborraron de caviar y los rusos de jamón. En los postres, Albertí se incorporó para hablar: “Señoras y señores, compañeros, camaradas. Mi gran amigo Santiago Carrillo, Delegado del Orden Público y Seguridad, me acaba de comunicar que hoy ha ‘muerto’ uno de nuestros mayores enemigos, el católico, monárquico y fascista Pedro Muñoz-Seca».

«¡Son gajes de la guerra!… El mes pasado ellos acabaron con nuestro admirado y queridísimo Federico, Federico García Lorca, y ahora le ha tocado el turno a uno de ellos. ¡Donde las dan, las toman! Con una diferencia, que ellos saben donde cayó y dónde está enterrado su escritor y nosotros no sabemos dónde reposan los restos del nuestro. La razón y el derecho están de nuestra parte. ¡Viva la República! ¡Viva Rusia! ¡Viva Stalin!” (Memoria Histórica. “El Viacrucis de los Escritores Españoles durante la II República, la Guerra Civil y el Exilio. Julio Merino. Volúmen I, 2017)

Grandísimo poeta. Grandísimo canalla. El envidioso.

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