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Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.
Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo y Máster en Periodismo de Agencia por la Universidad Rey Juan Carlos. Tras casi una década en el Grupo Intereconomía (La Gaceta, Intereconomía TV y Semanario Alba), es ahora jefa de Prensa del Grupo Parlamentario VOX en el Congreso de los Diputados.

La historia que no pasó

26 de febrero de 2024

Puede que sea una de las historias más contadas en las facultades de Periodismo. Corría febrero de 1897 cuando el magnate de la prensa —dueño, entonces, del New York Journal— William Randolph Hearst envió a su célebre ilustrador Remington a Cuba, con la intención de que le hiciera llegar material capaz de evidenciar el clima prebélico del territorio. Cuentan que, tras pasar allí unos días, Remington escribió un telegrama a su jefe. «No habrá guerra». Y Hearst, por aquello de «no permitas que la realidad te estropee un buen titular», contestó convencido: «Tú pon las imágenes; yo pondré la guerra». Y hubo guerra.

Verdad o no, la anécdota ilustra con perfección la capacidad de los medios (y hoy también de las redes sociales) para concebir un escenario inventado y convertirlo en realidad. Y eso es lo que sucedió la pasada semana en el Congreso; lugar, por otro lado, que es casa de acogida de inexactitudes, ‘informaciones’ sin contrastar y atentados varios contra el periodismo de rigor. Pero, señores, lo de la pasada semana merece su atención, y su alerta.

Es el turno de intervención de Sumar. La oradora fija la posición de su grupo respecto a una iniciativa presentada por VOX y no repara en gastos a la hora de calificar el trabajo del adversario. Desde «la democracia les estorba» hasta «dejen de hacernos perder el tiempo», pasando por unos condescendientes «si es que alguna vez han leído la Constitución» o «lo suyo es puro odio», la señoría de Sumar deja claro —cristalino— su desprecio hacia los proponentes. Cuando termina, y dirigiéndose a su compañera de comisión, un diputado de VOX murmura: «Madre mía, chaval, me lo voy a pasar pipa». Sí, señores, el Congreso puede sacar de sus casillas a más de uno.

La Comisión avanza con normalidad hasta que, varios turnos de intervención después y para exponer una iniciativa propia, la diputada de Sumar toma de nuevo la palabra. Bueno, el llanto por ser exactos. Se había sentido violentada y atacada por «una frase del señor de VOX». Silencios… miradas de asombro… «¿pero qué pasa? ¿pero qué invento es esto?», que hubiese dicho la maravillosa Sara Montiel.

Aparece en escena entonces el apuntador de la obra; un diputado de Esquerra que, al parecer, había levantado acta notarial del curso de la Comisión. «Yo sé la frase. La he apuntado. Lo he oído perfectamente». Y sentencia: «Madre mía, la chavala, nos lo vamos a pasar bien». ¿Cómoooor? (de Sara Montiel a Chiquito, perdonen pero hay que tomarse las cosas con humor). La diputada haciendo pucheros; el apuntador asintiendo satisfecho por su audacia interpretativa, y la grotesca maquinaria de propaganda izquierdista echando humo. Mensaje de Sumar, cuenta oficial, en X (antes Twitter): «Madre mía, la chavala, nos lo vamos a pasar bien”. Este ha sido el comentario del diputado de Vox refiriéndose de manera machista a Verónica Barbero. Las palabras importan, y no vamos a permitir que se sigan utilizando para violentar a las mujeres».

Una frase que nunca existió por aquí; un aparente ataque machista por allá y tenemos, por arte de magia, el enésimo cuento de la izquierda llorona. Cabe envidiar, eso hay que reconocerlo, la gran capacidad para colocar sus libros, porque a la media hora el asunto estaba en todos los periódicos y se coló a mediodía en los informativos de televisión. He dicho bien; informativos en lugar de cine de ciencia ficción. Pero hay más.

La bola de nieve ha encontrado una ladera larga y hay margen para engordarla aún más. Irrumpe en escena Yolanda Díaz (quien a buen seguro ya sabía para entonces que la frase pronunciada no se había pronunciado, en realidad, jamás. Pero, si lo hizo Hearst… vamos allá, palabra de vicepresidenta): «Que te digan ‘madre mía, la chavala, nos lo vamos a pasar bien’ es machismo. Es intolerable. Debe pedir perdón. Las mujeres no vamos a soportar estos comentarios en ningún espacio. #SeAcabó». ¡Se acabó! (Sara Montiel; Chiquito y ahora, María Jiménez. Qué columna tan folclórica!). Yolanda, ¿qué se acabó? Los ataques a mujeres en el Metro de Barcelona no se han acabado (y a ti te da igual). Los violadores que salen a la calle antes de tiempo por la ley que tú apoyaste tampoco han acabado. Los problemas de las mujeres del campo no han acabado, porque tu Gobierno sigue votando para arruinarles sus negocios y sus vidas. ¿Qué se tiene que acabar? Va una respuesta, Yolanda. Se tendría que acabar la utilización ridícula de la condición de mujer. Se tendría que acabar la piel fina y mema de quien ostenta un cargo público y no tiene empacho en aplaudir las descalificaciones personales al adversario (y la adversaria) pero se siente ofendido en perpetuidad por los hombres de la derecha. Se tendría que acabar vuestro cansino discurso victimista que en nada ayuda a las mujeres.

Y también se tendría que acabar, por cierto, la impunidad para el periodismo de chisme que, con su desprecio a la verdad, lo que desprecia, en realidad, es a sus lectores, espectadores y oyentes. Que pierdan, con cada mentira, un poco del crédito que les otorgan cada mañana quienes les escuchan. Que dejen de contarnos historias que no han pasado. Que dejen los cuentos para el teatro.

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