«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

La izquierda y la sanidad

19 de febrero de 2023

La izquierda, hasta hace pocos años, pretendía establecer un sistema: el marxismo leninismo de antaño, la socialdemocracia más o menos escandinava de hogaño. Otro intento más moderno de imponernos un sistema es el populismo sudamericano de los Chaves, Laclau y compañía, pero, salvo para algunos podemitas bastante ilusos, pelmas y muy minoritarios, no es previsible que tenga recorrido en sociedades tan avanzadas como la española.

Hoy, la izquierda parece que gana tiempo hasta que a alguien se le ocurra un nuevo sistema y, por ello, se dedican al picoteo de distintos filones: el denominado tribalismo de la izquierda moderna. Y así, feministas radicales, militantes del clima, veganos, animalistas, indigenistas, LGTBs y demás etcéteras, confluyen en la izquierda reclamando unos derechos. No voy a valorarlos hoy, desde la posición moral ―en esto siempre hay una coincidencia― de los ofendidos, los perseguidos. Lógicamente, hay una cierta adaptación local a todos estos filones, por llamarlo de alguna manera, pues al final lo son: filones de ofendidos, filones de apoyos, filones de votos; filones que, desde el común denominador de una presunta injusticia presente, pasada o incluso futura, se defienden y votan abrumadoramente a la izquierda.

Junto a estos colectivos ―es la palabra que usa la izquierda para definir esta amalgama― había también una serie de cuestiones que eran monopolio de la izquierda: la cultura, la educación y la sanidad eran las más representativas.

De la cultura poco hablaré porque desgraciadamente ha desaparecido prácticamente de nuestra sociedad, salvo que entendamos que la gigantesca industria del entretenimiento es cultura. De ahí que el esfuerzo «gauche» se limite ya prácticamente a la celebración, por llamarle de alguna manera, de los premios Goya.   

Con la educación parece que la izquierda también se ha cansado y ya no hay tanta agitación. Son muchas las razones: el cambio social, las diferentes demandas educativas en un mundo muy tecnológico, el fracaso de lo público… También, quizás, sea el cansancio de poner en marcha mareas que poco o nada contribuyen a resolver el gravísimo problema que tiene la formación de muchos de nuestros jóvenes. Las mareas de la izquierda ya solo se plantean para reivindicar subidas salariales de los profesores. Unos salarios que en sintonía con casi todo lo público, ya están muy por encima de las del sector privado, pese a los resultados descritos.

Hoy, vuelve la sanidad al centro del debate, particularmente en Madrid, aunque los datos son ciertamente apabullantes sobre la calidad, más bien excelencia, de la sanidad pública madrileña. Los madrileños, con más de 85 años, tenemos una de las mayores expectativas de vida del Planeta. Las encuestas de los usuarios o pacientes de la sanidad pública madrileña indican un altísimo nivel de satisfacción. Los hospitales públicos madrileños se encuentran entre los mejores en varios rankings y, por supuesto, el destino de los mejores MIR de España sigue siendo Madrid. Los datos de listas de espera y pacientes por médico son mejores en Madrid que en muchas regiones gobernadas por la izquierda. Pero, y aquí está la clave, la izquierda ha entendido que, ante una sociedad avejentada y atemorizada tras el COVID, la salud es, siguiendo el dicho, lo primero. La izquierda maneja mucho mejor los miedos y los sentimientos que la derecha. 

A este caldo de cultivo de los pacientes hay que añadir la creciente frustración que se produce entre médicos y sanitarios. Tienen que pasar por una formación muy larga y exigente, quizás la más dura de cuantas existen. Hay que tener mucha vocación para ser médico en España para luego enfrentarse a una vida con unos sueldos dignos pero muy justos, mucho trabajo y unos protocolos médicos que dejan poco margen de maniobra. A esto último, hay que añadir la impresionante innovación tecnológica: en particular, la robotización y la inteligencia artificial que pueden convertir a los médicos y sanitarios en poco más que atentos observadores. Urge una reformulación de la profesión y de su enseñanza. No tiene sentido estudiar tanto y durante tantos años para acabar viendo como tu trabajo lo hace un robot.

Concluyo que viviremos una avalancha para que la sanidad pública esté en primera línea del debate al menos hasta las distintas elecciones de este año. Luego, más tarde, la izquierda seguirá dando palos de ciego en la piñata de los votantes.

.
Fondo newsletter