«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La oligarquía en la Iberosfera

14 de abril de 2021

Escribe Nicolás Gómez Dávila, el agudo pensador colombiano: “La frustración es el carácter psicológico distintivo de la sociedad democrática” (pág. 593 de sus Escolios). No es difícil aventurar que el autor está pensando en los países iberoamericanos. Es decir, alude a los muchos ejemplos de democracias fallidas, “distorsionadas”, según la calificación de Juan J. Linz, que han dominado la historia contemporánea de la Iberosfera. Son muchos los casos, en los que las buenas intenciones democráticas acaban en frustración general. Ya se sabe: “la frustración genera agresión”. Es decir, los repetidos ensayos de sistemas democráticos han sido degradados por la violencia y la corrupción, al final, por el “golpismo”. Se trata de un recurrente suceso, como expresión del autoritarismo, sea civil o militar.

Podríamos hablar, también, en el territorio de la Iberosfera, de “democracias oligárquicas”, resistentes a los cambios sociales en favor de más igualdad social. La causa de la inestabilidad ha estado, precisamente, en el mantenimiento de atroces desigualdades sociales, que han propiciado tantas formas de resentimiento y violencia. No es el momento de dilucidar la causa de las persistentes desigualdades, a la larga, incompatibles con la democracia.

Con tales taras de la psicología colectiva, el conjunto de los países de la Iberosfera no ha podido lograr una tradición sostenida de democracia

España no se excluye de esa historia secular de pronunciamientos, guerras civiles, atentados sangrientos, regímenes autoritarios de una u otra calaña. Bien es verdad que, de momento, gozamos los españoles de una cierta paz social, aun con el recuerdo del reciente terrorismo. El efecto más llamativo y persistente de la degradación democrática, en España, ha sido la corrupción institucionalizada. La cual no solo es la apropiación particular de los dineros públicos por parte de algunos gobernantes. Cuenta, también, la implantación del amiguismo (particularismo, populismo, clientelismo), como modelo de selección del personal político. Como dicen los mexicanos: “Ningún general resiste un cañonazo de un millón de pesos”.

Es evidente que, con tales taras de la psicología colectiva, el conjunto de los países de la Iberosfera no ha podido lograr una tradición sostenida de democracia, como Dios manda. Esa es la gran frustración histórica.

La estrambótica buena relación entre los Gobiernos de España y Venezuela se trata, en el fondo, de una renovada forma de autoritarismo

Últimamente, en las democracias formales de algunos países de la Iberosfera (incluida España) se ha producido una cierta alternancia de los Gobiernos, con partidos de derechas y de izquierdas. Parece un logro histórico. Sin embargo, lo que cuenta, en definitiva, es, lo que podríamos llamar, el “progresismo dominante”, con varios nombres. Es la ideología prevaleciente, por encima de la casuística de los distintos Gobiernos. Es lo que explica, por ejemplo, la estrambótica buena relación (con ambivalencias) entre los Gobiernos de España y Venezuela. En el fondo, se trata de una renovada forma de autoritarismo, aunque, con ropajes democráticos.

Se impone una verdadera revolución democrática en los países de la Iberosfera. Se trataría de una democracia auténtica, si la comparamos con las experiencias del último siglo. Comprendo que una declaración en esos términos es, más bien, un desiderátum. ¿Por qué hemos de renunciar a la esperanza, pensando, sobre todo, en unos pueblos tan vitales?

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