Resulta complaciente creer que el enorme número de ensayos que se publican anualmente en España tienen un impacto real sobre la población. Creer que los sesudos análisis acerca del federalismo o del etnonacionalismo sirven para escorar hacia algún lado la opinión pública. Sin embargo, la realidad es muy otra y otros son quienes, en realidad, marcan o consolidan las tesis dominantes. Una Rociíto ahorra cien analistas. Ajustados al biotopo político del que se nutren, cómicos y famosos de variado pelaje constituyen la herramienta más poderosa para consolidar contenidos ideológicos. Conscientes de tal realidad, quienes tratan de aparecen como transgresores, se cuidan muy mucho de no morder la mano que les da de comer.
Atrás quedaron los Pajares y Esteso, atrás unos Martes y Trece que hoy serían cancelados sistemáticamente, atrás un Gila, pero también un Eugenio de difícil encaje en el humor militante que debe criticar a la aldea vecina. Asentada la estructura autonómica, en las regiones que fantasean con su liberación nacional han proliferado politizados graciosos que distribuyen el pasto espiritual entre su fanatizada clientela. Dentro de esta particular variedad destaca la factoría que opera en TV3, televisión pública dedicada a fomentar la hispanofobia cuya labor será completada a partir de esta semana por Radio Televisión Española, toda vez que en sus desconexiones para Cataluña ha decidido asumir los elevadísimos costes de las gracietas de Empar Moliner, cuya mayor hazaña fue quemar un ejemplar de la Constitución española, y de las de Toni Soler, que, junto a Jair Domínguez, otro cómico del régimen, ha acaparado los focos mediáticos recientemente a cuenta de la Virgen del Rocío y de una reedición de la ridiculización de los andaluces. El programa, pagado con los impuestos de los españoles, lleva el muy apropiado nombre de «La Ruina» y será producido por Mediapro, propiedad de Jaume Roures, baranda de Pablo Iglesias.
Así pues, durante 10 programas de 50 minutos, los cómicos adscritos al lazismo podrán seguir cultivando sus obsesiones favoritas, todas ellas vinculadas a su negativa idea de España, y exhibiendo un supremacismo que suele tener como contrafigura de su narcisismo a los andaluces, esos, en palabras del cabecilla del clan Pujol, hombres destruidos, poco hechos, atrapados en un «estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual» del que forma parte la mismísima Virgen del Rocío, advocación que, al contrario que ocurre con la Moreneta, se puede vilipendiar pues, al cabo, quienes cruzan con ella el río Quema son parientes de esos ñordos que, asentados en lugares como Santaco, siguen hablando un español muy similar al empleado por la enfermera recientemente hostigada por criticar la exigencia de tener que demostrar el nivel C1 de catalán para desarrollar el arte de Hipócrates.
España, en definitiva, sigue pagando, y muy bien, a traidores ora solemnes ora pretendidamente irreverentes, siempre en sintonía con la ideología y la financiación hegemónicas. Casi dos décadas después de que Pascual Maragall afirmara que con el nuevo Estatuto impulsado por Zapatero el Estado tendría en Cataluña un carácter meramente residual, Radio Televisión Espantosa —Rosa María Mateo dixit— se suma a esta estrategia ofreciendo una nueva ruina.