«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La Torre de Babel en España

8 de abril de 2023

Definitivamente, la lengua española o castellana (la ambivalencia está ya en la Gramática de Nebrija) se expande en el mundo, pero se encoge en España. Puede que parezca algo irracional; más es real. En las regiones donde también se habla otra lengua (Galicia, Vasconia, Navarra, Cataluña, Valencia, Baleares) se extrema el ímpetu político para ampliarlas, con el consiguiente retroceso de la lengua común. La razón (si se puede decir así) es que los partidos nacionalistas o separatistas necesitan cualquier ocasión para medrar más. Lo mejor es fomentar la lengua privativa de la respectiva región. Lo que en la práctica se traduce en el intento de arrinconar al castellano. Se trata de una sutil forma de racismo. Tanto es así que, en Cataluña, con la mitad del vecindario castellanohablante, es muy difícil recibir la enseñanza obligatoria en español. La explicación está en el hecho de que los catalanoparlantes son siempre los que mandan. A pesar de lo cual, se puede certificar la paradoja de que, nunca como hoy, ha sido más elevada la proporción de catalanes que pueden expresarse en castellano. Empero, se cerró la posibilidad de muchos estudiantes universitarios («los erasmus») que llegaban de otros países a Barcelona para perfeccionar el aprendizaje del español. Esa función se ha realzado en Salamanca, por ejemplo.

Hay otro fenómeno que actúa sobre el deterioro del castellano en España. Simplemente, en todo el país ha decaído el cultivo de la lengua y la literatura en la enseñanza obligatoria. A ello ha contribuido, paradójicamente, la generalización de las comunicaciones «digitales» (se manejan normalmente con los dedos de las manos). No se espere que cada uno de los «mensajes» usuales contengan más de media docena de frases. Resulta así una comunicación entrecortada, telegráfica. En tales escritos no se acepta la lógica proporcionada por la coma y, no digamos, el punto y coma o los dos puntos. Habría que volver a la consideración de que la enseñanza de la lengua y la literatura no fuera una materia exclusiva de «Letras», sino que llegara a todo el estudiantado.

La exigencia de conocer mejor el idioma común se deriva de este hecho: cada vez es mayor el número de textos que hay que leer. Por eso mismo, se impone refinar un poco más las normas de escritura. Al principio, parecerán un tanto estrictas, hasta escrupulosas; sin embargo, acabarán por imponerse por razones pragmáticas.

Recientemente, los académicos de la Lengua y afines se han reunido en Cádiz para tratar del caos lingüístico aquí señalado. También puede ser que el cónclave se haya reducido a disfrutar de unas buenas vacaciones a mesa mantel con el recuerdo de las chirigotas y comparsas de los famosos carnavales. Más rentable habría sido que el conciliábulo se hubiera propuesto poner al día las normas de escritura en el orbe «digital». De eso no ha llegado ninguna noticia. Preocupa, por ejemplo, la supresión de las correspondientes tildes en muchos de esos escritos. Dicen que es cosa práctica; pero, para mí, que es una nueva fuente de confusión. Por cierto, entrando en la pequeña polémica, mi parecer es que, tanto el adverbio «solo» como los pronombres demostrativos («estos, esos, aquellos») no deben llevar tilde. Tampoco es malo que convivan diversas opiniones sobre el particular. Esto de la lengua no es una ciencia exacta, sino una realidad viva.

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