Con un muy medido y lánguido tono de voz y un morado (ergo, feminista) vestido, la ministra Irene Montero subió el pasado jueves a la tribuna del Congreso para, tras mirar con gesto doliente a la Cámara, afirmar que ese día —el de la chapucera derogación de la llamada ley de «sólo sí es sí»—, era «triste». «El más difícil», dijo, que ella ha vivido en el Parlamento «como ministra».
Y, miren, aunque los políticos juegan casi siempre con la ventaja que les da la sobreinformación (24 horas al día de notificaciones, alertas, vídeos virales, titulares a la carta, cada día un escándalo que tapa y hace olvidar el anterior…), sirva esta columna para dejar constancia escrita de la desvergüenza que supone semejante desahogo personal, tamaña soberbia.
Los primeros seis meses de ley «sólo sí es sí» pusieron en la calle a 103 agresores sexuales. (A violador suelto cada dos días, con la matemática en la mano, señora ministra). Otros 943 más vieron rebajada su condena (5 pederastas o abusadores por día aproximadamente, señora ministra). Pero la ministra se puso triste el jueves.
Fue mal día para que la titular de ¿Igualdad? exhibiera sus prioridades emocionales; mal día porque coincidía con la condena a cinco años de prisión del sujeto que en 2019, mientras disfrutaba de un permiso penitenciario, agredió sexualmente a una menor. Fue su cuarta violación. Y todo apunta a que no será la última, porque gracias a la laxitud penal de «sólo sí es sí», en breve volverá a recorrer las calles. Y, si no hay dos sin tres… seguramente tampoco cuatro sin cinco. ¿Eso no le entristece, ministra?
Los hechos indican que no, porque tanto su gobierno como el resto de grupos de la Cámara, Partido Popular incluido, votaron en contra de las reiteradas peticiones de VOX para aumentar las penas para los agresores sexuales. Más penas para los más malos. Y prisión permanente (ahorrémonos la coletilla de revisable) para los peores. Pero nuestros políticos, a excepción de VOX, están en contra del punitivismo penal.
Pues hablemos de punitivismo penal. Que le digan la señora ministra y los diputados de PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos a las mujeres agredidas que no hay diferencia alguna en que su violador pase cinco años en la cárcel y luego vuelva a pasear por los parques a que esté dos décadas -o toda la vida, si es un violador en serie- sin salir a la calle.
La prisión permanente —escandaloso ejemplo de punitivismo penal para la muy sensible ministra— llegó tarde para los malnacidos asesinos de Laura Luelmo y Álex, el pequeño de Lardero. Quienes les quitaron la vida ya lo habían hecho antes, y estaban en la calle. Mire, señora ministra, a los familiares de estas víctimas y dígales que el punitivismo penal no funciona.
Explique, ministra; expliquen, señores del Gobierno y del Partido Popular, por qué los violadores reincidentes que han salido a la calle con la bazofia de «sólo sí es sí» no se pudrirán en la cárcel si vuelven a violar. Expliquen, PSOE y PP, por qué se han negado a que, si cometen un sólo delito más, éste sea el último y que su condena sea de por vida. Expliquen por qué se han conformado con un retoque estético y político que no protege de verdad a mujeres y niños.
Diga, ministra, que en su muy sensible código ético ocupan más espacio el violador en serie y el inmigrante inadaptado que la seguridad de una niña o la paz de una anciana (dicho esto en referencia a los agresores de la menor de Barcelona y de la anciana de Figueres).
Reconozca, señora ministra, que la tristeza sólo le aflige porque se siente humillada políticamente.
Y recuerde, cuando vuelva a su despacho ministerial, que un escándalo como el que ha protagonizado su Gobierno se salda con un burdo parche y sin una sola dimisión. Tampoco la suya. Con eso, quizá se le pase la pena.