Las brujas le han dicho a Putin que va a ganar la guerra. Tengo para mí que parte de su empecinamiento asesino es fruto del chamanismo. Los comunistas del siglo XX prohibían en público este tipo de prácticas mientras que las encargaban en secreto. Los comunistas contemporáneos manifiestan en público su pasión por la brujería. Es algo que comparten Maduro, Arce, y Morales, entre otros. Putin, que tiene más afilado el sentido del ridículo, no reconoce esta pasión esotérica, pero también se deja impresionar por las adivinas de puertas adentro, donde le vaticinan solo lo que él quiere que le vaticinen, porque a veces los conjuros fallan contra el Novichok y hasta las hechiceras más poderosas tienen su pequeño instinto de supervivencia.
A propósito, también Hitler era gran aficionado a los adivinos, y entraba en trance con el número 7, considerado mágico. En realidad, le hicieron mucha gracia los astrólogos mientras le fueron favorables sus vaticinios. Cuando a principios de 1941 dejaron de predecir cosas bonitas, sus asesores con bola de cristal cayeron en inmediato descrédito.
Las fuerzas del mal que envenenan el mundo están, una vez más en la Historia, empujando a Occidente a otra gran guerra
Hace unos días un centenar de brujas se reunió en Moscú para lanzar maldiciones a los enemigos de Putin, y loas a una foto del presidente iluminada por una vela. Al frente del circo estaba Alena Polin, la hechicera amiga del Kremlin, que dedica la mitad de sus videos a sus cosas de las bolas de cristal y la otra mitad a exaltar la bondad geopolítica de Putin, pero no aclara qué parte de sus diatribas es adivinación y qué parte es opinión. Esta lunática chamanista fue capaz de predecir la invasión de Ucrania tres meses antes de que ocurriera, no sé si lo logró mirando la ubicación de los astros o preguntando en su alcoba.
Más tarde, al poco de comenzar la guerra, la bruja vaticinó un imperio ruso fuerte con el desarrollo del turismo, la economía y la educación, y dibujó un mapa con una Ucrania inexistente, dividida, y rusa, sembrando escabrosas dudas incluso sobre el futuro de países cercanos como Polonia. Hay quien defiende que esta pasión de las harpías por el autócrata son solo piropos al líder en legítima defensa, ya que no hace tanto que la Policía desplegó un dispositivo antiterrorista para detener a golpes a un chamán siberiano moribundo que aseguraba haber recibido de Dios la orden de expulsar a Putin de Moscú; también te digo que yo, si soy Chamán en Siberia y los posos del café me ordenan ir al Kremlin a decirle a Putin a la cara que se vaya, y tal vez comience por cambiar de cafetera; que hay formas más divertidas de arruinarse la vida.
En esta hora oscura de la Historia, me siento mucho más cómodo bajo el manto de Nuestra Señora que a los pies de las cien brujas maldicientes de Putin
Sin embargo, sospecho que esta última sesión de brujería moscovita es real y es oficial. Las fuerzas del mal que envenenan el mundo están, una vez más en la Historia, detrás de la brutalidad rusa contra civiles, y empujando a Occidente a otra gran guerra. El emotivo video que Zelenski expuso al Capitolio responde a un propósito claro —y legítimo— de remover conciencias para lograr su objetivo, y no es posible permanecer indiferente ante esas imágenes. A los cristianos no nos resulta difícil ver, en esas madres caminando como zombies con sus bebés muertos en los brazos, la huella del mal más extremo, la sonrisa repugnante de Satanás y el llanto conmovedor de Cristo.
Quizá por eso, mientras Occidente no acaba de comprender que estará en la guerra aunque no quiera, sea tan significativa la consagración de Rusia al Sagrado Corazón de María del próximo 25 de marzo. La Iglesia, a sugerencia de los obispos ucranianos, responde así otra vez a la petición expresa de la Virgen a los pastorcillos de Fátima en 1917. Que, después de todo, el mal hay que combatirlo en todos los frentes, también en el espiritual, donde a fin de cuentas se origina, a menos desde que el primer troglodita descubrió que podría hacerse con los bienes de su amigo partiéndole una estaca en la cabeza. También en esto, supongo, hay que posicionarse. Y personalmente, en esta hora oscura de la Historia, me siento mucho más cómodo bajo el manto de Nuestra Señora que a los pies de las cien brujas maldicientes de Putin.