«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.

Las sales

10 de enero de 2023

Ahora que la izquierda española pide las sales y compite a ver quién condena más fuerte el asalto a las instituciones de una turba brasileña conviene recordar lo evidente: aquí vivimos lo mismo. Nadie me lo tiene que contar. Yo estaba dentro. 

Durante días tuve que pasar controles para entrar al Congreso de los Diputados. Una enorme valla rodeaba el Parlamento. Les faltó poner concertinas. Esperábamos la investidura de Rajoy y, como respuesta, se anunciaba a bombo y platillo un asalto ilegal alentado por varios partidos. Al acabar la jornada, yo salía con mi coche desde el garaje y conducía varias manzanas acordonadas por la Policía para evitar el ataque de aquellos energúmenos que gritaban tras el cordón defensivo. 

Ahora que los comunistas, los socialistas y el nacionalismo pide las sales, conviene recordar que entonces pasó algo mucho más grave: diputados españoles salieron a la calle para apoyar y manifestarse al lado de los que rodeaban el Congreso y exigían acabar con los que estábamos dentro. Allí estaban los Garzones, Monederos y Mayorales, los Iglesias y los Errejones. 

Habrá más rebeliones. Y serán perdonadas. Contempladas con una sonrisa suficiente. La misma que Arzalluz dirigía a los cachorros etarras

Albertito llegó a legitimar «opciones no parlamentarias que debían materializarse en la calle». Clarinete. Pabler apoyaba la marcha violenta que veía «saludable». El jarabe. Todos declaraban muy dignos, tras haber perdido las elecciones, que el Gobierno que de allí saliera era ilegítimo. Un golpe en toda regla, vaya. 

Nadie tiene que contármelo. Tuve que escapar corriendo del Congreso por la puerta de la calle Cedaceros bajo una lluvia de insultos, latas de cerveza y mecheros. Una lluvia que retrata a la turba. Nadie, ninguno de los diputados que se unieron a aquel asalto delictivo, condenó la agresión. Éramos fachas. Y contra el facha todo vale. 

Ahora que el PSOE pide sales y los medios rellenan portadas debemos recordar estas cosas. Porque aquella no fue la única vez vez que la izquierda asaltó la soberanía popular. En Andalucía, tras perder el poder que había ostentado durante cuarenta años, el PSOE fletó autobuses para rodear el Parlamento. Echen un vistazo a las declaraciones de la izquierda esos días, a las portadas. En Cataluña, los diputados de Ciudadanos tuvieron que salir escoltados del Parlament entre una turba de «cedeerres» a los que el president de la Generalitat de Cataluña animaba a apretar.  

No me olvido de otros asaltos menores. Partidos que no podíamos hacer campaña en el País Vasco o en Cataluña. Y dirigentes que disculpaban semejante barbaridad «porque íbamos a provocar». Agresiones en los mítines, declaraciones de «personas non gratas», amenazas. Repasen portadas y declaraciones. Personas que tenían que abandonar manifestaciones escoltados por antidisturbios tras ser agredidos por esa misma turba roja, ministros de Interior que disculpaban semejantes barbaridades. Busquen, busquen. 

Ese es el comportamiento de la izquierda de este país que ya ha comenzado a exigir a la derecha una condena firme. Un paso habitual. Como si la derecha española tuviera algo que ver con los gobiernos de Venezuela o Irán. Como si rodeara el Congreso, fletara autobuses o se hubiera emocionado viendo a unos desarrapados que atacaban en manada, de forma cobarde, a un policía. No por repetida deja de sorprender lo descarado de la táctica. Tampoco la respuesta acomplejada de algunos. 

Los golpistas rodean y asaltan instituciones, mangonean en sus territorios y nos cobran un impuesto revolucionario al resto

Hagan memoria. Porque todas estas salvajadas volverán a suceder muy pronto. Y el Gobierno de Sánchez, a petición de quienes las cometieron, ha rebajado las penas a este tipo de delitos. Habrá más rebeliones. Y serán perdonadas. Contempladas con una sonrisa suficiente. La misma que Arzalluz dirigía a los cachorros etarras, los «chavales de la gasolina», que arreaban duro mientras él recogía las nueces. 

Los golpistas rodean y asaltan instituciones, mangonean en sus territorios y nos cobran un impuesto revolucionario al resto. Sánchez recoge cacahuetes: nos gobierna a todos.

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