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La Gaceta de la Iberosfera
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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Laudatio de un filósofo

21 de noviembre de 2022

En España, a lo largo de su historia, no ha habido muchos. Poetas, sí; dramaturgos y novelistas, también… Pero filósofos, lo que se dice filósofos —nadie los confunda con los mermente pensadores, dicho sea sin desdoro (Donoso Cortés, Unamuno, Julián Marías, Eugenio Trías, Fernando Savater, Javier Gomá et alii)—, ha habido pocos y, en los siglos XX y XXI, sólo cuatro: Ortega, Zubiri, Gustavo Bueno y Antonio Escohotado. De este último quiero dar cuenta, porque hoy, 21 de noviembre, fecha de la publicación de mi columna, se cumple el primer aniversario de su fallecimiento. Cuando la misma salga, yo andaré por Ibiza, donde el filósofo murió, para intervenir en la sesión de público homenaje a su memoria que el Consell de la isla ha convocado.

Es un acto de justicia… De doble justicia, en realidad. Local, la primera, porque Escohotado, que fue en su juventud, como yo mismo, marxista, comunista y hippie, se instaló en Ibiza allá por los años setenta, capitaneó una suerte de comuna libertina y libertaria, descerrajó mediante el uso de sustancias psicotrópicas el acceso a los estado alterados de conciencia, fundó la discoteca Amnesia, que sigue y que con el correr del tiempo llegaría a ser la más célebre y celebrada del planeta, y confirió a la isla una aureola de libertad de costumbres que pese a la actual avalancha del puritanismo woke, de la ofensiva del Ministerio de Igualdad y de la invasión turística no ha perdido por completo.

Escohotado habría merecido el premio Cervantes y, recreándome con gusto en el placer de la hipérbole, que en este caso se me queda corta, incluso el Nobel

El segundo acto de justicia no es local, sino nacional y aun diría que internacional. Escohotado habría merecido el premio Cervantes y, recreándome con gusto en el placer de la hipérbole, que en este caso se me queda corta, incluso el Nobel. No le dieron ninguno de los dos. Así va el mundo, Facundo, pero poco a poco la colosal obra del filósofo y amigo aquí evocado cosecha nuevos lectores, es traducida y transportada a otros ámbitos culturales, suscita cada vez más admiración dentro y fuera de las redes y surca con su quilla el proceloso mar de los sargazos de Internet y el vasto, aunque apacible océano del pensamiento liberal. El homenaje de Ibiza —¡Ultreya!, como gritaban los peregrinos jacobeos al avistar desde la cumbre del Monte del Gozo las torres la catedral de Compostela— es un paso más en ese proceso de sedimentación, consagración y entronización.

¿Por dónde andas, amigo Escota, postrer heraldo de la Hélade? Decíamos ayer… Yo voy a seguir diciéndolo. In Eleusis, veritas

No es éste el lugar indicado para glosar una colosal bibliografía que prolonga, ensancha y completa la tarea de gentes como Aristóteles, Hegel, Hume y Locke, que repican en el elenco de los filósofos favoritos de Escohotado, pero forzoso es recordar dos títulos de apabullante envergadura y ecuménica repercusión: la Historia general de las drogas, en la que el autor sienta las bases de lo que él mismo llama Ilustración Farmacológica frente a la barbarie del prohibicionismo mecanicista y policial, y Los enemigos del comercio, que suministra instrucciones imprescindibles para enderezar los renglones torcidos del mundo de nuestros días, analiza los errores políticos, sociales, económicos e ideológicos cometidos por el bípedo implume a lo largo de su historia y podría (y, a mi juicio, debería) haberse llamado Crítica de la Razón Roja. Yo, en su día, sugerí ese título, que Escohotado consideró y luego desechó.

Kant, por cierto, gimnasta de esos dos plintos que son la razón pura y la razón práctica, fue otro de los filósofos de cabecera de quien a su vez es uno de los míos.

¿Por dónde andas, amigo Escota, postrer heraldo de la Hélade? Decíamos ayer… Yo voy a seguir diciéndolo. In Eleusis, veritas.

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