«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.
Barcelona 1959. Escritor y periodista. Su último libro publicado es “PSC: Historia de una traición” (Deusto, 2020). Premio Ciutat de Barcelona año 2000 en Radio y Televisión.

Lo de Bukele

7 de febrero de 2024

Nayib Bukele ha vuelto a ganar las elecciones presidenciales en El Salvador. En las anteriores este joven con pinta de gamer obtuvo el 53,10% de los votos. Ahora, una vez demostrada su valía, ha obtenido nada menos que un apabullante 85% lo que supone que suyos son 58 de los 60 diputados que conforman la asamblea Legislativa del país hermano. Esto es, en sí, un revulsivo de proporciones cósmicas en un continente, Iberoamérica, que parecía hasta ahora condenado al marxismo más recalcitrante. Si unimos la victoria del joven presidente salvadoreño al reciente triunfo del presidente Milei en Argentina podemos aventurar esperanzados un cambio de ciclo en esas tierras que sentimos nuestras en afectos, historia, lazos y vicisitudes.

Es curioso, sin embargo, como la zurdería ha calificado a Bukele como dictador. Es decir, en unas elecciones democráticas y limpias alguien consigue que su pueblo le preste un apoyo masivo y eso no tiene valor alguno. Ahora, si eres castrista, o chavista, o sandinista, entonces puedes ser un faro de luz y de libertad aunque no te haya votado nadie o las urnas estén trucadas. Qué casualidad. Los ZP que viven incrustados en nuestras democracias están gesticulando notablemente porque Bukele es la demostración de que la gente es sensata cuando se le ofrecen propuestas serias. ¿Y que ha hecho este señor, el presidente de El Salvador, para merecer tamaña adhesión popular, se preguntarán? Muy simple: cuando se presentó por primera vez en 2019 lo hizo basando todo el programa en algo imprescindible para su país, arrancar de raíz la mala hierba de las pandillas que habían convertido esa república en el país más peligroso de América. Los resultados los ha visto todo el mundo. Más de setenta mil delincuentes pertenecientes a organizaciones criminales encarcelados, en calzoncillos, sometidos al rigor penitenciario que merecían. A Bukele no le tembló la mano cuando de destituir a jueces corruptos se trató, incluso al fiscal general. Todo el mundo sabía que la impunidad de la que gozaban las maras, las bandas criminales que eran quienes gobernaban realmente el país, se debía a su compadreo con policías, jueces, fiscales y políticos. La gente por la calle lo decía con claridad, aquí están todos metidos en la misma olla.

Pero eso, con Bukele, se terminó y en su país sería impensable ver lo que aquí ya se considera como normalidad. Hablo del imperio del crimen, de la delincuencia que se ha apoderado de nuestras calles, de violaciones, asesinatos, robos, ocupaciones, extorsiones, apoyo a organizaciones terroristas, desprecio a la Constitución, indultos o amnistías a golpistas y toda una serie de despropósitos que nos hacen dudar acerca de si esta democracia que tenemos no será muy inferior a la de los salvadoreños. Porque sin ley, justicia y orden no puede haber igualdad. Y sin igualdad no hay libertad. Y sin libertad no existe la democracia.

Así pues, y como dirían mis hermanos salvadoreños, ta vergón, mi presidente.

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