«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Lortu arte!

31 de octubre de 2021

Las calles vascas ya están empapeladas con carteles en los que se anuncia una nueva movilización promovida por uno de los principales socios del Gobierno de Pedro Sánchez, Eh Bildu, principal gestor de los réditos políticos y sociales obtenidos por la banda terrorista ETA en la que figuró destacadamente el otrora Gordo, «Hombre de paz» desde los tiempos del zapaterato.  

Cartel de la manifestación convocada por Eh Bildu para el 20 de noviembre.

La manifestación, impresa sobre un inmaculado fondo blanco, se convoca bajo una verdosa geometrización de la heráldica vasco-navarra. Al cabo, bajo la pátina marxistoide del mundo etarra siempre subyacieron elementos propios del antiguo régimen, amén de un mal disimulado supremacismo, como bien ha mostrado Jon Viar en su excelente Traidores, emitido discretamente en la antes llamada UHF, hoy La 2 de TVE, pues La 1 suele reservar su franja horaria estelar a los cómicos y sicofantes encargados de administrar las dosis adecuadas de anestesia política y sociológica.

La fecha escogida para que el mundo filoetarra procesione por la así llamada Euskal Herria, probablemente acompañado por elementos cercanos, cuando no directamente vinculados, al PSOE o Unidas Podemos, es el próximo 20 de noviembre, día dotado de una enorme carga simbólica. En efecto, como todo el mundo sabe, el 20 de noviembre de 1975 Francisco Franco, indiscutible protagonista de la política actual, exhaló su último aliento en el madrileño y público Hospital de la Paz. La data elegida por quienes, al amparo del hacha y la serpiente, dejaron un enorme caudal de sangre obtenida gracias al coche-bomba y el tiro en la nuca, no es casual. Con su elección, Eh Bildu pretende recuperar la idea, también desmentida en la obra de Viar, de que ETA fue una organización antifranquista, característica que, para los fideístas de la Memoria antes Histórica, hoy Democrática, dota de legitimidad a todo aquello que se hiciera en contra del régimen del general gallego. 

La banda terrorista ETA buscó una única cosa: alzarse con una tierra que sembraron de cadáveres y de la que expulsaron a muchos de sus hijos

Un simple vistazo a las cifras de asesinados por ETA antes del 20 de noviembre de 1975, desde el primer crimen cometido contra el guardia civil Pardines, arroja un cómputo de 44 muertos. En el periodo de igual duración inmediatamente posterior al óbito de Franco, eleva la cifra hasta, al menos, 348 asesinados. Para cualquier observador no fanatizado por la papilla ideológica que nutrió a los etarras y a sus cómplices, la conclusión es evidente: ETA no fue una organización antifranquista, sino algo muy diferente. ETA fue una compleja trama que no sólo asesinó. Sus acciones fueron, efectivamente, terroristas, pues lograron paralizar a gran parte de la población vasca y una no pequeña parte del resto de españoles que hoy tienen prisa por olvidar más de cuatro décadas de crímenes, mutilaciones, daños psíquicos y materiales. Convenientemente aggiornata y ajustada a unos dictados, los de la nueva ideología verde, en la cual el metal de las pistolas tiene escasa cabida, la autoproclamada izquierda abertzale se esfuerza por mostrar una cara amable y pacífica, democrática, en suma.

Una nueva y sostenible máscara, acaso capucha, tras la que se esconde lo que siempre fue ETA: una banda terrorista que no mató para sacudirse las estructuras de un régimen que proclamaba ser una «democracia orgánica», sino para lograr lo que se esconde bajo el lema -«Lortu arte!», es decir «¡Hasta conseguirlo!»- elegido. Ahora al igual que en los tiempos predemocráticos, las acciones de ETA buscaron una única cosa: alzarse con una tierra que sembraron de cadáveres y de la que expulsaron a muchos de sus hijos.

El objetivo último, la secesión, cuenta ahora con poderosos apoyos y una agenda para la cual los estados-nación de la escala de España son su mayor estorbo.

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