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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Los ejecutivos

14 de mayo de 2023

Parte de la izquierda ha convertido al empresario en el malo de la sociedad. Antes hablaban del capital, pero ya no estamos para abstracciones y ahora personalizan en el empresario. Esta figura es muy variada. En la facultad estudiábamos el empresario schumpeteriano, que era el emprendedor originario, alguien creativo que a la vez destruía. Era, en sí mismo, un personalismo de la economía, lo que demostraba que no todo eran fuerzas materialistas o históricas, sino también (y sobre todo) impulsos de genio. Sería como una teoría del gran hombre llevada a la economía. Ese empresario schumpeteriano para el que había una temible palabra alemana, siempre más enjundiosas, ¿tiene mucho que ver ya con el ‘emprendedor’ tal y como lo conocemos? El pijo que monta un restaurante, ¿merece ese prestigio creador y revolucionario?

El empresario es una figura amplia, y esa generalización de la izquierda es muy injusta. Podríamos entendernos, quizás, con otra generalización, igual de injusta, pero quizás más cerca de acertar: la de los ejecutivos.

Lo sé. Es un mundo amplísimo de gente cualificadísima y la generalización será obligatoriamente grotesca, rebosante de rencor de pobre plumilla famélico, pero… ¿qué hacen realmente los ejecutivos? Los accionistas ponen su dinero, los trabajadores ponen su trabajo, pero ¿qué justifica el dineral que se llevan ellos?

Son realmente una clase. En los 80 tenían gran prestigio los yuppies. Un prestigio cocainómano y epocal, pero mucho antes, James Burnham había hablado de la clase gerencial. El capitalismo ya no era de los accionistas sino de los gerentes y ejecutivos. Ya no coincidía en una persona la dirección y la propiedad, sino que por un lado estaban los accionistas y por otro los ejecutivos, lo que modificaba en parte el capitalismo porque los intereses divergían. Los ejecutivos podrían tener un fuerte incentivo a tener perspectivas a muy corto plazo. A mirar por sus intereses.

¿No vemos exactamente eso? Los ejecutivos, los famosos CEO, hacen algo muy importante: decidir, que no es poco. Gran parte del quebradero de cabeza de cualquier cosa es decidir, pero ¿qué decisiones toman? ¿son siempre buenas? ¿Son decisiones destinadas a un futuro mejor o a embolsarse el bonus? Ahí está la lucha de clases ahora, bien viva en la empresa: los ejecutivos que deciden siempre a costa del trabajador. La planta noble contra la planta de los currelas. Restricciones salariales para unos, dinerales para el otro. La desproporción entre los salarios y sus retribuciones son asombrosas, abusivas, demenciales, injustificables por mérito e inteligencia, pero… tienen el poder. Es la única explicación: tienen el poder gerencial.

El empresario puede poner su dinero, puede inventar, puede tener ideas y crear empleos de la nada, pero ¿qué hacen la mayor parte de los ejecutivos? El accionista rasca poco, el asalariado se empobrece y los ejecutivos se lo llevan calentito. Izquierda y derecha deberían poder coincidir políticamente en la nación y económicamente en una alianza contra el capitalismo de amiguetes, por un lado, y contra la figura sospechosa y socialmente ya abominable del ejecutivo. Nadie siente simpatía por ellos, todos detestamos sus maneras, su cursilería forrada en pasta y las gilipolleces con las que adornan su saqueo de las empresas, a menudo rellenos giliwokes o farfolla liberalia. Los ejecutivos, integrantes de la planta privilegiada del edificio socioeconómico, podrían sustituir sin problema al ‘empresario’ como culpable, y convertirse en la figura odiosa o cuanto menos sospechosa en la que encontrarnos.

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