«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Los malvados abrazos

13 de marzo de 2022

Da escalofríos observar esos abrazos, da pavor contemplar una y otra vez esos supuestamente cálidos recibimientos en los que se funden unos, y se excluyen a otros; con toda su mala onda, su pésima educación. 

Da frío en la rabadilla, y dentera, el tener que sostener el espectáculo de estos mentirosos, de los fraudulentos, de los traidores, mientras el mundo se cae bajo la obra de los que hoy ante pueblos atónitos se entregan como encariñados —como si no pudieran vivir uno sin el otro, de hecho, no pueden— en muestras efusivas de inmoral dependencia, cual hienas deseando proteger su manada. Porque son eso: la manada del odio, la jauría del comunismo.

Vi el recibimiento que le profesó Emmanuel Macron a Pedro Sánchez. Tal para cual. Aunque. El primero tal vez menos evidente que el segundo en su atolladero soberbio. Dos arrogantes, dos globalistas, dos ‘cacos’ amantes del dinero y las riquezas de los otros, a los que les encanta mentir, y para colmo, dar lecciones de transparencia mediante continuados e interminables embustes.

Nunca he sentido más revulsión frente a dos mezquinos, tan mediocres, y tan solicitados. Sin embargo, al mismo tiempo, tan insignificantes

Macron, lucía su media sonrisa de abusado, tiraba con su mano del puño del otro de un lado para dar la sensación de que era él quien dominaba la situación. Entonces, a su talla pretendidamente napoleónica, su bisoñé mal pegado, a su nariz que comparte deformación con la de Yolanda Díaz, se impuso la estatura (en medida exclusivamente) de Sánchez, cual intencionado protector, como dando la impresión de benevolencia en su casi reverencial gestualidad a contra cuerpo. Y, tras el encorvamiento, otro tirón de manos, para también imponer la carencia de dominio sobre el otro. 

El otro, volvió a jalar hacia él del endeble espigado por gusto, y cual vicioso se le agarró al cuello, guindado en un ansia despavorida. Así, como que buscaba cariño, protección, o quien sabe si albergaba antojos de regalarle alguna confesión muy íntima, susurrante al oído. 

Besos en las mejillas, como las niñas, o como los franceses, y una especie de hedor en el ambiente que emana de la imagen saturada, repetida hasta el bostezo en las televisiones. 

Así es como ganan —los mendaces— bajo tenaz inflexibilidad, imposición reiterativa. Nunca he sentido más revulsión frente a dos mezquinos, tan mediocres, y tan solicitados. Sin embargo, al mismo tiempo, tan insignificantes, tan poca cosa como para que den ganas de ser descritos, resaltados en el mapa del misterio mediante la literatura que restituye valores.

No consigo imaginar de lo que habrán conversado, si lo hicieron verdaderamente por nosotros, por los ciudadanos y su libertad —lo que dudo—, por sus países o sus tasaciones en el mercado de la infamia; o por sus enormes egolatrías. No alcanzo a realizar qué consecuencias tendrán en el futuro esos encuentros entre semejantes esperpentos, tal como mi mente se niega a perfilar.

Si hablamos de hipocresía, qué decir de la Yoly querindinga, a quien le ha dado por monumentalizar al marxismo leninismo a base de poses en revistas de modas

El segundo abrazo ha ocurrido entre el presidente chileno comunista Gabriel Boric, un ácido bórico de los peores, todo sea dicho de antemano, y las comunistas Yolanda Díaz e Irene Montero, ante la presencia educada del silencioso, y apartado, Rey Felipe VI, menospreciado, tirado a mondongo por estos tres que más bofes no pueden ser: los donnadies venidos a más del comunismo, enriquecidos y titulados gracias a las más de cien millones de víctimas. 

Un abrazo teatrero, burdo en su baratucha dramaturgia. Quién puede creerse esa total entrega, esa desabrida emoción, esos párpados apretados hasta el lagrimeo del chileno, y las manos tomándole el rostro en actitud maternal de la ministra de Igualdad, que ante el poder del macho con mando no puede ser más sumisa. No sé si se han fijado, pero del cuerpo y de la gestualidad de esta señora, montada Montero, fluye por todos lados, hasta por los poros, victimismo e hipocresía. 

Aunque, si hablamos de hipocresía, qué decir de la Yoly querindinga, a quien le ha dado por monumentalizar al marxismo leninismo a base de poses en revistas de modas y de frases tan comunes y mentecatas que ruborizan al más pinto. Tiren de archivos: lo que fueron y a lo que han llegado.

De ese abrazo entre estos tres despropósitos, despóticos de la política actual, sólo puede salir bellaquería y perfidia. Rezo por España y por Chile, cuánta maldad podría surgir de esos tenebrosos habitantes. Pero, qué le vamos a hacer, si los pueblos votaron por eso es porque desde hace rato anhelaban “eso”.

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