El ser humano necesita ritos, tradiciones, identidad, vínculos, familia… y a Dios. Aunque los tiranos de turno erradiquen a Dios de la vida cotidiana, demuelan los templos consagrados a Él y supriman la Navidad y la Pascua, queda todo lo demás. Por eso, los ateos, sean revolucionarios genocidas o burócratas corruptos, tratan de colmar esos anhelos con nuevos calendarios, nuevos edificios y nuevos ritos.
Hace unos años, bajo el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, varios alcaldes de izquierdas ofrecieron a sus vecinos ceremonias que, de manera clarividente, recibieron el nombre de «bautizos civiles».
Uno de los primeros fue el rojísimo Ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, que antes se había ofrecido a gestionar solicitudes de apostasía. Los actos, sin embargo, han languidecido, lo que induce a pensar que, a pesar de los programas de televisión y de TikTok, sobrevive un poso de buen gusto en la sociedad española. Hace unos días, sin duda con el ojo puesto en las elecciones municipales, el Ayuntamiento de Valencia ha anunciado «ceremonias civiles de bienvenida a la ciudadanía» y, además, gratis.
Los laicistas, librepensadores o como se quieran llamar, nos dicen que desean vivir al margen de las creencias religiosas de los demás, pero están pendientes de lo que hacen los católicos (porque en Europa el único objetivo del Poder y sus tontos útiles es el cristianismo, no el budismo ni la ‘religión de paz’).
Y hoy en España se puede vivir sin ninguna imposición de la Iglesia: no es sólo que la moral católica y hasta tradicional (¡qué dirían Nicolás Salmerón y Francisco Giner de los Ríos ante el número de divorcios y abortos, ante las mentiras públicas y ante el hedonismo!) sea motivo de burla; es que en muchas ciudades los párrocos no se atreven a voltear las campanas de las iglesias.
A mí los Testigos de Jehová, con sus anuncios de fin del mundo, me son absolutamente indiferentes. Pero muchos ateos están ofuscados por la institución y la creencia de la que aseguran haberse desprendido; quieren ser tan infalibles como el papa cuando habla ‘ex cathedra’. En unos casos por odio, en otros por envidia y quizás en casi todos porque sienten que algo de lo que predica la Iglesia existe.
El matrimonio y las honras fúnebres son instituciones que han acompañado a los hombres desde el principio de los tiempos. Por eso, los viejos juristas las califican de propias del derecho natural y las encontramos en todas las civilizaciones. Sin embargo, el bautismo (que significa inmersión) es un sacramento exclusivamente cristiano, instituido por Jesucristo. Y por tanto cuando los ateos lo «ofrecen» están usurpando un acto esencialmente religioso. O, para decirlo en tiempos del imperio del ofendido, están cometiendo «apropiación cultural».
Del Demonio aseguran los teólogos que es el mono de Dios (Simius Dei): le imita aunque con una finalidad perversa. Y en ocasiones lo hace para ridiculizar su obra. ¿No es una imitación, penosa y risible, la «ceremonia de otorgamiento de ciudadanía» o la boda con un concejal vestido de sacerdote o de princesa Leia?; ¿no es un quiero y no puedo?
En estos actos de los que ya hay un reportorio de ridiculeces, el concejal insta a los padres a que traten bien al niño porque lo manda la Convención Internacional de los Derechos de la Infancia y a que le eduquen en los valores de la Constitución. Supongo que también en pagar el IBI, reciclar sus residuos y generar poca huella de carbono. Robespierre se habría conmovido ante semejante ciudadano en agraz.
«Lo ritual es vehículo de lo sagrado. Toda innovación profana», escribió Nicolás Gómez Dávila. Y también: «Al repudiar los ritos, el hombre se reduce a animal que copula y come». Por ese sentimiento, los seres humanos honramos muchas de nuestras conductas con ritos, sobre todo las más trascendentales.
Pero, ¿qué concepto de lo relevante y de sí mismos, de su matrimonio o de la dignidad de sus hijos, tienen unos individuos que se presentan a reclamar a un funcionario un papel timbrado vestidos con la camiseta de su equipo de fútbol o convierten su boda en un repertorio de chistes? La forma, y vuelvo al derecho, es tan importante que sin ella muchos actos se tienen por no celebrados. Vaya, como en la liturgia.
Una ventaja de semejantes «chous» es que nos libraremos de que algunos de esos padres monten una pataleta porque el cura les ha negado el bautizo por detalles tan nimios como no estar casados. Mejor que vayan al Ayuntamiento, donde sólo estarán ellos, que verlos en Antena 3.
Mientras el demonio es el mono de Dios, los ateos como Joan Ribó son los monos de los curas. ¡Todo degenera!