Proliferan en redes sociales vĆdeos de niƱos āentre 16 y 50 aƱosā (sĆ, niƱos, ha leĆdo usted bien), hablando de su sexualidad, su orientación, sus apetencias, sus gustos sexuales y los pronombres que deben usarse para referirse a ellos.
La mayorĆa de las veces los vĆdeos te llegan con un objetivo claro: la mofa. Pero lo que me preocupa es que cada uno de esos niƱos tiene su propio canal, donde miles de seguidores lo que hacen no es mofarse de ellos sino aplaudirlos.
Y no es que la mofa sea la respuesta correcta, pero menos lo es el aplauso. Son niƱos con un evidente problema, cargan con una mochila hasta los topes de heridas y, en nuestra sociedad, ya putrefacta y decadente, han encontrado el caldo de cultivo perfecto para dar rienda suelta a sus trastornos, manĆas y delirios, y encima ser aplaudidos.
En otra Ć©poca, profesores, padres y compaƱeros habrĆan convenido en que lo mejor serĆa un tratamiento eficaz para sanar las heridas; hoy, cuanto mĆ”s particular sea el delirio, mayor es el aplauso, vistiendo de valentĆa lo que no es sino reflejo de una herida descomunal. Una herida que afecta hasta a la propia naturaleza, instalando al niƱo en una ficción que no harĆ” sino destruirlo a medida que avanza.
A algunos de estos niƱos se les invita a tertulias, son colaboradores habituales de programas en horario de mĆ”xima audiencia y, en no pocas ocasiones, los polĆticos se acercan a ellos para conseguir esa imagen tan buscada hoy de apertura a lo nuevo, de tener la mente abierta y de tolerar las nuevas realidades. Aunque lo nuevo sea una bazofia, en la mente abierta muchas veces solo entren tonterĆas y las nuevas realidades no sean sino actualizaciones de viejos infiernos.
Encumbrando a estos niños con evidentes problemas estÔn señalando a otros miles de niños cuÔl es el ejemplo a seguir y, ese encumbramiento, ademÔs de ser fatal para el protagonista, es una injusticia para el niño que, lejos de parecerse a esos niños de TikTok, poco a poco va normalizÔndolos, como si lo suyo fuera una opción mÔs y no algo a sanar.
Ahora hay muchos jiji jaja, pero el futuro de los niƱos de TikTok no estĆ” en Twitter, estĆ” en unos bajos sin luz, sucios y desordenados, con alcohol y drogas, mucho sexo ligero y ningĆŗn vĆnculo fuerte. Si la respuesta a sus delirios es el aplauso, el futuro que les espera es desolador. Gris y hĆŗmedo.
Y cuando dentro de unos aƱos estĆ©n solos en ese tabuco desangelado de veinte metros, los aplausos y las risas seguirĆ”n resonando en sus oĆdos, pero maldecirĆ”n a quienes nos mofĆ”bamos (y no les tendimos una mano) y, sobre todo, a quienes les aplaudĆan o se los colgaban como medallas y les empujaban hacia su perdición.