«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los pueblos y los que los oprimen

14 de marzo de 2017

La confusión y el enfrentamiento que está creando la ideología de género es grande. Pero una cosa hay clara: todo este rollo no ha surgido del pueblo, ni era algo que le preocupara… hasta que han empezado a mezclar a los niños. Ahí han tocado hueso. Y en varios países ya se empieza a llegar a la misma conclusión: la ideología de género es nociva y debe ser eliminada. Por cierto, ningún país asiático ni árabe ha permitido la entrada de esta ideología.

En Colombia se está oponiendo un pueblo mayoritariamente católico, que entiende la sociedad como un gran edificio construido sobre la solidez de familias tradicionales. Se rebeló cuando el presidente Juan Manuel Santos quiso incluir en los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC contenidos referentes a la ideología de género que otorgaban privilegios al colectivo LGTB. Y lo hizo contra la presión constante de unos medios de comunicación secuestrados por el poder político, traidores al pueblo al que deberían servir.

Australia, más “progresista” –según la imprecisa y equívoca terminología al uso–, está llegando a la misma conclusión, por otro camino. Su justicia ya anuló el “matrimonio homosexual” y ahora estudia dejar de enseñar a los alumnos que el género es una construcción social.

En Estados Unidos han empezado a deshacer la compleja madeja con la revocación de las normativas que obligaban a las escuelas públicas a tener “baños transexuales” en sus instalaciones (una de las delirantes consecuencias de esta delirante ideología).

En Perú millones de personas piden cada día al Congreso que derogue un decreto mordaza contras quienes se oponen a esta ideología. Con multitudinarias manifestaciones el pueblo expresaba este mismo sábado, con el lema Con mis hijos no te metas, su oposición a que impongan la ideología de género a sus hijos en las escuelas.

En España esta ideología se viene implantando a base de presiones, sanciones y persecuciones administrativas y judiciales. Y cuando una humilde profesora de Instituto, Alicia Rubio, intenta –valiente– debatir desde su experiencia docente, la boicotean y se lo impiden con violencia e insultos allá donde va… hasta en las Universidades (que deberían ser los espacios de diálogo por antonomasia). Y censuran y proscriben su libro “Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres”, al mejor estilo de las hogueras de otros siglos que tanto gusta invocar, al mismo tiempo que a otros se les otorga el derecho de entrar ellos a los colegios para debatir con los niños sobre homosexualidad y transexualidad.

El clima de violencia generado alrededor de esta ideología para protegerla de cualquier oposición está alentado, por activa o por pasiva, por la clase política: el 100% de los Partidos con representación parlamentaria, incluido el PP con la enésima traición a su electorado. Y para dar consistencia y continuidad al engendro se siguen extendiendo las redes clientelares a base de subvenciones a grupos y asociaciones afines, cargos en la Administración y privilegios en el mundo universitario. Porque la fuerza de esta ideología no está –desde luego– en la razón, sino en las grandes sumas de dinero destinadas a su imposición, proveniente en su mayor parte de los crecientes impuestos que salen de los bolsillos de los mismos españoles a cuyos hijos se adoctrina en sentido opuesto al que ellos desean, en temas especialmente trascendentales para la vida de esos niños. Algo que se supone nuestra Constitución no permite.

Todo esto es verdaderamente asombroso e increíble. Porque de enseñar a respetar a cualquier persona a meter en la cabeza de los niños esa ideología artificiosa, anticientífica, nociva y ridícula hay un mundo.

En medio de este panorama, se hace la vista gorda ante los abusos contra los católicos y los ataques a sus creencias más sagradas. Esas que veneran a la humilde familia de Nazaret; esa bendita Familia de pueblo que siempre será más cercana a la gente que los poderosos y sus ideologías. Esa Familia que tantos hogares españoles albergan en sus hogares durante los días de Navidad es el icono –humilde y potente a la vez– que tratan de derribar cada año cuando se acerca el mes de diciembre. Es esa familia de la que hemos aprendido, precisamente, a amar y a respetar a todos, especialmente a los más débiles y postergados.

Sagrada Familia de Nazaret, ruega por nosotros y por nuestras familias. Y también por todos los que te persiguen considerándote enemiga. Ayúdales a entender que no lo eres.

 

Jueces, fiscales, intelectuales…, la sociedad os ha parido para algo. Este es un momento para estar a la altura. No nos defraudéis.

Fondo newsletter