«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Manifiestamente sediciosos

26 de febrero de 2021

Coincidiendo con el 40 aniversario de los hechos protagonizados, al menos de manera icónica, por el teniente coronel Antonio Tejero, Esquerra Republicana, Bildu, Junts, PDeCAT, Bloque Nacionalista Galego y la CUP hicieron público un manifiesto que recoge los habituales pseudoargumentos de estos colectivos manifiestamente sediciosos. La difusión del texto vino acompañada por un plante a Felipe VI, el mismo que acertó plenamente en aquella memorable aparición en la que no pronunció la palabra que en España ha servido como coartada a los principales partidos gobernantes para claudicar a quienes operan bajo la adscripción a un lazo amarillo hogaño y una serpiente enroscada en un hacha antaño: diálogo. Sierpe que, desoyendo el consejo cervantino, se cría en el seno, es decir, dentro del Gobierno, pues la actual coalición, sostenida por los votos de muchos de los firmantes del manifiesto, cuenta con la presencia de un vicepresidente que afirma que España no es una democracia plena. Una pretendida tara democrática, la señalada por el hijo del frapero, que conecta con lo expresado en el Congreso de los Diputados por el inefable Gabriel Rufián, portavoz del colectivo partitocrático que ha suscrito un escrito estructurado en cuatro puntos por los que transitan las habituales contradicciones y peticiones de principios que suelen pasar inadvertidas para tan embrutecidos ojos. 

La vieja Galeuscat no permite a todos los españoles decidir sobre el descuartizamiento de su cuerpo político, de regiones que no sean Cataluña, Vascongadas y Galicia

Los diputados nacionales, que no otra cosa son quienes comparecieron ante los medios, expresaron su objetivo de manera nítida: llevar a cabo la «ruptura democrática con el régimen del 78, el cual supone la negación nacional y social de los derechos y libertades de nuestras sociedades y nuestros pueblos». Para la reivindicación de sus ya habituales anhelos -«La construcción de repúblicas libres, independientes, soberanas y justas»- los diputados se remiten al 23 de febrero de 1981, interpretado del siguiente modo: «Hace hoy 40 años, tras los acontecimientos del 23F, una operación de Estado reforzó y blindó los pilares y valores del régimen establecido en la mal llamada transición democrática española, con la figura del Rey y el Ejército como sus mayores garantes. Pilares y valores antidemocráticos de donde nacen la represión, la desigualdad, la injusticia, la corrupción, la conculcación de derechos y el recorte de libertades que se mantienen hasta el día de hoy». Nada que no hayamos escuchado en reiteradas ocasiones a esta suerte de reedición, sin la presencia del taimado PNV, de la vieja Galeuscat, pues en el colorido membrete del manifiesto no aparecen los partidos y plataformas que buscan la mutilación, sesgadamente democrática, pues no permite a todos los españoles decidir sobre el descuartizamiento de su cuerpo político, de regiones que no sean Cataluña, Vascongadas y Galicia, precisamente aquellas que durante la mitificada II República obtuvieron un estatuto de Autonomía. El resto de «la ciudadanía», entendemos que española, deberá contentarse con elevarse a la condición nacional apoyada en las «clases populares». 

Los aspavientos realizados a propósito de la, al parecer, consustancial corrupción de la democracia coronada, son insuficientes para encubrir la doblez de esta partida de hispanófobos

Nada nuevo bajo el sol, predominantemente lazi y ahora también hazeliano, que vicepreside la política española. Al cabo, Sánchez pernocta en La Moncloa gracias a los votos de las sectas catalanistas y al dosificado acercamiento de etarras condenados por sus crímenes, mientras Pablo Iglesias, visitante de golpistas y honrado frecuentador de herriko tabernas, sigue operando como agente madrileño de toda aquella iniciativa que socave la soberanía española. Tales son las concordancias entre la prosodia de los abajofirmantes y la de este quintacolumnista del secesionismo, que hace más de un lustro, en la era pre galapagueña, cuando se presentaba como representante de «los de abajo», Iglesias ya empleó la imagen del candado para referirse a la actual Constitución, en la que, a pesar de la intencionadamente oscura distinción entre nacionalidades y regiones, no figura el derecho de autodeterminación. 

Muchas son las teorías que circulan acerca de lo que realmente ocurrió aquel 23 de febrero que, según nuestros secesionistas con escaño pagado por aquellos a quienes pretenden expropiar parte de su territorio, sirvió para blindar los pilares del así llamado régimen o candado. Sin embargo, los aspavientos realizados a propósito de la, al parecer, consustancial corrupción de la actual democracia coronada, solo superable con la salida del nada colaboracionista Felipe VI, son insuficientes para encubrir la doblez de esta partida de hispanófobos que han olvidado las variadas corruptelas que adornan el historial de uno de sus referentes, Jordi Pujol, quien en su momento empleó una metáfora forestal, cargada de amenazas, tan potente como la cerrajera: Si se toca la rama de un árbol caerán todas.

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