Parecería innecesario volver a insistir sobre la importancia que tiene el no perderse a la hora de gobernar en dar preferencia únicamente a como se alcanza el poder electoralmente y perder de vista que lo que importa son los fines y contenido de cualquier actuación política. Sin embargo la obsesión electoralista que se ha apoderado del sistema español es sintomática de una clase política que parece completamente volcada más en cómo conservar ese poder que en ejercerlo teniendo como objetivo el desarrollar un programa que resuelva los problemas eminentes que afectan a toda sociedad. Aunque el ejercicio de dicha responsabilidad entrañe el perder popularidad y con ella votos para ganar elecciones. Se supone que las equivocaciones que puedan cometer sean de buena fe y no fruto de intereses partidistas.
Las elecciones, que son un medio para alcanzar un fin, se han acabado convirtiendo en un fin en sí mismas. La crítica entre partidos es sistemática y destructiva centrándose en las personas, esgrimiendo tópicos, repitiendo machaconamente consignas y acusaciones que en realidad podrían rebotar entre los propios partidos, pues todo el que ha ejercido el poder en algún momento, PSOE, PP, CDC, PNV. Sindicatos… coinciden en iguales o similares pecados, en mayor o menor grado: solo importa el desplazar al contrario. En realidad converge cualquiera que haya ostentado el poder, pues el sistema está montado de tal manera que para mantener las actuales estructuras de los partidos se requieren necesariamente fondos ajenos a los oficiales y utilizar a la propia administración pública como fuente de colocación para los partidarios, o como alternativa a este sistema se reducen dichos gastos y personal a la décima parte.
Al poder por cualquier medio…es una práctica muy peligrosa a la par que descorazonadora por lo que conlleva de cinismo, pues poco a poco se va perdiendo el verdadero objeto de la política que ha de superponerse a una administración eficiente, que apoye aquellas instituciones vitales para la supervivencia y desarrollo del estado. El riesgo es que una ciudadanía, cansada de un sistema político que no deja de contemplarse ombligo, que pierde de vista los verdaderos problemas de la sociedad, acabe entregando el poder a redentores de dudoso resultado.
Es imposible conocer el resultado de las próximas elecciones, pero vistas las anteriores y la actual distribución de fuerzas del panorama político español, lo único que tenemos con toda seguridad, vistas las europeas, locales y catalanas, es la ingobernabilidad del país. ¿Qué se va derivar de esta situación? ¿Habrá una alianza de conveniencia entre los dos partidos tradicionales, tras una oportuna llamada de la UE, no hay que olvidar que Alemania no puede permitirse el lujo de una catástrofe en España, o desafiando toda prudencia se apoyará el PSOE en la izquierda radical precipitando al país a un frente popular, Ciudadanos actuará de árbitro de la situación en un panorama de poderes precario? Es evidente para cualquiera que no esté cegado por ideología o intereses particulares, que un frente popular en España supondría entrar en una barrena económica acompañada de unas tensiones sociales sin precedentes en muchos años.
En cualquier caso la falta de gobernabilidad del estado, unida a las tensiones separatistas, acabará por provocar unos nuevos comicios ya que la única unión entre muchos partidos es su común deseo de expulsar al PP del poder, cosa que es lógica pero no a cualquier precio.