«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Periodista. Licenciada en Ciencias de la comunicación / Universidad de Buenos Aires. Especializada en comunicación política y en campañas políticas. Directora editorial de FaroArgentino.com. Columnista en el Diario La Prensa y en La Derecha Diario. Es autora teatral y de cuentos infantiles. Gestora y productora cultural.
Periodista. Licenciada en Ciencias de la comunicación / Universidad de Buenos Aires. Especializada en comunicación política y en campañas políticas. Directora editorial de FaroArgentino.com. Columnista en el Diario La Prensa y en La Derecha Diario. Es autora teatral y de cuentos infantiles. Gestora y productora cultural.

Meloni, Venn, las trincheras y yo

2 de octubre de 2022

Promediaba el Siglo XIII cuando el filósofo español Raimundo Lulio diseñó una máquina lógica en la cual las teorías teológicas estaban organizadas en figuras geométricas perfectas, como por ejemplo círculos, cuadrados y triángulos. Según Lulio, la máquina podía probar por sí misma la verdad o mentira de un postulado. El matemático y filósofo alemán, Gottfried Wilhelm von Leibnitz diseñó diagramas similares a finales de 1600 y en el 1700, el matemático suizo Leonard Euler creó el «diagrama de Euler» que sedujo, hacia fines del Siglo XIX, a un tal John Venn, un matemático británico. Venn realizó una adaptación a estos diagramas en 1880 titulado «De la representación mecánica y diagramática de proposiciones y razonamientos» en la revista «Philosophical Magazine and Journal of Science», que fue de enorme utilidad para graficar la teoría de conjuntos y legó su apellido a los benditos diagramas.

La cosa es que en un diagrama de Venn, los círculos se superponen para ilustrar las relaciones lógicas entre dos o más conjuntos, destacando en qué se parecen o difieren basándose en superposiciones llamadas intersecciones. Se relacionan originalmente con los diagramas de Euler, pero se diferencian en que estos últimos omiten los conjuntos si estos no contienen elementos, los diagramas de Venn muestran las relaciones incluso si un conjunto está vacío y esto es de mucha utilidad. Supongamos que en el universo de los novios queremos comparar cuál es la pareja ideal:

Mi conjunto contiene mis preferencias: helado de chocolate, novelas de Yourcenar, libertarianismo, Arctic Monkeys.

El conjunto A contiene las preferencias del candidato A: helado de menta, libros de entomología, socialdemocracia, Arctic Monkeys.

El conjunto B contiene las preferencias del candidato B: helado de chocolate, novelas de Yourcenar, libertarianismo, cumbia.

El conjunto C contiene las preferencias del candidato C: helado de menta, libros de entomología, socialdemocracia, cumbia.

Quienes llevamos unos cuantos años transitando por este valle de lágrimas sabemos que la pareja ideal no existe.

La mayor intersección que mi conjunto tenga con los conjuntos de los candidatos A, B o C me dará la pareja con la que tenga más futuro o al menos la menor cantidad de agarradas de los pelos. Quienes llevamos unos cuantos años transitando por este valle de lágrimas sabemos que la pareja ideal no existe. La coincidencia exacta por el mismo gusto de helado, el disfrute de los mismos libros, la pasión por la misma música o compartir exactamente la misma ideología, en fin, el yo perfecto reflejado en otro es un imposible. Por suerte.

Qué tanto deberíamos decir entonces del político ideal, que agrega al defecto de no ser nosotros mismos, la imposibilidad de ser todos los otros mismos a los que tiene que representar. Cuanto más rápido entendemos que el político ideal es inasequible, más libremente podemos madurar, políticamente hablando. También podemos ser adolescentes políticos eternos y en lugar de buscar a un político que tenga nuestros valores, idealizamos primero a un político equis y luego aceptamos los valores adosados a su persona. En estos casos, una vez que se es fanático de un político, cualquier cosa que este diga estará bien. En tiempos polarizados esta última opción es mayoritaria.

Pero si ese no es nuestro caso, ojalá que no porque estás líneas no tendrían sentido, entonces nos encontramos ante un dilema similar a la elección de los candidatos A, B o C. Ningún conjunto se superpone exactamente con el mío, con algunos tengo intersecciones mayores o menores y con otros nada. Por supuesto que los diagramas de Venn pueden ser mucho más complicados que esto, ya que existen muchísimas variables y versiones 3D. También es cierto que a la hora de elegir no todos los elementos del conjunto tienen el mismo peso y valoramos de forma diferente la ideología o el gusto artístico.

Dicho esto y considerando las corrientes ideológicas que dominan el mundo, las ideas de la libertad en las que el poder estatal está fuertemente limitado y se respeta la libertad de circulación de bienes y personas, el derecho a expresarse libremente o la propiedad privada, están peligrosamente amenazadas. De muerte, justo es decirlo. El liberalismo es usado como significante vacío por burocracias que en nombre de la libertad encerraron a la población mundial pisoteando toda la institucionalidad por una alarma sanitaria y previo a esto impusieron una fiscalidad que detonó al sector privado. Al tiempo que inventaron un espejismo de protección infinita llamado Estado de Bienestar que creció tanto que los ciudadanos, ultratemerosos de todo, ya ni saben lo que es ser libres ni la responsabilidad que esto conlleva. Finalmente criminalizaron el ahorro, el lucro y el espíritu crítico, y sobre esto inventaron una moralina hipócrita llamada corrección política que campa a sus anchas en cualquier plataforma electoral. Un liberticidio tan descomunal como eficiente.

En consecuencia, el enorme conjunto de las personas que comparten la idea de que el poder político (gobierno, burócrata, rey, organismo supranacional, etc) tiene derecho a controlar su vida y posesiones, determinar si lo que piensan es correcto o no, disponer de cómo deben pensar sus hijos, decidir cómo se gerencia su salud y vida sexual, decidir a qué conclusiones debe arribar la ciencia y otorgar o quitar privilegios según la buena observancia de sus designios, es un conjunto bien grandote con el que mi conjuntito no tiene intersección alguna.

Mi conjunto es una trincherita pequeña, con pocas intersecciones, amenazado por quienes la consideran un peligro para el normal desenvolvimiento de su gordote conjunto totalitario y expansivo. Mi trincherita no tiene, casi, intersecciones con políticos puesto que la inmensa mayoría de los políticos mundiales adhieren a las agendas de ingeniería social que deciden por los individuos y que por eso atentan contra toda libertad. Mi conjunto no tiene intersecciones con políticos porque en mi trinchera los impuestos son mala palabra y para los políticos los impuestos son sagrados. Llegados a este punto, la trincherita pequeña que es mi conjunto tiene algunos vecinos, pequeñas intersecciones para no morir de aburrimiento.

Cuando aparecen políticos como Meloni, Abascal, Orbán, Milei, Bolsonaro o Trump mi trinchera sí genera algunas intersecciones: O porque critican igual que yo a Von der Leyen, Clinton, Sanders, Kirchner, Montero, Trudeau, Macron, etc. O porque se oponen a uno o más aspectos de los protocolos, planificaciones o metas que la hegemonía política mundial impone. O porque no se avergüenzan de su historia y no avalan revisionismos maniqueos. O porque desprecian las políticas que crean privilegios identitarios. O porque ven en el gasto público un problema moral además de económico. O porque denuncian el adoctrinamiento y la corrupción de menores. Claro que también estos políticos tienen cosas que no me gustan. Pero con el resto de los políticos no tengo intersección alguna.

Ahora salta a los titulares una triunfante Meloni que, al menos narrativamente, expresa el sentir de muchos italianos que genuinamente sienten que sus costumbres, la forma de vida con la que se criaron y aquellos símbolos a los que les tienen cariño o respeto están siendo atacados. Personas que vuelven a ver a una política hablando de una religiosidad que comparten en lugar de tener que avergonzarse del Dios al que le rezan porque los políticos tradicionales los convencieron de que era ofensivo. Y no sólo eso: les dijeron que su aspiracional de confort, progreso, y vida familiar debía y va a ser modificado porque un grupete de retorcidos iluminados lo consideran necesario para salvar al mundo. Lo que sea que esto signifique. Y la ciencia los avala (o es cancelada).

Acá se me genera con Meloni una intersección, no porque comparta su religión (de hecho no tengo ninguna) ni porque haya crecido en Italia, sino porque también siento apego a las costumbres y valores con los que fui criada y que vienen de una cultura judeocristiana que sí compartimos y del empeño civilizatorio romano que me representa. Y todo eso recibe fuego de artillería actualmente, y creo que debo defenderlo porque es mío, lo quiero y me gusta.

Luego Meloni tiene muchos discursos atacando el concepto de consumidor y de la economía capitalista o financiera. Plantea un proteccionismo difuso pero sensiblero y promueve una serie de acciones de política económica destinadas a la ingeniería social que es para mí un espanto. Ahí no tenemos cosas en común. Su programa económico agranda y achica nuestra intersección simultáneamente, porque si bien propone una reducción impositiva interesante, no baja el gasto en correlación y esas inconsistencias se pagan muy pronto (y en el camino dan paso a la izquierda para decir que los quebrantos son culpa del neoliberalismo, doble daño).

Políticos como Meloni, Abascal, Orbán, Milei, Bolsonaro o incluso Trump gobernando el país más poderoso del mundo, pueden hacer bien poco frente a la capa del ozono colectivista que nos asfixia.

Intersecciones similares tuve con Trump y tengo con Bolsonaro, por ejemplo. Ni son fijas ni siempre del mismo tamaño, pero sirven como para hacer el rompecabezas de una dirigencia política que pudiera acercarse a lo que uno desea. Por supuesto que hay políticos con quienes jamás tendría intersecciones porque uno o más aspectos los descalifican. Los apasionados por las alarmas sanitarias o ecológicas, los adoradores de la planificación centralizada, los que se abrazan a terroristas, los que se hicieron megamillonarios con la corrupción en la función pública. Pero Meloni no hizo nada de eso.

Luego está la masa jactanciosa que vocifera “ultraderecha fascista” a todo los que no les gusta o que creen que no les gusta, influidos por los sesudos análisis de Mark Ruffalo o de Roger Watters o por los titulares del El País, La Nación o The Washington Post. Pero viendo los resultados de Chile, Suecia o Italia, la estrategia de la etiqueta “facho/nazi”, vacía de sustancia y sentido, debería ser revisada. Y del otro lado está el no pequeño grupo de la contrahegemonía absoluta. Ese que ama u odia según si el político alguna vez caminó por los pasillos del WEF o estornudó cerca de Soros. Un grupo que, si el político en cuestión no comparte su visión futbolera sobre buenos y malos en contiendas bélicas de hace 3 siglos, si no suscribe punto por punto sus ideas sobre bioética o geopolítica, entonces no hay intersección posible. Pero ni Meloni ni nadie puede satisfacer eso.

Políticos como Meloni, Abascal, Orbán, Milei, Bolsonaro o incluso Trump gobernando el país más poderoso del mundo, pueden hacer bien poco frente a la capa del ozono colectivista que nos asfixia. Sirven y mucho, en cambio, para molestar a la izquierda y volverla loca (aunque las reacciones de la masa progre sean ultraviolentas). Sirven para que los que estamos en nuestra trincherita no nos sintamos tan solos y, si a algún vecino le simpatiza alguno de estos políticos, tengamos una nueva intersección que nos permita charlar un rato. Se llama hacer comunidad y es mucho más que lo que teníamos antes de que Meloni, Abascal, Orbán, Milei, Bolsonaro o Trump aparecieran en escena. También sirven para hacer algunos avances, aunque sea cosméticos, en lo que se refiere a retrotraer el poder del Estado, pero no van a acabar con el Estado de Bienestar, eso no lo veremos los que vivimos hoy. Sólo lograrán que avance unos centímetros este hueco en el que vivimos como en un Somme 2.0.

Es posible que nos desilusionen, tenemos entrenamiento en eso. Por eso no sirve adorar a las personas sino prestar atención a esas pequeñas intersecciones que con ellos tenemos en común, ver si hacen algún avance y vienen refuerzos, más nuevos y menos achacados que vayan armando el rompecabezas de una dirigencia, sino ideal, al menos buena, y que haya aprendido de los errores de estos y no de los oportunistas mentirosos que tenemos enfrente.

Es lo que nos tocó, la famosa maldición de las épocas interesantes. Nos queda ser buenos vecinos de trinchera con los que aún tenemos alguna intersección, mantener nuestro circulito lleno de la cultura y las ideas que tanto nos gustan para preservarlas, y tener esperanza de que, para nuestros hijos o nietos, se gane algún día la batalla.

.
Fondo newsletter