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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Nacionalismo constitucional y español

12 de febrero de 2022

Algunos autores propugnan una interpretación muy limitada del término nacionalismo. Para ellos sólo se referiría a su peor cara: la que odia al extranjero y pretende imponer una visión de la nación única a toda la ciudadanía. Esto es simple y puro fascismo.

Estos autores parten de un error conceptual. El nacionalismo es una ideología que requiere adjetivación. Es lo que los académicos anglosajones denominan una ideología paraguas (umbrella ideology). Sin un calificativo, el nacionalismo no tiene sentido. El nacionalismo es de izquierdas o de derechas, puede ser poscolonial o etno-histórico, incluso puede ser religioso, y hay muchísimos más etcéteras.   

En sentido contrario, y para tratar de aclarar, el liberalismo es una ideología que no debería requerir adjetivación. El liberalismo se basta por si solo, digamos. Aunque alguno se empeña en llamarle neo, social o conservador, o incluso ¡territorializarlo! como el reciente esfuerzo para publicitar el liberalismo madrileño. El éxito del liberalismo se produce cuando se aplica de forma intuitiva y sencilla como lo hace Ayuso hoy, o antes Aguirre en Madrid.  

Es lamentable que el juego político y el desastre al que nos lleva el sistema autonómico hayan establecido una bilateralidad claramente inconstitucional entre la nación española y sus nacionalidades

Hay alguna ideología más de las denominada paraguas. El republicanismo es una de ellas, que, además, tiene un desarrollo muy peculiar en España. Requiere que se adjetive como de izquierdas o derechas, o incluso socialistas soviéticas, laicas, etcéteras. En España, y de forma excepcional, el republicanismo está asociado de forma exclusiva a la izquierda por razones históricas, pero ello no implica que no requiera adjetivación si salimos de nuestro ámbito español.

Con el nacionalismo se pretende algo similar al republicanismo. La apropiación del término por los nacionalistas vascos y catalanes, y el daño que han hecho a la sociedad española, han llevado a crear el ambiente propicio para denostar el término e intentar desterrarlo o enterrarlo.  Pero recalco que es un error conceptual y es ceder el monopolio del uso del término nación a quien no debería tenerlo.

Si profundizamos, ¿qué hacemos con los nacionalismos más amables? Como el muy poderoso y constructivo nacionalismo dual de los Estados Unidos o los bondadosos nacionalismos escandinavos, o las peculiaridades de la identidad nacional inglesa o la italiana. Tampoco es muy reprochable el nacionalismo francés, laico y republicano, profundamente democrático y de enorme consenso entre la ciudadanía, incluso en su estatismo exacerbado.  

Nuestra constitución de 1978 establece un nacionalismo español muy constructivo que integra a nacionalidades. Es decir, reconoce identidades nacionales, pero de menor importancia (y desarrollo, vedando cualquier secesión). Al igual que las comunidades autónomas, estas regiones/nacionalidades tienen menor importancia que el Estado y la nación. Es lamentable que el juego político y el desastre al que nos lleva el sistema autonómico hayan establecido de hecho una bilateralidad claramente inconstitucional entre la nación española y sus nacionalidades.

Un académico decía que patriotismo y nacionalismo solo se distinguen por el volumen (acústico) con el que promueven o defienden lo mismo: la identidad nacional

Una salida que se pretende a este galimatías es hacer crecer el concepto de patriotismo hasta absorber completamente al nacionalismo. Pero habría que adjetivarlo igual que se hace con el nacionalismo.  Estaríamos pues, ante un eufemismo de difícil traducción. Y, reitero, significa dar pábulo y hacer seguidismo de un estado de cosas que se ha impuesto desde las nacionalidades.

Anthony Smith, uno de los más importantes académicos de los estudios del nacionalismo solía —no sin ironía, supongo— utilizar en sus obras de forma indistinta los términos patriotismo y nacionalismo.  Otros, como Charles Taylor,  afirman que no se puede distinguir patriotismo de nacionalismo. Aunque el más divertido era un académico que solía decir que patriotismo y nacionalismo solo se distinguían por el volumen (acústico) con el que promueven o defienden lo mismo: la identidad nacional.

En nuestra Constitución, en su artículo segundo, la palabra patria aparece una sola vez en una oración que califica a la palabra nación. Su preámbulo se inicia con la nación española y la palabra nación y sus derivadas aparece una veintena de veces. Hay que recordar que nuestro más importante texto legal fue refrendada en referéndum por las nacionalidades vascas y catalanas por amplia mayoría. Urge, por tanto, recuperar la palabra nación en nuestra vida política, pues es simple y llanamente la que establece la Constitución de 1978.  

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