Que con la excusa de la llamada transición verde nos quieren dejar sin coche, imagino que ya nadie lo duda. Que con estas decisiones que llevan tiempo adoptando desde Bruselas quedan heridas de muerte miles de empresas y millones de trabajadores de una industria -la automoción- que proporciona 12,7 millones de empleos directos e indirectos en la Unión Europea (UE), ya lo estamos viendo.
El reciente anuncio de Ford de prescindir del 19% de la plantilla de la planta de Almussafes (Valencia), no debería sorprender a nadie pues no ha sido más que la materialización del comunicado que la dirección de Ford en Europa hizo en el verano de 2019.
Por entonces, la cartera europea de Acción por el Clima y Energía la ostentaba el Partido Popular español. Como siempre en Bruselas, su mandato -muy «europeísta» y «mucho europeísta»- se caracterizó por contentar a la UE -ergo a París y Berlín- para que soltara la pasta más que por defender los intereses españoles. Corría el año 2016 cuando estos, en uso de sus facultades, decidieron seguir dando hilo a la cometa y vincular la percepción de las ayudas de la política agrícola común (PAC) a los esfuerzos que se hicieran para luchar contra el supuesto cambio climático. ¡Tremendo!
Los efectos -nefastos- de aquella gestión (deberíamos empezar a llamarlo encargo) los han ido sufriendo los agricultores, empresarios y trabajadores españoles en sus propias carnes. No empero, los populares siguen yendo por ahí presumiendo de ser los impulsores de nuestra ruina actual y futura. De haber liderado la agenda europea sobre el clima (el Pacto Verde), de haber firmado, en septiembre de 2015, en la ONU la Agenda 2030, o de que dos meses después, firmaran el Acuerdo de París sobre cambio climático.
¡Qué gran año el 2015! Ese año, el PP convirtió a los españoles en ciudadanos del mundo. Y así, llegamos a hoy. Con un gobierno y un PP orgullosos de perseguir – ¡para toda la humanidad! – la paz, la igualdad, la protección del planeta… Hay que tener muy poca vergüenza para abandonar a los tuyos e ir por ahí vanagloriándote de haber sacado de la pobreza a gente en Asia, en África o allende los mares mientras dejas los empleos de los españoles con los días contados.
Que sepan las 1.440 familias de la planta de Ford de Valencia cuyo sustento vital está en la cuerda floja, que para esos Mesías de la humanidad son un ejemplo de solidaridad universal.
Que se vayan tentando los trabajadores de las plantas de Renault de Valladolid, Palencia y Sevilla, en definitiva, los más de 1,9 millones de trabajadores que hay en España en el sector de la automoción. Las recientes declaraciones del CEO de Renault y presidente de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) avisando de que las normas que están aprobando en Bruselas «podría conllevar al cierre de cuatro fábricas a corto plazo» amenaza con convertirles en contribuyentes netos a un mundo más justo. Resiliencia, ajo y agua para todos los españoles.
La «buena» noticia: mientras los españoles pierden sus coches y sus trabajos, su solidaridad universal alcanza cotas inimaginables, pues a miles de kilómetros de las que todavía son sus casas, los chinos -esos que emiten un tercio del CO2 a la atmósfera- en 2021 aumentaron un 155,9% sus exportaciones de vehículos a la UE, aumentaron su cuota global de fabricación de vehículos y, por supuesto, de contaminación.
¡Qué alivio produce saber que con esta falsa solidaridad vamos a contribuir a hacer más grandes las listas del hambre!
Y así, los grandes Mesías de la humanidad que deciden en Bruselas han conseguido que en 2021 la UE haya visto reducida su producción de vehículos un 8% y haya perdido un 4,8% de cuota global de fabricación. ¡Si no merecen una buena pensión vitalicia que venga Dios y lo diga!
Respecto a España, el panorama no es nada halagüeño para el segundo sector industrial, la automoción, que es desde hace décadas un motor económico y de empleo fundamental.
Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, el mantra climático no se muda; la resiliencia todo lo alcanza. Quien a la UE y sus mantras tiene nada le falta.
Y es que, nada conturba a los grandes partidos empecinados en la religión climática. Tampoco los miles de empresas y los millones de familias españolas que dependen de este potentísimo sector que representa el 10% del PIB nacional y que, en 2021, volvió a posicionarnos como el segundo fabricante de vehículos de la UE con casi el 12% de la cuota de mercado. Algo más de 2 millones de los 12 millones de vehículos Made in Europe se fabricaron en España. De las 194 fábricas de automóviles que operan en suelo de la UE, 14 están en el territorio español.
Ningún español debería dudar -y por tanto no cuidar- de un sector medular para la prosperidad de España. Un sector motivo de orgullo para los españoles.
Y ahora, permítanme que les traslade las dos únicas opciones que existen ante este escenario de ruina al que nos aboca la actual UE:
Por un lado, el plan de los viejos y aburguesados partidos consistente en mantener y envidar el régimen de emisiones de la UE asentado en absurdos mantras universales cuyos resultados son el aumento de ventas de vehículos de marcas chinas con precios significativamente inferiores a los europeos; un siniestro plan que mutila nuestra industria y destruye empleos, esto es, que nos lleva a la pobreza.
Un plan autodestructivo que pretende mantener abierto de par en par el mercado europeo, un mercado nada «común» hecho a la medida de Alemania que, desde el año 2017 y en detrimento de sus socios comunitarios, tiene como principal socio comercial a la muy contaminante y comunista República Popular China.
En el otro lado, una propuesta realista y de futuro. La de los que priorizan cuidar lo nuestro y nuestras naciones por encima de unas instituciones de la UE y de unas agendas globalistas que nadie ha votado.
La de los que están dispuestos a hacer política -no seguidismo- y a sentar las bases para el dinamismo económico, la creación de empleos, la independencia industrial y la prosperidad. Reindustrializando las naciones de Europa; recuperando las cadenas de producción; haciendo una política comercial responsable y justa, con los de dentro, no para enriquecer a China, a Marruecos o a cualquier otro, siempre de fuera.
La de los que tienen la firme intención de pararle los pies a Alemania y poner límites, reglas y condiciones a los fabricantes de países terceros permitiendo a las naciones europeas volver a florecer. Con más fábricas y empresas propias, más trabajos, más cosechas, más ganado…, en definitiva, con más de lo nuestro que es lo que nos hace libres.
*Este artículo compromete únicamente a su autor que habla en su nombre y expresa su opinión personal.