«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Colaborador de La Gaceta, estudia Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Escribe habitualmente en medios como Revista Centinela, Libro sobre Libro y La Iberia.
Colaborador de La Gaceta, estudia Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Escribe habitualmente en medios como Revista Centinela, Libro sobre Libro y La Iberia.

No pasa nada

15 de marzo de 2024

Con la amnistía ya aprobada en el Congreso de los Diputados —Bolaños clap clapuno podría llegar a pensar en el fin de mi Españita; en el desmantelamiento de todo orden constitucional; en la voladura, ay, del Estado de derecho y de ese régimen del 78 que, tal y como dice Hughes, entre-todos-nos-hemos-etecé.

Con el jefe del Ejecutivo, con toda seguridad, salpicado por las mordidas ilegales durante los peores meses de la pandemia, con un Grupo Mixto engrosado como la cartera de Ábalos y con —esto es sangrante— cien mil abortos al año en nuestro país, insisto en que uno podría alzar la bandera blanca y arrodillarse rendido ante el fracaso del Bien.

Yo, pese a todo, hoy me empeño en ser optimista como Fabrice Hadjadj, que tan agudamente señaló la suerte de haber nacido en nuestro tiempo. Si este peregrinar por el valle de lágrimas tiene el sentido profundo de encontrar la Verdad, nada más apasionante que hacerlo entre el fango de esta ciénaga. A nadie le gusta ser submarinista de, qué sé yo, charcos. Ya me entendéis. Por eso me he acordado estos días —clap clap de nuevo— de un amigo mío que a menudo repite aquella cantinela: «No pasa nada. Y si pasa, ¿qué importa? Y si importa, ¿qué pasa?».

Lo cierto es que si nos detenemos un segundo, en España no pasa nada. ¡Nada! Nada de lo que verdaderamente importa va a terminar, siempre que alguno de nosotros permanezca en pie. Los liberales acogen con una sonrisa presuntamente opositora los postulados del mal, reciclando todo en el pasapurés de la tecnocracia. Los reaccionarios se oponen por sistema a todas las niñerías de nuestros enemigos, coqueteando con aquello que pretenden denunciar. ¿Y los conservadores?

Ante esta nadería —ahora me acuerdo de Yolanda Díaz—, los conservadores deberíamos volver nuestra mirada a la artesanía del alcohol, de la que Sir Roger Scruton extrajo epitafios filosóficos y, si me apuras, hasta el undécimo mandamiento: nosotros, conservadores, debemos dejar reposar para después destilar. En España no pasa nada, y precisamente por eso debemos dejar que así siga siendo, que en el tiempo de la siega, como entonces, ya destilaremos. Da igual la amnistía —clap clap— siempre que tengamos claro que al atardecer de la vida nos examinarán, que eso es lo importante.

«Y si pasa, ¿qué importa?», nos sigue diciendo la cantinela. Pues nada, claro. ¿Qué pasará en España tras la amnistía? ¿Qué ocurrirá tras los indultos? ¿Y qué si Puigdemont se postula como candidato a las catalanas? ¿Acaso caerá el Gobierno? ¿Temblará el templo? ¿No quedará piedra sobre piedra? ¡Nada de eso! Yo seguiré llegando a casa cada tarde y allí me estarán esperando con un beso y un plato caliente. Y tú, querido lector, madrugarás para trabajar haciendo el bien. Disfrutarás de un atardecer y juntos lloraremos ante la emoción de un embarazo. Ambos reiremos tras una mirada cómplice y qué mejor que juntarnos en torno a una mesa. Los clap clap de Bolaños no son tan fuertes como para tapar la belleza. No pasa nada.

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