«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

O medio idiota o negacionista

15 de mayo de 2021

A la progresía se le rompió el término facha como el amor a Rocío Jurado, de tanto usarlo. Por eso, empezaron a llamarnos fascistas y nazis, pero nosotros seguimos, muy a su pesar. Los que justifican la verdadera violencia y pactan con los herederos de ETA nos llaman fascistas y nazis, qué cosas tiene la vida. Duele, pero no paraliza. En la campaña madrileña, la ironía lo desactivó. Ironía, qué bonito nombre tienes y cuánto poder.

El insulto más extendido ahora mismo y aplicable a todo, que lo mismo te lo espeta una presentadora de Telecinco que la señora de la mercería o el dueño de una multinacional, es negacionista. Es el nuevo comodín del progre

La banalización de este término atribuido a los que negaron la evidencia del holocausto nazi, es un insulto para las víctimas de un drama que excede cualquier descripción posible. Si he de utilizar el término negacionista, lo haré para denominar a aquellos que afirman que el holodomor nunca existió, para los que duden del genocidio armenio —como Javier Solana— o para los que todos los días blanquean el comunismo y los millones de muertos que los regímenes comunistas produjeron en el siglo XX. Eso sí es negacionismo puro y duro y de negacionistas de este tipo tenemos el Parlamento lleno y no sé cuántos en el Gobierno.

Los que creemos que la violencia no tiene género somos gentuza que no nos creemos las noticias […] somos seres detestables

Lejos de ver la viga en el ojo propio, ahora se señala de negacionista a todo aquel que cree que quizá el cambio climático tiene unas causas y unas consecuencias diferentes de la verdad oficial o a los que no comulgamos con la Ley Integral de la Violencia de Género -entre los que me incluyo-.

Son simplones, pero muy eficaces en la propaganda. Según ellos, los que creemos que la violencia no tiene género y que hay otras formas más justas y eficaces de abordar la violencia intrafamiliar, somos gentuza a los que no nos importa que se asesine a una mujer o no nos creemos las noticias -no lo tengo del todo claro-, somos seres detestables. Claro, si tomáramos en cuenta su definición, lo seríamos. 

La ministra de Igualdad imparte dogma de fe laico basado en que la mujer -ser de luz- jamás miente

El colmo de la estupidez ha tocado techo -esto nunca se puede decir tal y como están las cosas- con el tema de Rociíto contra Antonio David. A esto hemos llegado. No creer o dudar del relato de esta mujer es negar la violencia estructural del hombre contra la mujer. Ojo: de todos los hombres contra todas las mujeres. Rociíto es la voz de millones de mujeres. Rociíto es la nueva medida del feminismo. La única diferencia es que las demás no cobran pingües estipendios por contar sus desdichas.

De un espectáculo televisivo cuyo único interés es puramente crematístico, se hace doctrina social de todo a cien para el pueblo con el concurso de la siempre dramática ministra de Igualdad que interviene en directo para dar su feminista bendición al aquelarre e imparte dogma de fe laico basado en que la mujer -ser de luz- jamás miente. Envía su apoyo más sentido a Rociíto que está dando ejemplo de valor -¿?- y a todas las mujeres que sufren el yugo opresor del heteropatriarcado y les manda desde el despacho ministerial un emocionado mensaje: “no estáis solas”. Se vuelve a Galapagar. Irene, reina, consejos doy y vendo que para mí no tengo.

La mujer que llora, no miente. La mujer que acusa, no engaña. La mujer nunca tiene mala intención

Telecinco es la nueva iglesia del progre y Carlota Corredera su profeta. Todo aquel que discuta ese dogma es un negacionista de la violencia de género y queda excluido ipso facto del paraíso. Es todo tan simple y burdo como esto. Esta doctrina basura la están consumiendo en vena todas las tardes millones de personas, entre los que se encuentran millones de niños que pasan por delante del televisor e inhalan un poquito de este veneno. Si esto no es porno duro, ya me dirán.

La mujer que llora, no miente. La mujer que acusa, no engaña. La mujer nunca tiene mala intención. Cuando una mujer hace algo malo, lo hace manipulada u obligada por un hombre. Por tanto, si sigo su argumento, mi conclusión es que las mujeres no somos dueñas de nuestros actos cuando tenemos un hombre cerca y, además, somos medio idiotas. 

Yo, entre ser medio idiota o negacionista, casi me prefiero que me llamen negacionista, qué quieren que les diga.

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