«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Ocho feministas catalanas

5 de febrero de 2023

Sucedió a mediados de los ochenta, cuando a Fidel Castro se le ocurrió autorizar el turismo español ideológico, algo que probablemente le debamos al taconeo de un Antonio Gades y a su deseo de colgar los tacones y de irse a la Sierra Nevada a iniciar la guerrilla con el anhelo de imitar al Comandante en la Sierra Maestra (así lo expresó Gades delante de mí a Fidel Castro en La Bodeguita del Medio, en La Habana Vieja, mientras masticaba trozos de langosta prohibidos a los cubanos…).

-¿Qué debo hacer por España, Fidel?, preguntó un obnubilado bailarín.

-Álzate, Gades, álzate en la Sierra como me alcé yo… respondió burlón el caudillo que le había prometido al bizco de Sartre que si el pueblo le pedía la luna él se la daría.

Lo que no cumplió, porque cuando el pueblo cubano le pidió no la luna, sino sencillamente pan, no sólo no se lo dio, sino que se lo negó y a varios que se lo exigieron los mandó a fusilar, y tan campante.

Pues les contaba que, cuando la Matraca Antillana autorizó a unas cuantas asociaciones ideológicas españolas a entrar en la isla, taconeo de Gades mediante, llegaron a La Habana nueve feministas catalanas para entrevistarse con la presidente de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín, que a su vez era la esposa de Raúl Castro, y la madre del bizco entrenado por Putin y de la jinetera de italianos (de ahí el aprendizaje y tradición de la MinistrE de IgualdÉ). 

Aquellas nueve feministas catalanas fueron a la universidad a dar unas charlas sobre feminismo y tal… Entonces, la directora de la facultad de Pedagogía encomendó y ordenó la tarea (notas de más a cambio) a unas cuantas alumnas avanzadas en los estudios que se les diera un paseo instructivo por La Habana «colonial» a las «compañeras catalanas feministas…». Fui entre las elegidas.

Aquella misma tarde, casi noche, estuve unas horas enseñándoles La Habana Vieja y Centro Habana, una de ellas observó mi comportamiento con el que era entonces mi esposo (me casé muy joven) que había decidido acompañarnos un rato. Ella aprovechó que él se marchó a una guardia nocturna en el trabajo y me llamó la atención sobre lo machista que era mi marido y lo especialmente obediente que para sus gustos me comportaba yo. La oí como quien oye llover en el desierto del Sáhara, y seguí mostrándoles y contándoles La Habana Vieja, o lo que quedaba de ella…

Las camaradas catalanas habían sido hospedadas en el Hotel Sevilla a pocos metros de otro hotel más importante, el Hotel Plaza, justo enfrente a la parada de guagua (bus) de La Manzana de Gómez (hoy convertida en un horroroso hotel con nombre hindú). A la altura de la esquina que da al Parque Central con la estatua de José Martí con su dedo acusador en ristre, se nos acercó un grupo de hombres, cubanos, bigotudos, vestidos todos con el célebre safari de caqui que los oriundos del «paraíso socialista» identificábamos enseguida como el uniforme de los segurosos (Policía Secreta). Bigote abundante, pelado con la raya al lado y motica acicalada con vaselina, safari de caqui y maricona de cuero, no había pérdida: Policía Secreta.

Enseguida puse el parche y antes de que saliera el grano o me dieran el gaznatón enseñé mi autorización para acompañar a la delegación catalana feminista. Los machistas-leninistas ni caso me hicieron, probablemente estaban al tanto de quién yo era; el caso es que se pusieron a caminar junto a nosotras, a piropear a las feministas catalanas con sus lemas comunistas y hasta con frases del Che y fragmentos de discursos de Fidel Castro. Advertí entonces que al menos ocho de las feministas catalanas se fueron derritiendo, más que suavizando en su discurso feminista puro y duro, y cayendo como moscas atraídas por la seducción del modelo latín-soviet de la época. Ocho de ellas menos una, Montse, que viendo cómo iban desmoronándose sus colegas flechadas por un bigote, un peinado más bien ortodoxo, una vestimenta oficial, y los bultos muy marcados y detrás de las portañuelas de los pantalones, decidió apartarse y prefirió que yo la condujera al Malecón a tomar algo de fresco. Iba que se la llevaban los diablos. El calor sofocante de la noche no acompañaba.

Al día siguiente, y las jornadas con sus noches siguientes, las feministas catalanas no salieron de las habitaciones de los apuestos militantes del PCC, quienes habían viajado desde el interior para asistir a un congreso quelconque… Había que verlas lo entregadas que se comportaban –hasta la sumisión– estas ocho vaginas catalanas que fueron todas muy revolucionarias y feministas hasta que olieron tranca fidelista. 

Todas menos una lloriquearon al tener que partir al fin hacia Cataluña. No vertían sus lágrimas precisamente emocionadas frente a los supuestos «logros de la revolución», sino más bien ante la colaboración internacionalista cuerpo a cuerpo entre los vanguardias machistas-leninistas y ellas: ocho vulvas catalanas que fueron muy feministas hasta que ocho papichulos con sus «pirinolas» o «pichulas» castristas las encerraron en los cuartos de un hotel de los más céntricos de la capital, construido por cierto por el capitán norteamericano Walter Fletcher Smith en 1906, inaugurado en 1909, que cayó después en manos de un socio norteamericano de Meyer Lansky, el financiero de la mafia americana, para después caer en las manos de Fidel Castro, el mafioso mayor, que despojó de sus ganancias y hoteles al mismísimo Meyer Lanksy. Adéu bitxes!

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