«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Omertá

11 de septiembre de 2014

“Le haré una propuesta que no podrá rechazar”. Sin duda, esta es una de las frases más conocidas de la trilogía de El Padrino, una obra escrita por Mario Puzo y llevada a la gran pantalla por el director de cine Francis Ford Coppola en el año 1972.

Considerada por los críticos como una de las mejores películas de la historia, narra la vida del clan de la mafia Corleone, y más allá del hilo narrativo que no pretendemos contarles, queremos hablar de un concepto que rodea a la Cosa Nostra: la Omertá o ley del Silencio. Como siempre decimos el silencio no es rentable, ni tiene que ver con la prudencia.

Si bien etimológicamente hay varias teorías sobre su origen, las definiciones coinciden en señalar que la Omertá es un código de honor que prohíbe colaborar con las autoridades legalmente constituidas, bien para informar sobre delitos que se conocen o bien para buscar la propia justicia.

El escritor y antropólogo Anton Blok, famoso por sus estudios sobre la mafia siciliana, describe a este pacto de silencio como la prohibición categórica de la cooperación con las autoridades estatales o el empleo de sus servicios, incluso cuando uno ha sido víctima de un crimen.

Numerosos escritos y textos que hemos leído sobre este tema ponen en duda si este pacto de silencio o código de conducta se debe a una expresión de consenso social en torno a la mafia o si por el contrario es una actitud que se toma basada en el miedo. 

Si bien la segunda opción podría llegar a entenderse, no en vano esta emoción viene provocada por la percepción de un peligro, la primera sí que es reprobable. Y parece que últimamente encontramos ejemplos de cómo en algunas familias, Comunidades Autónomas de nuestro país, organizaciones sindicales, o en partidos políticos se ha extendido la Omertá.

No pretendemos aquí auparnos como jueces, pues ese no es nuestro trabajo, pero sí hacer una reflexión de qué ha pasado y qué está pasando, y en qué hemos fallado, para aún teniendo la sospecha de que algo se está haciendo mal muchas veces prefiramos mirar para otro lado, con ese silencio tan propio de los mafiosos.

Cursos de formación, facturas falsas, paraísos fiscales, empresas ficticias, por poner algunos ejemplos, están a la orden del día en los medios de comunicación, y parece que por hastío o resignación nos hemos acostumbrado a ellos. Y esto es tan peligroso como la Omertá.

Ahora bien, no es menos cierto que la gente mayoritariamente es normal y honrada, pero también existe la mezquindad. Por eso, estamos convencidos de que la lucha contra la Omertá es la participación ciudadana.

Hoy más que nunca es necesario ser más activos en la regeneración democrática, desde cualquier ideología y como ciudadano, que corrija los errores del sistema porque es una obligación de todos los que formamos parte de la vida pública acabar con una lacra que pone en peligro el Estado de Bienestar y la recuperación económica.

En esto está trabajando ahora mismo el Gobierno de España que ha incluido en su agenda un plan de medidas para luchar contra la corrupción. Así, ha aprobado la primera Ley de Transparencia, ha fortalecido las penas en delitos como la prevariación, el cohecho o el tráfico de influencias, amén de incluir medidas pioneras contra la evasión fiscal y la regulación de los altos cargos de la administración.

El Ejecutivo Central ha abierto el diálogo a todas las formaciones políticas para lograr un gran pacto por la regeneración democrática que incluya medidas en materia de financiación de partidos, límites de aforamiento e indultos, o la elección directa de alcaldes, entre otras.

Confiamos en que las demás fuerzas políticas recojan este guante porque es una oportunidad de diálogo sincera que busca reforzar nuestro marco institucional para reforzar los derechos de los ciudadanos, la equilibrada distribución del poder, y la credibilidad del compromiso de los servidores públicos. 

Recuerden: el silencio no es rentable.

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