«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Pasa palabra

23 de febrero de 2024

Que el logo de la Agenda 2030 trae indefectiblemente a la memoria el rosco del programa pasapapalabra lo tenemos todos comprobado. Es casi un reflejo de Pavlov. Tampoco es muy difícil racionalizarlo.

Uno visualiza al político de turno que se ha puesto el rosco en la solapa diciendo (con la cabecita dentro del rosco) exactamente la palabra que le pide el programa. La Agenda 2030 les da la inicial, ellos siguen y a ver si acierta, porque, si no, malo.

Más difícil de comprender es por qué se la ponen tan servilmente en la solapa. ¿Qué sentido tiene? Yo creo que esos pins en los trajes de chaqueta valen para el escudo de una Hermandad de Semana Santa en la función solemne o para algunos donantes de sangre muy concienciados. Esto es, que demuestran una intensa devoción y fe. Los veo exagerados y problemáticos para unos dirigentes políticos cuya función es representar y defender a sus votantes.

Un amigo de toda la vida se casó con una amiga de toda la vida de mi mujer, maravillas que pasan en los pueblos. Por eso sé que se niega a ponerse camisas o polos que tengan el logo de la marca en el ladito. Si no, no me habría dado cuenta. Sostiene que él no hace propaganda a ninguna compañía textil. Me parece un argumento acertado, salvo que vuelve loca a su mujer para los regalos porque apenas hay ropa sin su muñequito en el lado. Yo imitaría a mi amigo, pero mi mujer me ha dicho que no complique.

Vale, he dicho, claro. Pero también digo que complicarse al revés, para ponerse un pin y convertirse en un anunciante gratuito de un programa político que tú no has propuesto y, sobre todo, que tus ciudadanos no han votado, me parece el colmo de la docilidad política. Con lo fácil que es no ponerse nada.

Hablando de perros de Pavlov, el rosco 2030 de pasapalabra es un collar para tenerlos bien atados a todos. El Anillo Único, diríamos los tolkinianos, viendo que es el que obedecen todos los que llevan anillos de poder.

Pero no me quiero ir muy lejos del rosco de pasapalabra porque lo crucial de la Agenda 2030 es, en efecto, que el político que se deja marcar el pecho con el pin está pasando su palabra a una programación externa. Se verá claro con esos políticos del PP que se solidarizan con los agricultores españoles, y no dudo de la sinceridad de su sólida solidarización, pero ésta deviene soluble en cuanto hay que votar en Europa según los dictados de la Agenda 2030. Lo de la solapa no era un signo, es una sumisión. Han pasado su palabra a otra instancia superior.

Ganar la libertad es el verdadero concurso, y un proceso arduo y diario, que no termina nunca; pero un buen paso sería dejar de ponerse un pin de colorines que ni les va ni les viene, pero que sí les trae y les lleva. ¿Por qué han de señalarse de esa manera tan cursi como nociva, tan innecesaria? Es mejor ponerse un pañuelito blanco o de colores en la chaqueta y dejarse de pines que, por otra parte, como sabe mi viejo amigo, no son nada elegantes tampoco.

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