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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Patriotismo Offshore

22 de abril de 2016

En 1959, el gobierno de Franco estaba decidido a publicar la lista de evasores fiscales. En el último momento, algunos ministros intentaron frenar la iniciativa y acudieron directamente al Caudillo. Alegaban que muchos de los apellidos que aparecían en la lista correspondían a familias acaudaladas que habían financiado el alzamiento militar. Cuentan las crónicas de la época que un ministro incluso dijo “no podemos publicarlo: son de los nuestros”, a lo que Franco respondió “pero no son patriotas”.

Los papeles de Panamá han vuelto a po  ner sobre la mesa el debate de si se puede ser patriota y, a la vez, realizar una gestión apátrida de la riqueza. El escándalo afecta a la flor y nata de las élites políticas y empresariales del mundo y llega, precisamente, al inicio de la campaña de renta. Las maniobras opacas igualan a miembros de la realeza, a políticos conservaduros y dignatarios de la izquierda cultural. Todos comparten el mismo sastre fiscal de Panamá. Se diluyen los perfiles ideológicos y nacionales y el punto de fractura se sitúa entre beneficiarios y perdedores de la economía global. Durante unos días las clases medias toman conciencia de la brecha que les separa de ese club selecto que tiene capacidad operativa para moverse en los circuitos internacionales. Cunde la sensación de que la fiesta la están pagando los que no tienen escapatoria. Al conocido capitalismo de amiguetes se une ahora el capitalismo de corsarios.

Entre estos piratas encontramos conocidos empresarios que no tienen vergüenza a la hora de lucir la pulserita rojigualda, arropar a los deportistas de nuestras selecciones nacionales y veranear bajo bandera española en sus embarcaciones de recreo. La injusticia radica en que estos empresarios viven en España, obtienen su riqueza de España, invocan la “marca España” y ponen a sus familias y negocios bajo el paraguas de seguridad jurídica y protección social que ofrece España. Sin embargo, a la hora de corresponder, esconden los beneficios obtenidos y tributan en jurisdicciones extranjeras. Los empresarios opacos hacen negocios bajo el imperio de la ley pero escamotean sus impuestos mediante evasiones bárbaras. Disfrutan las vidas premium que les proporciona España pero optan por los impuestos low-cost que les ofrecen remotos destinos del menú internacional.

A diferencia de este selecto club, el futuro de las clases medias está vinculado al porvenir del país en el que prosperan. No tienen plan B ni patrimonio oculto en las Caimán, Fiji, Mauricio ni otras islas del tesoro. La magnitud del problema es un auténtico desafío mundial. Un informe de enero de Oxfam, titulado Una economía al servicio del 1%, señalaba que actualmente los paraísos fiscales esconden 7,6 billones de dólares, es decir, más dinero que el PIB de Reino Unido y Alemania juntos. Esto supone unas pérdidas de 190.000 millones de dólares al año en ingresos fiscales.

El Estado del Bienestar se resiente por la fuga masiva de riqueza. En Islandia, los papeles de Panamá han provocado la dimisión del primer ministro conservador y el auge del Partido Pirata. Los antisistema de guante blanco retroalimentan a los antisistema de puño en alto. Para el trabajador contribuyente es tan injusto que las administraciones despilfarren el dinero público como que las élites evadan sus impuestos. Los liberales tienen razón en sus críticas sobre la existencia de una excesiva tributación y una clase política voraz y parasitaria, pero se hacen los despistados ante las maniobras fiscales de los muy ricos. Por otro lado, las izquierdas aciertan al denunciar la insolidaridad de los privilegiados, pero callan ante la hipertrofia de la administración y el descontrol del gasto público. De esta forma, las clases medias cada vez asumen más peso sobre sus espaldas y se ven atornilladas tanto por unas élites extractivas como por unas élites evasoras. Por eso, empieza a ser urgente encontrar una tercera vía que termine con esta doble imposición. Frente al patrioterismo offshore de las élites económicas, debe oponerse un patriotismo social basado en el cuidado de la nación, el vínculo comunitario y la ética del comportamiento.

Estos días leía a un defensor de la ingeniería tributaria citar a Thoreau y su llamamiento a la objeción fiscal. Este poeta y amante de la naturaleza se resistió a pagar impuestos porque se negaba a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y libraba una guerra injusta contra Méjico. Por el contrario, las élites extractivas y las élites evasoras colaboran con el Estado: muchas veces viven de él o hacen negocios con él. Thoreau se refugió en los bosques no para evadir dinero, sino para evadirse del dinero. «El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir», solía decir Thoreau. No parece ser esta, precisamente, la filosofía de vida de la banda de los “panameños”.

Thoreau fue fiel a sus convicciones y llegó a pisar la cárcel por mantener su pulso a la autoridad. Los “panameños” se acogieron en masa a la amnistía del Partido Popular para no poner en riesgo sus vidas premium. Ahora dicen que no recuerdan sus manejos opacos, que son asuntos antiguos de familia o que está todo regularizado. Sonríen. Se fuman un puro para celebrar su evasión y victoria. Esperan a que pase el revuelo y llegue el verano para volver a lucir la Rojigualda en sus polos y en sus embarcaciones de recreo.

Defiendan la ingeniería fiscal, pero no se apropien del legado de Thoreau. Thoreau era un verdadero objetor fiscal, los “panameños” son solo corsarios fiscales. Los ricos honrados pueden dar fe. No sabemos si los “panameños” serán delincuentes o indecentes, pero no son patriotas.

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