«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Pegasus

23 de abril de 2022

«Ho tornarem a fer!». Unidos contra esa España que paga sus abultadas nóminas, los lazis que mantienen sus confortables cargos institucionales no pierden ocasión, especialmente si están frente a sus correligionarios o hablan en sus medios subvencionados, de amenazar con dar un nuevo golpe de Estado. La habitual pompa con la que se conducen nuestros secesionistas patrios suele ir acompañada por un victimismo que raya en lo lacrimógeno. Recientemente, la evocación de los versos cidianos -«De los sos ojos tan fuerte mientre lorando»- ha venido de la mano de una noticia, según la cual, el Centro Nacional de Inteligencia habría indagado acerca de las turbias maniobras de los principales cabecillas de los movimientos secesionistas vasco y catalán. Preguntada por los plumillas, la ministra de Defensa, Margarita Robles, se ha remitido a la Comisión de Secretos Oficiales para que en ella se realice un nuevo ejercicio de transparencia.

Mientras la mentada comisión llega, se ha desatado una verdadera competición entre plañideras, por ver quién arroja la lágrima más grande pues, al parecer, el Estado debería haber permanecido impertérrito ante las andanzas de una serie de individuos que, desde las propias instituciones políticas tratan, anunciándolo a los cuatro vientos, de destruir la nación española. En la competición por ver quién se rasga las vestiduras con mayor dramatismo, ha destacado el presidente de la Generalidad, es decir, el máximo representante del Estado en Cataluña. Aragonés ha amenazado, incluso, con romper con el Gobierno sanchista, ese mismo que, primero indultó a los golpistas y, después, se desvive por proteger su poderoso patrimonio.

Aquejados de fundamentalismo democrático, son incapaces de entender que en una nación política no hay cabida para aquellos que tratan de destruirla

Que las operaciones de Pegasus, nombre del sistema que habría sido empleado para inquirir a qué desleales actividades se dedicaron quienes anuncian su indudable intención de quebrar España, servirán para dar continuidad a las actividades extractivas de estas sectas, está fuera de duda. Sin embargo, no deja de ser tan chocante como ridículo, que Aragonés y el resto de sus colaboradores escenifiquen de este modo el refrán que afea ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. En efecto, como es sabido, desde los poderes públicos catalanes y su tupida red clientelar no sólo se ha espiado a los niños que osan hablar en español en los recreos, sino que, además, se han elaborado censos con los cuales se celebraron referéndums ilegales, o se ha espiado a políticos, periodistas y a todo aquel sospechoso de no comulgar con el credo que emana de la propia Generalidad.

La tormenta en este vaso de lágrimas traerá, insistimos, beneficios para la causa lazi. Y lo hará porque, por increíble que parezca, en amplios sectores de la sociedad española está firmemente asentada la idea de que un conjunto de compatriotas pueden alzarse con la tierra impunemente por el hecho de no sentirse españoles o por fantasear con opresiones y deudas históricas que el resto deberíamos asumir. Unos sectores que, aquejados de fundamentalismo democrático, son incapaces de entender que en una nación política no hay cabida para aquellos que, bien programáticamente, bien por la vía de los hechos, tratan de destruirla. Arropados por este colectivo, los Aragonés y compañía tratarán de cortar las alas a Pegaso, contrafigura de ese burro catalán que todavía adorna el trasero de vehículos nutridos por combustibles fósiles.

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