«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Piraterías

30 de noviembre de 2020

Siempre ha habido piratas malos ‒no como el pirata bueno del célebre poema de José Agustín Goytisolo que fue convertido en canción por Paco Ibáñez‒ y siempre los habrá. Ahora los llaman hackers, más no por ello son menos piratas. Las cosas y los hechos no cambian porque se les cambie el nombre. Eso es lo que hacen en su infinita estulticia los políticos y los grandes o pequeños inquisidores de la corrección política. Las putas, y perdónenme esas amables señoritas por meterlas en danza, putas siguen siendo, aunque las llamemos mozas del partido, daifas, cortesanas y tanguistas, como antes, o chicas de alterne, escorts, poligoneras o trabajadoras sexuales, como ahora. En la época de Franco llamaban «limitaciones expresivas» a la censura, que no por ello dejaba de ser censura. Ahora la llaman Ley de Memoria Histórica. Eufemismos, palabra que no por nada termina en mismo.

En la época de Franco llamaban «limitaciones expresivas» a la censura, que no por ello dejaba de ser censura

Épocas hubo en que el Mediterráneo fue el mar de los piratas. Ya aparecían éstos en el Ulises de Homero, muy superior al de James Joyce, pero fue sobre todo en los siglos de la expansión marítima del futuro yihadismo ‒ ¡ya están aquí, ya están aquí! ‒ cuando el Mare Nostrum se convirtió en el principal tablero de ajedrez de los piratas. Que se lo pregunten a Cervantes o a Góngora… «Amarrado al duro banco / de una galera turquesca / ambas manos en el remo / y ambos ojos en la tierra / un forzado de Dragut / en la playa de Marbella / se quejaba al ronco son / del remo y de la cadena». Aprendí de memoria ese romance del autor de las Soledades en el colegio, pero ya no se enseñan menudencias así y menos aún se enseñarán cuando la ley de asnalfabetización (con ese de asno) de la ministra Celaá pase del Kremlin de la Moncloa a las escuelas.

En el Índico y en los mares de China también menudeaban los piratas, que por lo general eran malayos, Salgari sepa por qué. Pero eso nos pilla muy lejos, a diferencia de los virus, que salvan las distancias los muy tunos a la velocidad de la luz como diablillos que la globalización y los turistas llevan, así que vamos a virar el rumbo para que esta columna no se convierta en resumen de la vuelta al orbe en ochenta días. Phileas Fogg tardaría ahora mucho menos. La pandemia y su pandemónium lo demuestran.

Pongo fin al repaso geográfico de la piratería añadiendo que ésta saltó desde el Mediterráneo al Caribe en los siglos posteriores a Lepanto por mérito de los ingleses y de su Leyenda Negra, y ha vuelto al Mediterráneo en el siglo XXI, aunque ese trasvase empezara en el XX, no por mérito de la que otrora fuese Pérfida Albión y últimamente haya cerrado la puerta en las narices al europeísmo globalista, sino de los golfos apandadores (Mickey dixit) de Bruselas, de su sororidad (de Soros) y subsiguiente fraternidad con la inmigración, y de los concejales budistas, digo, buenistas, que acogen a los chicarrones sin papeles y con móviles de última generación como si fuesen aquel principito egipcio que flotaba a la deriva  en su moisés por las bíblicas aguas del Nilo. Las pateras, los cayucos, las lanchas rápidas de los narcotraficantes del Estrecho, los remolcadores de las mafias de la nueva trata y el amable trato dispensado por las fuerzas de seguridad marítima a quienes navegan, según dicen, en busca de una vida mejor, constituyen e incluso instituyen la Armada al parecer Invencible de la nueva piratería.

La piratería saltó desde el Mediterráneo al Caribe en los siglos posteriores a Lepanto por mérito de los ingleses y de su Leyenda Negra

 Ya sé, ya sé, que las Canarias están en el Atlántico africano y no en el americano, pero eso no obsta a que el muelle de Arguineguín sea ahora algo bastante similar a lo que en su día fuese la isla de las Tortugas. Sólo le falta un Salgari que lo cante, pero todo se andará en cuanto el Ayuntamiento del municipio de Morán, digo, de Mogán, cercano a la playa de las Moroñuelas, digo, de las Marañuelas, convoque un premio literario en loor de la nueva piratería financiado por el caquéctico bolsillo de los contribuyentes.

No crea el lector que con tanto chisporroteo de juegos de palabras y crípticas alusiones culturales me olvido de las oenegés con ánimo de lucro que a imagen e imitación de la Open Arms, española pese a su nombre, figuran a la vanguardia de la flotilla en cuestión y la apoyan desde la retaguardia. El Aquarius fue su buque insignia. No sé si está ahora en dique seco o desguazado, pero lasciate ogni speranza. Otros vendrán.

Es más… Tenía yo la intención de dedicar esta columna precisamente a las oesegés u organizaciones gubernamentales ‒líbreme Dios de decir que todas lo sean… Alguna excepción habrá‒, pero la pluma, viento en popa a toda vela y cantando yo alegre en la cofa, se me ha ido, como el marinero de Machado y de la versión de Serrat, por esos mares de Dios. Aquí lo dejo, por ahora, como dicen en tertulianés los todólogos audiovisuales, los políticos amuletillados y los periodistas apesebrados. Seguro que, por desgracia, tendré que volver sobre el asunto. Lo que los franceses llaman La Gran Sustitución no ha hecho más que empezar.

Lo que los franceses llaman La Gran Sustitución no ha hecho más que empezar

Un apunte todavía… Esta columna aparece en La Gaceta de la Iberosfera, y eso no es casual, sino causal, por más que en su texto se cargue la suerte sobre otros ámbitos cartográficos. La nueva piratería no se ha ido del Caribe. Allí y en sus aledaños sigue. ¿Acaso no son o fueron piratas de la más infame catadura iberosférica Fidel Castro y su progenie, el Che, Chávez, Daniel Ortega, Maduro, Evo, Lula da Silva, los Kirchner y tantos otros? La sombra del Grupo de Puebla y del Foro de Sao Paulo es tan alargada como la zarpa de Soros. Confiemos en que algún día se desvanezca, pero eso es pensar como querer y no nos servirá de mucho. Más vale que los pueblos amenazados por la nueva piratería recuperen el instinto de conservación, levanten su voz, arrimen el hombro y escuchen los dictados del sentido común cuando estén delante de las urnas con miras a evitar que éstas se tornen funerarias. Háganlo al menos en defensa propia, si no son capaces de hacerlo por obvia filantropía. Los piratas buenos sólo existen en la literatura.

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