«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Periodista, insiste en que no ha hecho otra cosa en su vida, a pesar de que ha sido profesor universitario (San Pablo-CEU), empresario (del equipo fundador del Grupo Recoletos), asesor de la Conferencia Episcopal (Subcomisión de Familia y Vida), etc. Como periodista lo ha hecho todo en prensa escrita, radio y TV: director del diario Ya, creador de las tertulias políticas radiofónicas, director y presentador de Argumentos en Popular TV y de Alguien tenía que decirlo en Intereconomía TV. Partidario de la vida frente a la muerte, de la luz frente a la tiniebla, de la verdad frente a la mentira, del amor frente al odio, de la alegría frente a la tristeza, Ramón Pi es uno de los periodistas más conocidos de España. Su fama está avalada por una larga trayectoria profesional y por el ejercicio de la profesión periodística desde la coherencia. El periodista está considerado por muchos como uno de los creadores del género de las tertulias políticas radiofónicas. Actualmente desarrolla su actividad profesional en el Grupo Intereconomía.
Periodista, insiste en que no ha hecho otra cosa en su vida, a pesar de que ha sido profesor universitario (San Pablo-CEU), empresario (del equipo fundador del Grupo Recoletos), asesor de la Conferencia Episcopal (Subcomisión de Familia y Vida), etc. Como periodista lo ha hecho todo en prensa escrita, radio y TV: director del diario Ya, creador de las tertulias políticas radiofónicas, director y presentador de Argumentos en Popular TV y de Alguien tenía que decirlo en Intereconomía TV. Partidario de la vida frente a la muerte, de la luz frente a la tiniebla, de la verdad frente a la mentira, del amor frente al odio, de la alegría frente a la tristeza, Ramón Pi es uno de los periodistas más conocidos de España. Su fama está avalada por una larga trayectoria profesional y por el ejercicio de la profesión periodística desde la coherencia. El periodista está considerado por muchos como uno de los creadores del género de las tertulias políticas radiofónicas. Actualmente desarrolla su actividad profesional en el Grupo Intereconomía.

El político previsible

19 de marzo de 2014

Fue muy cara la factura que pagó el noble pueblo español por el error de elegir a Rodríguez Zapatero en 2008, cuando ya no había lugar a engaño ninguno y se conocían con certeza su negociación con los asesinos de la ETA, la magnitud del destrozo de la institución matrimonial civil en nuestro ordenamiento, el despilfarro de dinero público en subvenciones a empresas, iniciativas y organizaciones a cual más estrafalaria, su desahogo en designar incompetentes para altos cargos y su sectarismo de sonrisa mecánica y mirada líquida.

Esta experiencia ruinosa en lo político, lo económico y lo moral fue la principal explicación de la rotunda mayoría absoluta obtenida por Mariano Rajoy sin más méritos que el haberse sentado a ver pasar el cadáver de su enemigo y su autorretrato como «político previsible». Para no dejarlo por mentiroso, habrá que deducir que fueron sus electores los que se equivocaron al pensar que, con lo de previsible, se autodefinía como lo contrario de los socialistas, cuando lo previsible en él, en cuanto llega al poder, es que haga exactamente lo contrario de lo que dijo hasta el mismo día de las elecciones. Y no sólo eso, sino que también dice lo contrario: los debates parlamentarios con Rubalcaba son un pugilato verbal sobre quién es más socialdemócrata de los dos, quién interviene más en la vida de la gente, quién transmite mejor la noción de que cuanto más se eche un ciudadano en brazos del poder, más seguro y feliz se encontrará, porque el Gobierno está para resolverle sus problemas. De este modo, se entiende que haya dicho hasta dolerle la boca que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de la gente, y que una vez en La Moncloa se haya dedicado a extraer a la gente todo el dinero posible del bolsillo. Y nada de eso significa que mienta, sino que ése es su modo de ser previsible.

El discurso del intervencionismo del poder reblandece el sentido de la responsabilidad de los individuos, que prefieren abdicar su libertad con tal de ver reducida su responsabilidad. Y es un discurso sumamente infeccioso, que conduce a la gente a la servidumbre lanar, y además dando las gracias al solícito pastor. Nadie responsable; todos funcionarios; educación y sanidad gratis; leyes y sentencias vulnerables. Las desgracias son injusticias; la enfermedad es un fracaso; el esfuerzo es de tontos, y sobresalir es una provocación. Qué gran programa para esclerotizar el bipartidismo de dos organizaciones intercambiables, cerrar el mercado político a los advenedizos recién llegados y acabar arruinados y no siendo nadie en el mundo.

¿Tiene arreglo esta penosa situación?

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