«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Pongamos que hablo de Joaquín

22 de noviembre de 2022

Alfonso Ussía le tiene por mal poeta, pero no sé si Sabina pretendió en algún momento ser la versión ibérica de Bob Dylan o Morrissey. Cosas de la maldita nostalgia (poenitentiam agite!), si me dan a elegir, siempre preferiré su etapa como cronista de las noches del Régimen allá por finales de los años 80 y principios de los 90. Cuando todavía gastaba chupa de cuero o chaqueta con hombreras, no sombrero Panamá. Por aquellos tiempos se daba al retrato de un Madrid adicto, buscavidas y narcisista. Una capital de perros callejeros, jeringuillas en los lavabos, filósofos con caspa, «mama chichos» y otros especímenes encontrados en templos del vacío como Archy, Joy o Stella. Veladas que al artista debieron salir, más que por un pico, que es muy proleta, por un gramo y lo que te rondaré en cubatas. 

Sabina confiesa ahora haber desarrollado el sentido de la vista y el oído. Ya se da cuenta de lo que está pasando

Su idilio con la izquierda ha durado algo más de 19 días y 500 noches. Pero, como diría él, cuando menos te lo esperas, va el diablo y se pone de tu parte. Porque Sabina confiesa ahora haber desarrollado el sentido de la vista y el oído. Ya se da cuenta de lo que está pasando y ha dejado de escorarse tanto a babor. Nunca es tarde si la dicha es buena. Hay amores que matan (o arruinan). Paco de Lucía, por ejemplo, fue menos críptico cuando declaró que dejó de ser de izquierdas el día que ganó sus primeros doscientos mil duros. 

Para ser justa, desconozco si el «despertar» ideológico del cantante responde a algo más profundo que su relación con el parné o sus problemas con el fisco. Fabrice Luchini, gran actor gabacho, reaccionario inclasificable y titi parisien (el equivalente galo de nuestro castizo madrileño), sabe mucho de estas cosas. Dice que se puede ser trotskista hasta los 20 o 30 años, quizá hasta los 40, pero a partir de ahí hay que dejar de enmerdar al personal y prepararse para la trascendencia. O eso, o bien pagarse unas sesiones de psicoterapia para llevar los delirios militantes de la mejor manera posible. En lo tocante a la viruta, sostiene que donde peor está es en el bolsillo de compañeros e ideólogos. Con la madurez que traen los años, sospechoso que el ajado trovador de Lavapiés ha debido llegar a las mismas conclusiones que el actor de Montmartre.

Como suele ocurrir en circunstancias parecidas (…), ha saltado mucho plasta a hacer de él un fetiche intocable

Sabina pertenece a esa España de ayer que, como él mismo, hoy provoca cierta ternura. Es puro artefacto arqueológico del setentaiochismo y representante de su versión contracultural más anticuada. Por eso encaja mal con esa izquierda cuyo sistema operativo está perfectamente actualizado. La misma izquierda que al acusar la tímida desafección ideológica del jienense no ha dudado en afearle la conducta tratándole de moroso fiscal o amigo de ciertos excesos. Lo último es de traca viniendo de quien viene. Por lo demás, ya sabemos el cariño que la gente de progreso (con y sin SICAV) gasta por un óbolo público que no llega como debiera al Estado social, pero sí al socialista. 

Como suele ocurrir en circunstancias parecidas, ahora que el cantante es víctima de puñalada de pícaro, ha saltado mucho plasta a hacer de él un fetiche intocable. Ellos, y los que nos venden lo abiertos que son porque escuchan su música y la de esos cantautores caribeños que mamá ponía en el coche hace 35 años, merecen una medalla al mérito civil. No lo digo sólo por el estómago, sino porque igual logran madurar más la cosa para que dentro de poco, en vez de recurrir al amigo negro u homosexual, se utilice a Sabina como caución de tolerancia liberal-conservadora. 

Sería lo más grande. Un triunfo, contra todo pronóstico, que haría sonreír al viejo popero.

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