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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Porcino destino

24 de marzo de 2024

Se ha realizado el primer trasplante de un riñón de cerdo a un hombre. Ya se había probado antes con el corazón; es conocido que el hombre y el cerdo son primos. Es uno de los animales con los que más similitud genética tenemos, también fisiológica, anatómica.

Descendemos del mono (¿por qué no ‘ascendemos’?), pero hay quien matiza a Darwin. No vendríamos del mono sino del cruce entre el mono y el cerdo. Es la teoría de la hibridación que defiende el genetista Eugene McCarthy. El humano descendería, concretamente, del apareamiento entre una hembra de chimpancé y un cerdo.

Da que pensar porque este animal siempre estuvo ahí. En España, junto a decenas de sinónimos, tenemos, según Gustavo Bueno, la filosofía del cerdo. La Frontera Sur no la interpone la OTAN, ni la UE ni por supuesto el gobierno: son los jamones de Andalucía y Extremadura, la cultura del ibérico.

El cerdo siempre ha sido un animal cercano, pero con mala fama. Ha representado lo peor del hombre, Ícaro o pájaro en lo ideal, porcino en el fango, lo bajo, la suciedad y la lujuria. Nunca malvado, sino privado de inteligencia e intención, como si el cerdo no fuera una evolución nuestra sino algo que lleváramos dentro, a lo que sucumbiéramos.

A decir verdad, el hombre, cuando es más hombre, es más cerdo que primate.

La metamorfosis a la que estamos acostumbrados es la del insecto y quizás por eso Kafka ha resultado algo poco español. Lo kafkiano español sería la conversión de la mujer en gallina, como Ramón J. Sender contaba que le pasaría a la mujer de Cervantes, y del hombre en cerdo. Natural el éxito aquí de la obra donde Echanove humanizaba al puerco. Ya Homero contaba esa transformación, aunque en forma de encantamiento.

En Rebelión en la granja, los cerdos son la élite entre los animales. Odian a los humanos hasta que ellos mismos se yerguen oligárquicos y alcanzan la condición que define al hombre desde Platón: el bípedo implume. En la alegoría de Orwell, el cerdo se eleva, ¡tampoco es española! Hay una referencia nuestra a esa cercanía, a la vez familiar y terrorífica, entre el hombre y el cerdo. Pertenece al escritor Alejandro Sawa, gran bohemio desdichado, que en Declaración de un vencido tiene un momento profético, de altura donosiana, en el que desde el XIX vislumbra el siglo XX. Lo porcino no como origen sino como destino humano. Merece transcripción su apunte sobre la ‘porcinización’ del hombre:

«Le hemos quitado la creencia en Dios a la parte de pueblo que no sabe leer, y le hemos rellenado en cambio la cabeza de frases y logomaquias casi míticas, importadas del tecnicismo metafísico que se usa en los libros y en las escuelas filosóficas modernas; lo hemos convencido de que vale tanto preocuparse de los problemas de la otra vida como de pensar en las musarañas, y estas seguridades nuestras lo han impulsado a no apasionarse de otra cosa que del íntimo contentamiento de su cuerpo, de la completa hartura de su estómago, de que el vientre se le redondee todo lo posible, y de que el patrón lo haga trabajar seis horas en vez de ocho, o cuatro en vez de seis. Ha perdido la costumbre de mirar a lo alto. De seguir así, es posible que a esos hombres del pueblo les salga un nervio junto al cogote, y que, como a los cerdos, les sea imposible levantar la cabeza para nada, teniendo que tirarse panza arriba en el suelo para ver el sol».

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