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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La ‘Primavera Árabe’

20 de enero de 2015

El origen de la “Primavera” árabe proviene de la estrategia de Estados Unidos tras la Guerra de Irak. Tras acusar a Saddam Hussein de la posesión de “armas de destrucción masivas” (nunca descubiertas) e invadir el país con un ejército de países aliados (entre ellos España, gracias a los encuentros del presidente Aznar con George Bush) se produjo el ahorcamiento de Saddam Hussein (30 de Diciembre 2006) por un gobierno provisional que cargó con la ejecución mientras los “poncios pilatos” se lavaban las manos.

Saddam Hussein era, sin duda, un dictador cruel, pero mantenía unido un país que, desde entonces, es un permanente desastre a punto de caer en las peores manos, las del Estado Islámico. No contentos con ese desastre, las embajadas de los países occidentales colaboraron en Túnez a la caída de Zine Ben-Alí, que había arrebatado el poder a su padrino y héroe nacional Bourguiba. Aprovechando el descontento social por la subida de los alimentos y amparándose en una supuesta llegada de la “democracia” la rebelión de las masas, en el sentido más “orteguiano” de la palabra acabaron con otro gobierno estable para que se pudiera alfombrar el periodo de los “Hermanos Musulmanes”,  “demócratas” de toda la vida.

Le tocó entonces el turno al egipcio Hosni Mubarak, al que unas revueltas bien diseñadas arrebataron el poder para llevarlo al presidio y la condena de por vida. En las elecciones posteriores, ganadas otra vez por los Hermanos Musulmanes se percibió el riesgo de una islamización radical y las democráticas repúblicas occidentales optaron por un nuevo dictador, el general Al Asisi, por aquello de que la “democracia es lo primero” si el dictador no es de los nuestros.

Y ¿qué decir de Libia? ¡Guerra democrática donde las haya? Allí los drones de nuestra ministra Trinidad Jiménez hicieron alardes de patriotismo para llevar “la paz” a un territorio convulso que terminó con el asesinato televisado de Gaddafi. Lograda ya la maravillosa “pax romana” sólo hay que ir recogiendo los cadáveres cada fin de semana.

La inestabilidad de todo Oriente Medio y del África más cercana mantiene ahora convulsos a todos los países europeos. Nuestras pacíficas acciones tienen acorraladas a las policías de medio continente y el objetivo de la torre Effiel no es menos gratos a los ojos de Al-Quaeda de lo que lo fueron las Torres Gemelas. Se creerá que toda esta serie de desastres son fruto de la casualidad, pero son una ruta bien diseñada como estrategia a largo plazo para ahondar las diferencias de religión (suníes y chiítas), nacionalidad (India Y Pakistán) e intereses (Siria y Emiratos árabes, Irak e Irán) etc  para conseguir que los musulmanes  divididos combatan unos contra otros. La guerra entre Al-Qaeda y el Estado Islámico está así servida.

Al fin el Ejército Español va a salir de Afganistán, donde no dejan de matarse entre sí los talibanes con los aliados pro-occidentales. La retirada será muy bien recibida por los yihhadistas paquistaníes, convencidos de que ha llegado la hora de su involución al bajar de las montañas a las ciudades y pasar del terrorismo a la acción militar.

De barros y lodos se hacen todas estrategias de sabios gobernantes que han decidido que nuestra supervivencia no está tanto en que nosotros matemos a los musulmanes como el propiciar que se maten ellos entre sí mismos. Y “la paz sea con vosotros”.

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