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Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
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Procrastinación, onanismo y Puerto Hurraco

16 de marzo de 2024

Después de la más triste semana para España, continuación de tantas que llevamos en nuestras espaldas, Pedro Sánchez ha decidido que este año no presenta ley de Presupuestos porque no van a salir aprobados. El presidente del Gobierno de España tiene la misma madurez que yo en la facultad, que cuando no me había estudiado un examen no me presentaba y en paz. Pues él ha hecho lo mismo: «Marisú, no te agobies que no lo sacamos, lo dejamos para el año que viene. Y, por cierto, tómate unos días que cada vez que abres la boca sube el pan, bonita».

Los típicos tiquismiquis a los que todo lo que hace el presidente les molesta ya se han quejado. Fascistas. Pero hete aquí que, incluso Yolanda Díaz, que ha debido de pasar unos días en Puerto Hurraco a juzgar por la vestimenta y el mal humor que exhibió el malhadado día que aprobaban la ley de amnistía, ha dicho que esto está feo. Da lo mismo, todos saben que Yoli ya es un cero a/para la izquierda.

A ver si nos creemos que un señor que destroza el Estado de derecho, se arrastra como un gusano y legisla a la carta para un miserable prófugo porque necesita siete votos para permanecer en el poder, que no gobernar, va a perder el tiempo con unos Presupuestos que sus socios no le van a votar. Pedro es muy de optimizar el tiempo. Su tiempo. ¿Recuerdan cuando pidió al Congreso un segundo Estado de Alarma de seis meses para evitar estar renovándolo cada quince días? La democracia parlamentaria es muy pesada a veces.

Sánchez es disfrutón. Tiene la misma filosofía que la maravillosa afición del Cádiz C.F. cuando canta «hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual». El marido de Begoña está aquí para vivir en La Moncloa a cualquier precio, a degustar las mieles del poder, a viajar en Falcon y hacerse fotos con gente importante. Es el Mocito Feliz de los presidentes. El resultado le da igual. Si no hay presupuestos, no importa. Ahora ha pasado unos meses muy difíciles —Puigdemont le ha sacudido más que a una estera—, y no tiene la menor intención de someterse a más presión sólo para España tenga una ley de Presupuestos para este año.

Pero seamos positivos. Esto no es necesariamente malo. En su prodigiosa capacidad para perpetrar leyes cada vez más monstruosas que las anteriores, yo me felicito —no al onanista estilo Bolaños, por supuesto— de que se abstenga de tocar nada. Cualquier cosa. Diría más. Señor presidente, no juegue con las cosas de comer. Y más con el necesario concurso de la histriónica Marisú Montero, esa mujer que aplaude como si se acabara de pintar las uñas y que esta semana más que en el Congreso parecía estar en plena Feria de abril pasada de rebujitos gritando a la oposición: «¡Cuidao!» Inquietante ¿advertencia? viniendo de una ministra de Hacienda. Así que prorroguen la ley de presupuestos. Qué más da. Si esto ya es el dislate total.

Este Gobierno es la irresponsabilidad con patas. Por eso, no se le puede atribuir un minuto de normalidad a nada de lo que haga ni compartir absolutamente nada con él. Léase negociaciones del GGPJ ni cualquier otra cosa, ni en Europa ni en Pernambuco. No se puede normalizar ni siquiera la sesión de control al Gobierno porque es un insulto a la inteligencia de todos los españoles. No se puede controlar al que no se sujeta a la ley. La existencia de este Gobierno es en sí misma un escándalo, su forma de obtener los votos para conformarse como tal es la mayor corrupción que se ha dado en España. Tratarlo con normalidad es salir al ring con una mano atada a la espalda mientras el contrario te sacude con pies y manos.

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