«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Yo, pecadora, disfruto (en ocasiones) con esta Liga

17 de octubre de 2016

Doce días sin Liga. No, no es una ‘peli’ de la época del destape que regalan al comprar Interviú. Es el parón por la Selección Española del que, por supuesto, hemos sacado unas profundísimas conclusiones: Un trío encamado llegado desde Éibar y un futbolista metido a sastre cuajado de efectos colaterales políticos. Ergo, nos gustan los líos, como a Nick Nolte y Julia Roberts. Retomamos la Liga y tras las victorias contundentes de Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid los comentaristas deportivos prefieren dejar en la memoria del espectador la idea de que vivimos en una gran mentira, que no hay Liga y la culpa es del dinero. ¡Show me the money!, a lo Jerry Maguire. 

La victoria del Real Madrid ha quedado, como siempre que apabulla y sale victorioso, en que el rival mostró sus carencias y así cualquiera, que así hasta mi abuela. ¿Puede haber un discurso argumental más raquítico, superficial y triste? ¿Mejor negar la gran primera parte del Real Madrid? Por fin, algo tan obvio como salir enchufados desde el minuto uno, que les repite Zidane hasta la extenuación, caló en la voluntad de los blancos. Zidane, ese hombre que porta una sempiterna guillotina sobre su cuello, un jugador que ejerce de entrenador porque, ¿se puede decir ya que Zizou es entrenador o aún no se lo ha ganado? Mejor ningunear que despertó a jugadores desmotivados y está sacando el máximo rendimiento de ellos. Venga, Zidane es psicólogo. Por fin, un Benzema saliendo de su estado de autismo que, por otra parte, consentimos porque luego nos salpica con momentos de genio cuando quiere. Y Toni Kroos elevando a la belleza de la perfección galáctica a Kroos. Porque algunos prefieren no valorar el trabajo de los llamados ‘equipo B’, los no titulares, los Lucas Vázquez, los Morata, los Isco (ojo a esos detalles isquistas, ese segundo gol y ese toque…) que cuando les toca salir demuestran estar más que preparados. Tenaces, sin caer en el desánimo aunque sospechen que nunca serán lo suficientemente excelentes (o sí). Como si fueran permanentemente un trasunto de lo que de ti habían vendido. Casi nadie repara por sí mismo en el mérito del otro, según Jean de la Bruyere.

El fotoperiodista argentino Walter Astrada estuvo en Murcia hace unos años y recuerdo cómo explicaba lo que le cuesta sacar adelante su trabajo. Desde crowdfunding, acudir a editoriales, periódicos etc, para vender la foto. A pesar de atesorar algún que otro premio World Press Photo. “Se infravalora el trabajo serio y repercute en la calidad de los trabajos que se publican. Lo más importante, sin embargo, es tener una idea muy clara de lo que quieres reflejar en la imagen”. ¿Tan difícil es reconocer que los grandes generan un relato que permanece y resiste? Crean algo que se impregna en tu memoria. Como un olor ese gol cantado con una octava más alta. La vocación no es suficiente, eso lo aprendes, con un poco de picardía que tengas, desde bien jovencita. ¿Me decís, comentaristas míos, que me olvide de disfrutar con el fútbol? ¿Que sólo vea dinero saliendo de las orejas de los futbolistas? ¿Que de nada vale intentar ser el mejor, trabajar, esforzarte…? ¿Que son la élite no por condiciones y talento propios? ¿Me negáis el privilegio de disfrutar con un pase delicioso que logra erizarme la piel en la butaca de un estadio? Permítanme que me quede con la intrahistoria, ese largo camino en el que vida y fútbol se cruzan y en ocasiones se separan. Déjenme disfrutar paseando entre las Copas de Europa y tocar ese metal que cerquita me da la sensación de escuchar cómo rugen lágrimas, naufragios, miradas, ilusiones y corazones palpitando a golpe de taquicardia. Me quedo con aquellos que permanecen a pesar de lucir ese perfil silueteado con la dentellada del cocodrilo como cicatriz de guerra. Vosotros preferís quedar con ese discurso del “eres más pequeño, no serás nunca nada” perfecto como excusa para quedar a salvo de cualquier esfuerzo. ¿Llorar aún en el siglo XXI? El problema es cuando diriges a la gente creándole ideales. Cuánta frustración ha generado el “porque tú lo vales”.Reconozcamos,  fuera de esos ‘grandes’ hablamos de un equipo ganador pero nunca épico, un club considerable pero en absoluto inmortal. Los grandes clubes son como leer a Pla, ¿acaso te parece algo pasado? Trascender épocas y contemplar un gol de Di Stéfano como si hubiera sucedido ayer es sólo patrimonio de los grandes. Asumo, pues, mis pecados como madridista. Mea culpa, en ocasiones disfruto con esta Liga. Creo en los grandes, admiro el talento. Y soy capaz de olvidar durante 90 minutos el dinero (ojalá me caiga una Primitiva ya, diosito) deleitándome con la elegancia germánica que sale de los pies de Kroos. El buen artista convierte las condiciones en ventaja, que leí a Jorge Bustos.

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