«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

Que no digan que somos de Vox

23 de mayo de 2021

Marruecos utiliza a sus propios menores como carne de cañón y nosotros rematamos la jugada repartiéndolos como trozos de carne por toda España. Todo para sentirnos mejor, que no digan que somos insolidarios. Que no digan que somos de Vox. Mientras muchos padres buscan a sus hijos sacados del colegio para cruzar la frontera -así se las gasta el país vecino-, aquí los mandamos a la otra punta de la península y sacamos pecho. ¡Qué buenos somos! Eso sí, los que toman tales decisiones no viven cerca de un centro de menores, de eso pueden estar seguros. 

Me pregunto, ¿quién está pensando en el bien real de cada uno de esos niños que ha sido arrancado de los brazos de sus padres? ¿De verdad, alguien que conozca los centros de menores puede creer que es la mejor solución vital para ellos existiendo la posibilidad real de reencuentro con sus padres? Pregunta final y retórica, ¿no será que a los políticos les ciega la foto?

La política puede ser buenista o no, las personas deberían ser bondadosas. Pero no me negarán que es mucho más cómodo defender políticas supuestamente solidarias que sólo cuestan el tiempo que tarda uno en poner un tuit.  

El buenismo se diferencia de la bondad en que el primero es lejano y colectivo, por lo tanto, mucho más sencillo. La bondad es privada, costosa y se dirige a alguien con nombre y apellidos. 

De esta España en descomposición que el sanchismo ha entregado a nacionalistas, filoetarras y demás hispanófobos, las grandes olvidadas son, sin duda, Ceuta, Melilla y Canarias

Lo que más llama la atención del progre español depositario de todas las esencias del buenismo es que sus sentimientos solidarios nunca van destinados a sus compatriotas.  

No veo solidaridad con esos ceutíes encerrados en medio del caos y el miedo: diez mil personas que entran en una noche en una ciudad de ochenta mil habitantes es mucho. Tampoco con nuestras siempre infradotadas y maltratadas fuerzas de seguridad ante las avalanchas. Pese a las devoluciones, cientos de personas deambulan por las calles de Ceuta entre coches y escaparates destrozados. Se supone que han llegado allí como consecuencia de una crisis humanitaria, pero cuando esto acabe serán los ceutíes los que no puedan abrir sus tiendas ni utilizar sus coches para trabajar. De esto no se habla. 

Desde Melilla, se observa todo esto con miedo al efecto repetición. Los melillenses llevan años hartos de los saltos de los subsaharianos a los que se han unido ahora los marroquíes. 

Nuestro vecino del sur percibe con toda claridad que España vive uno de los momentos más débiles como nación.

Tampoco interesan al progre buenista que destila solidaridad por todos los poros de su piel las Canarias, si no es para ir a tomar el sol. Con las islas invadidas, de forma literal, por un aluvión constante de llegadas de fornidos inmigrantes como nunca ha habido y el sector turístico cerrado por la pandemia, lo más probable es que lo que le importe sea el bienestar de los ‘migrantes’ alojados en hoteles y, por supuesto, el habla canaria. Cuidado con los canarios que se quejen por la debacle económica y social que sufren, son tachados de xenófobos. Sabedores de que las imágenes de la invasión se han emitido en toda Europa, los canarios se preguntan si las islas recuperarán su capacidad de atraer al turista. Esto es un drama para ellos, por tanto, lo es para todos los españoles. 

De esta España en descomposición que el sanchismo ha entregado a nacionalistas, filoetarras y demás hispanófobos, las grandes olvidadas son, sin duda, Ceuta, Melilla y Canarias, que se llevan la peor parte. Basta no hacer nada para que Marruecos se haga con ellas por la vía de los hechos. Nuestro vecino del sur percibe con toda claridad que España vive uno de los momentos más débiles como nación. La falta de patriotismo, que algunos confunden de forma estúpida con nacionalismo, el desgobierno de una España dividida en taifas y el total desinterés por la defensa de nuestras fronteras, son una ocasión perfecta para Marruecos que sabrá aprovechar.  

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