«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¡No quiero mandar!

6 de agosto de 2014

En mis casi 40 años de servicio en el Ejército y al de España y de los españoles, no había conocido nunca un caso semejante. Para cualquier mando que alcanza un cierto nivel en el empleo de su carrera militar –por ejemplo, Teniente Coronel o Capitán de Fragata-, su máxima aspiración es la de mandar una unidad o un barco. Es, también, el momento quizás más importante en la trayectoria militar de cualquier Oficial.

Después de muchos años de intensa formación, cuando el militar llega a esos empleos, su deseo más íntimo es el de poder demostrarse a sí mismo que está capacitado para mandar un Batallón (de carros de combate, de zapadores, de blindados, de infantería ligera, etc.) o bien el buque de guerra más operativo de nuestra Armada, esto es, una fragata. Y, por qué no decirlo; es también el momento de demostrar a los altos mandos de los Ejércitos tu propia capacidad de mando y de liderazgo para asumir no sólo esa función de extraordinaria responsabilidad –recordemos que mandamos hombres dispuestos a morir frente al enemigo-, sino también la de que esos altos mandos dispongan de los elementos de juicio necesarios para poder elegir después a quienes consideren más capacitados para el ascenso a más elevados empleos (al menos en teoría).

Hace sólo unos días se publicaron vacantes de mando para Tenientes Coroneles del Ejército de Tierra. Circunstancialmente me encontré con uno de estos Oficiales que había conocido cuando yo era Teniente Coronel y él era Teniente. Como es natural, le pregunté por su carrera militar, por sus destinos, por su futuro y, por supuesto, por su familia. Y fue entonces cuando me enteré de estos casos insólitos que hoy se dan en el Ejército y que para cualquier militar –o cualquier persona sensata que tenga la capacidad suficiente para pensar por sí misma- pueden resultar no sólo chocantes sino descorazonadores.

Hoy hay Oficiales en el Ejército que no quieren mandar. Ya sabemos que hubo un tiempo en el pasado en el que ocurrió algo parecido, fundamentalmente en un Arma determinada, en virtud de la problemática general en que se encontraban las FFAA como consecuencia de una situación política de abierto hostigamiento a ellas. Ese tiempo pasó. Y hoy el motivo de negarse a asumir el mando de Unidades por parte de algunos Oficiales con posibilidades más que sobradas para poder hacerlo, son otras. ¿Cuáles?

Mi interlocutor me lo explicó con gran naturalidad y sencillez. El motivo fundamental es el de que el Oficial que pretenda mandar un Batallón y si, además, éste no se encuentra en su lugar de residencia habitual, tiene que poner dinero de su bolsillo para hacerse cargo del mando de la Unidad. Me explicó, incluso, que hay Oficiales que llegan a tener que pedir algún crédito en alguna entidad bancaria para hacer frente a los primeros y más urgentes gastos del traslado.

Si bien el Ejército le paga la mudanza, el viaje y tres días de dieta por cada miembro de la unidad familiar (esto último una vez incorporado al destino), se desentiende por competo de otros gastos que el militar ha de asumir de un modo u otro. Por ejemplo, el de la vivienda y el colegio de los hijos. El de la vivienda porque no en todos los destinos hay casas militares o pabellón de cargo para ese jefe de Batallón. Entonces hay que buscar algún lugar donde cobijarse, donde instalar a la familia, alquilar una vivienda. ¿Y cuánto suele suponer el desembolso inicial del alquiler de una vivienda? Tres mensualidades de golpe (fianza, primer mes de alquiler e inmobiliaria). ¿De dónde sale ese dinero? Del bolsillo del bienintencionado militar. En cuanto al colegio de los hijos, no hay que dar demasiados detalles: matrículas, libros nuevos (en función de la Autonomía en donde se encuentre el destino), uniformes, idioma, etc.

¿Es extraño, por tanto, que haya Oficiales que descarten el mando de una Unidad desde el momento en que para hacerse cargo de la misma tengan que poner dinero de su propio bolsillo para ello? E, insisto; Oficiales muy bien situados en el escalafón, pero que, ante la realidad a la que se enfrentan, prefieren sacrificar su carrera y no sacrificar a su familia.

Sorprendentemente no ocurre así para aquellos militares que salen destinados al extranjero, con sus dietas, por supuesto, bastante más elevadas que los que se trasladan en España. Así, a un Teniente Coronel que va a Alemania o Italia, etc., además de los gastos pagados antes citados, se le proporcionan unos 8.000 euros en mano (4.000 de ellos a fondo perdido y el resto a recuperar por el Ejército deduciéndoselo de las mensualidades que cobren durante el primer año de destino). ¿Por qué esta discriminación tan abultada? ¿Acaso el Mando militar lo considera justo? ¿O es que el Mando militar ni siquiera estaba enterado de estas diferencias económicas?

Mi interlocutor me comentaba también que envidia a la Marina. En la Armada se tiene la sana costumbre de que, quien manda un buque, cobra más que nadie. Poco, muy poco más, pero más que el Oficial sentado en un despacho de Estado Mayor. Porque en aquél se reúnen, generalmente, ambos títulos: el de ser de Estado Mayor y el de asumir la gran responsabilidad del Mando. ¿Por qué no sucede así en Tierra, en donde un mando de Batallón cobra menos que el Oficial de Estado Mayor de la mayor parte de los despachos en los que sea preciso ese diploma?

Cuando concluyó la conversación con mi antiguo subordinado, no pude evitar ligar esta racanería para con los militares frente al derroche y al despilfarro de millones de euros que los políticos de esta desconocida España dilapidan año tras año sin que se ponga coto a infinidad de gastos que se cubren con dinero público, muchas veces inútiles e incomprensibles. Por ejemplo, el que conocimos hace unos días, cuando, al parecer, el Congreso de los Diputados se va a gastar más de un millón de euros en proporcionar a cada diputados nuevos medios de comunicación de última generación porque los de hace dos años ya no sirven.

Señor ministro de Defensa: usted forma parte del banco azul del Congreso. ¿Cómo es posible que pueda usted admitir este derroche ante las dificultades de unos militares a los que les debe la máxima lealtad y no se les proporcionan los medios necesarios para cumplir con sus obligaciones morales y profesionales más importantes de su carrera militar?

¿Tendremos ocasión de ver algún día que el sentido común y la ejemplaridad se imponen a las ideologías, a los egoísmos y a la sinrazón de esta triste, dividida, relativista y desconocida España?

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